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El Mester de Clerecía en el Libro de Apolonio.

Enviado por   •  7 de Noviembre de 2017  •  9.264 Palabras (38 Páginas)  •  607 Visitas

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En el siglo XIII, cuando los eclesiásticos comprendieron que la mayoría de la población no entendía ya el latín, decidieron ejercer su influencia didáctica en romance. Pero como es de suponer, el mensaje que los clérigos querían transmitir al pueblo no debía confundirse con el juglaresco, -la diferencia de tema no constituía un criterio válido, ya que existían poemas juglarescos de tipo religioso y también poemas clericales de asunto profano- es por esto que los clérigos debieron marcar también en la forma el nivel superior al que pertenecía el mensaje eclesiástico; para señalar esa diferencia, usaron un esquema métrico concreto: el tetrástico monorrimo de alejandrinos, conocido en nuestra literatura bajo el rótulo de “cuaderna vía”[2].

Tomando las palabras de Menendez Pelaez podemos decir así que la clerecía se legitima precisamente por presentársenos como una práctica epistemológica, por la utilización de la cuaderna vía, cuya complejidad difícilmente puede encontrar rival en el ámbito de la letra escrita, y cuyo alcance social, como consecuencia, debería ser todo lo amplio que se requiere si tenemos en cuenta que se trata de unos textos que se autopresentan como fruto indirecto de un saber "revelado" en contraste con el carácter noticiero de los Cantares de Gesta: “Si abordamos este poner el signo flotante de la fabla (la parte más humana del lenguaje, la que miente con facilidad y resulta vaporosa) por escrito como medio de control de la ideología por parte de los clérigos la cosa tal vez no vaya desencaminada. Las cosas se convierten en verdad cuando se ponen por escrito.”

Es de destacar que el el marbete -como lo llamó Nicasio Salvador- “Mester de Clerecía se establece en el siglo XIX, para identificar al grupo de escritos en cuaderna vía que vieron la luz en el siglo XIII, grupo en el que es posible detectar todo un conjunto de caracteres comunes, de rasgos, que les proporcionan una apreciable unidad lo que permite sostener la hipótesis de que sus creadores formaron parte de una misma escuela literaria.

Lo cierto es que no sólo el nombre fue extraído de la estrofa segunda del Libro de Alexandre, también de ella se tomaron varios de los caracteres que se consideran típicos de los escritos incluidos en el grupo. Por ello, durante mucho tiempo se vino considerando tal estrofa como un auténtico manifiesto, como el texto que contenía las ideas básicas conocidas, aceptadas y aplicadas por todos los autores encuadrados en el Mester.

Esta cuestión ha sido discutida ampliamente por los críticos. Willis en 1956 ya puso en entredicho tal interpretación al afirmar que los rasgos mencionados en la estrofa aludían exclusivamente a la propia creación de su compositor que no había por lo tanto tal manifiesto literario.

Deyermond en 1965 por su lado, observó las concomitancias conceptuales existentes entre la cuaderna dos del Alexandre y las cuadernas 422-423 del Apolonio e insiste en la misma idea. En los dos Libros se afirma que el Mester es sin pecado, que se dedica a un público al que se pretende entretener, que hace uso de la rima, y que conlleva una maestría resultado de un aprendizaje. La diferencia estriba, según el filólogo, en que el Alexandre pretende definir el “arte de clerecía” y el Apolonio el “arte de juglaría”. Ante la semejanza de conceptos y la divergencia de objetivos y el desconocimiento de la fecha exacta de esas dos creaciones del Mester, caben varias posibilidades: si el Apolonio es posterior al Alexandre y su autor tomó las ideas que vierte en sus estrofas 422-423 de este último, estaría claro que no las acepta como identificadoras de la labor de los clérigos, que tal vez se halle realizando una parodia de su fuente, con lo cual quedaría puesto de relieve que no se acepta el contenido de la cuaderna dos del Alexandre, que no es esta un manifiesto literario real; si el Apolonio es anterior, se probaría que el Alexandre está utilizando para individualizar su creación rasgos que en el momento se juzgaban típicos de la juglaría, con lo cual clérigos y juglares no quedarían diferenciados por ellos y la estrofa dos no contendría los verdaderos caracteres definidores del Mester.

1.3. “Mester es sin pecado”[3]

Como ya se ha dicho, hasta el siglo XIII el saber, el conocimiento, se concentraba en los monasterios y era esencial patrimonio de los clérigos: clerecía y saber se traducían entonces como sinónimos.[4] De aquí se puede deducir que la clerecía era por lo tanto, una cualidad moral: la de la sabiduría (que se añade a quienes ya por nacimiento han sido puestos en un lugar privilegiado por voluntad del Creador). Es de esta manera que la clerecía forja sobre sí misma una especie de corporativismo del saber que relaciona muy estrechamente al estamento clerical con el ejercicio y la posesión del mismo. La falta de una educación letrada, incluso en los sectores de la monarquía y la nobleza, llevó a Marc Bloch[5] a pensar que: "Por esta falta de educación en el siglo, se explica el papel de los clérigos, a la vez como intérpretes del pensamiento de los grandes y como depositarios de las tradiciones políticas. Era forzoso a los príncipes pedir a esta categoría de sus servidores lo que el resto de su círculo no les podía proporcionar" .

En relación con esto, Robert Fossier[6] en su libro Ces gens du Moyen Âge, buscando descubrir los resortes que pudieron hacer funcionar el día a día de los estamentos menos privilegiados en la sociedad medieval declara que al ser los clérigos los guardianes de las Escrituras y los que se encargan de filtrarlas a los fieles también sin proponérselo" es mucho lo que custodian y enriquecen".[7]

Y es que es precisamente en eso, en el poder que les otorga el dominio de la escritura, en lo que reside esa visión corporativista que los constituye en estamento privilegiado (poseedor del saber de clerecía) con autoridad para intervenir en los más variados asuntos. Se trata, como escribió Jesús Montoya, de un "oficio ennoblecido por el curso rimado" que se distingue por el conocimiento del latín y de las artes del Trivium y el Cuadrivium

En síntesis, mientras la transmisión de la cultura en Europa se produce de manera tradicionalmente oral y la gente disfruta de los Cantares de Gesta en boca de los juglares se da en paralelo, un proceso de renovación cultural en el que los monjes y la formación monástica (que hasta entonces habían sido el centro del sistema cultural) perciben que van perdiendo hegemonía trasladando la sociedad el arquetipo intelectual a los escolares. F. Rico refiere al respecto que “los clérigos se mueven en una nueva sociedad urbana,

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