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Hasta que lleguemos a la luna

Enviado por   •  1 de Febrero de 2018  •  4.342 Palabras (18 Páginas)  •  269 Visitas

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Adelma.- Astrónomo, zonza. Los astrólogos son los de las cartas.

Adina.- Pues astrónomo o astronauta, qué se yo. Y me dijo tantas cosas que me empezó a doler la cabeza y mejor me levanté para irme. Nomás que me detuvo, me dijo que perdón, y en un ataque de vergüenza por todas las cosas que me había dicho. “Te voy a llevar a la Luna, aunque sea en un cuento, aunque sea en un poema, pero te llevaré, y también te daré una mejor respuesta” me dijo. Y a mí nomás me dio risa… me acuerdo. (Pausa) A los tres días: el cuatro de Abril, el día de su cumpleaños, nos quedamos de ver a las cuatro de la mañana porque quería que platicáramos y viéramos cómo amanecía: le gustaba mucho ver salir y meterse el sol. Él sabía que me encantaba dibujar, y me pidió que le hiciera un dibujo. Así que yo le hice uno de nosotros subiendo a la Luna por una escalera. Eran las cuatro con cuatro, me di cuenta por el reloj que está frente al jardín. Él me llegó trastabillando, la Luna seguía en el cielo, así que me tomó la mano, y con la suya apuntó la bola de plata que estaba en el cielo. Entonces me dijo: “eso es la Luna”. (Pausa) Yo sabía que algo no estaba bien, porque los ojos como que se le iban, como que querían echar alas y salírsele volando de las cuencas. Le dije: “¿Qué tienes?”. “Nada” me respondió, “que me he matado”. Se quitó el sombrero, la sangre le salió del cabello y calló de bruces frente a mí. La muerte me cubrió de llanto y se me desmayó el alma… me acuerdo.

(Adelma está llorando)

Adina.- ¿Qué tienes, bruta?

Adelma.- Que no te quiero extrañar.

(Adina abraza a Adelma)

Adina.- Yo no te estoy pidiendo que me extrañes.

Adelma.- No puedes impedirlo.

(Adina se queda mirando por la ventana unos segundos).

Transición

Día 2

(Adina duerme. Adelma entra con las llaves en la mano)

Adelma.- Adina.

(Adina despierta)

Adelma.- ¿Dormida a estas horas? Todavía no se va el sol.

Adina.- No tengo nada qué hacer, más que soñar; como ya no me quieres leer.

Adelma.- (Deja las llaves en la mesa) ¿Ya comiste? ¿Tienes hambre?

Adina.- Ya no voy a comer nada. Para qué.

Adelma.- Para que estés saludable… fuerte…

Adina.- ¡Para qué!

Adelma.- Para que estés bien.

Adina.- ¡Para qué, chingado!

Adelma.- Para… no sé.

Adina.- Anoche soñé con la misma mujer vestida de negro. Ayer dio su segundo paso. Me dijo otra vez que la acompañara.

Adelma.- Ya te dije que no la escuches.

(Pausa)

Adina.- Léeme algo.

Adelma.- Ya no puedo, Adina. Ya no me funcionan los ojos. Si te terminé de leer ese libro, fue nomás por… pues por ti. Ya los ojos se me tambalean también. Ya no puedo, Adina. Hoy me levanté y parecía que el mundo se desteñía, como que algo ya me estaba haciendo falta.

Adina.- Quiero un último cuento.

Adelma.- ¿Quieres que le diga a mi hijos? ¿Le digo a Clementina, le digo a Rubén?

Adina.- ¡No!

Adelma.- No creo que digan que no. Te quieren mucho.

Adina.- No quiero que nadie me vea así. Nomás tú, porque eres mi hermanita. Quiero que seas a la última que vea.

Adelma.- ¿Qué quieres entonces?

Adina.- (Riendo) Irme a la Luna.

Adelma.- ¿Cómo?

Adina.- (Riendo) No, nada. Tonterías de una vieja que se siente sola.

Adelma.- Te invento una historia si quieres. Me debo saber alguna de memoria. Te cuento cómo conocí a Esteban, te cuento cuando nacieron tus sobrinos. Te cuento de la vez que por ir viendo un muchacho me estrellé con un letrero de “alto”. Te cuento de cuando me gustaba nuestro vecinito, Ramón. ¿Te acuerdas? Me gustaba mucho, yo no sabía que a él le gustaban los niños y cuando me lo dijo me asusté y salí corriendo. O cuando el “condorito” iba a la casa a pedir comida…

Adeina.- Adelma.

Adelma.- O cuando mi amá me pegó porque no apagué los frijoles a las ocho y se quemaron todos…

Adina.- Adelma.

Adelma.- O cuando el tío Ruperto se cortó un dedo por andar cortando leña…

Adina.- ¡Adelma! Ya me lo contaste todo, ya lo sé todo. Ya no necesito saber más.

Adelma.- Es que ya no sé qué hacer por ti.

Adina.- Cúmplele a una vieja su último capricho.

Adelma.- ¿Qué quieres? Tú nomás dime qué quieres.

Adina.- Quiero ir a la Luna.

Adelma.- ¿Qué quieres, Adina?

Adina.- Ir a la Luna.

Adelma.- Te estoy hablando en serio.

Adina.- Yo también.

Adelma.- No te rías de mí.

Adina.- No me estoy riendo. Llévame.

Adelama.- ¿Y cómo se supone que voy a hacer eso?

Adina.- No sé. Quiero que lo que me dijo Homero no haya sido nomás una ocurrencia suya, quiero pensar que la herida que traía en la cabeza era porque intentó subir a la Luna por la escalera que yo le dibujé. Quiero pensar que me la

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