DEL LIBRO HASTA UN PUEBLO DE DEMONIOS
Enviado por Rebecca • 11 de Diciembre de 2018 • 1.723 Palabras (7 Páginas) • 454 Visitas
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El interés es, pues, un amor así mismo razonado, calculado, y la dificultad mayor consiste para las personas en descubrir cuál es su verdadero interés. En esta idea de que el interés es motor suficiente para la creación y conservación del Estado de Derecho, economía liberal con rostro humano. Este tipo de móvil, en este interés pensaba Kant al decir que incluso un pueblo de demonios sin sentido de la justicia estaría dispuesto a pactar la entrada en un Estado de Derecho, con tal de que tenga entendimiento.
CON TAL DE QUE TENGAN ENTENDIMIENTO
Cualquier individuo racional le interesa obedecer ciertos deberes morales, porque hacerlo le beneficia. Y para ello recurre a la tradición del contrato social, según la cual un individuo obra racionalmente cuando pacta con otros unas normas a las que acuerdan someterse porque sacaran más provecho de obedecerlas que de actuar a su arbitrio.
La racionalidad es la capacidad que cada quien tenemos de maximizar nuestro propio interés y la moralidad surge entonces del estado de maximizar nuestros intereses. Al intentar maximizar la satisfacción de sus deseos en cada situación no trae si conflictos, por eso lo más racional es fijar unas reglas de cooperación con las que todos ganen más que si no las hubieran acordado; aunque en el caso completo un individuo sienta que la norma limita sus deseos, le interesa cumplirla por que extrae beneficios a largo plazo. Los juegos comparativos son más racionales, interesan más a los jugadores, que los juegos conflictivos.
En los países en los que existe un elevado grado de corrupción lo peor no son los daños concretos que se infligen, sino el clima de desconfianza generalizada, por el que no resulta muy racional pedir a las personas y a las organizaciones concretas que actúen “como si” los demás fueran a cumplir, porque nadie puede garantizarlo. En las organizaciones interesa laborar en un clima de confianza en que se cumplen las normas justas y por eso mejor es un pueblo de demonios racionales que uno de egoístas estúpidos. Pero el interés propio no basta para construir una convivencia justa, porque quien lo tiene como referente puede cambiar de juego cuando vea que gana más a corto plazo y, sobre todo, porque puede limitarse a dar la apariencia de que cumple los pactos beneficiándose de que otro sí lo hace.
RESOLVER LOS CONFLICTOS, HACER JUSTICIA
En principio, los conflictos son individuales, cuando es la propia persona quien se debate entre dos opciones que le parecen incompatibles y, la solución no llega, puede acabar provocando auténtica neurosis. De ahí que psicólogos y pedagogos indaguen en la fuente de los conflictos personales y traten de hallar estrategias con las que la persona afectada puede encontrar salidas que le devuelvan la salud. Porque ayudar a “resolver conflictos” significa ayudan a encontrar salidas de un angustioso callejón.
El conflicto “en segundo lugar”, puede ser interpersonal, e incluso “intersocial” cuando son grupos enteros, sociedades enteras las que mantienen, o creen mantener, intereses divergentes con respecto a un mismo asunto. Los conflictos interpersonales o intergrupales constituyen una de las fuentes de la angustia humana, y de ahí que sociólogos y psicólogos, pedagogos se hayan aprestado a investigar sus causas los procedimientos de posible solución, hasta general un ámbito de investigación propia. Kant mostraba tipos imperativos como el consejo de habilidad nos muestra que medios debemos emplear para llegar a los fines que no proponemos; los consejos de la prudencia dan por sentado que hay una meta querida por todos los seres humanos, la felicidad, e indican los medios para lograrlo; los mandato de la moralidad prescriben realizar determinadas acciones porque humanizan y evitar otras porque deshumanizan, sin prometer a cambio más ventajas que la de hacer lo que vale por si mismo.
Quien obedece al imperativo de la moralidad no hace cálculos habilidosos ni prudenciales, sino que desecha el maltrato al enemigo por dos razones: porque cualquier ser humano es digno de respeto y porque quien maltrata a un ser humano se rebaja en su dignidad. La prudencia aconseja entonces recordar que importa la felicidad, más que la solución presente, y por eso con vistas a la felicidad hay que valorar las consecuencias de las posibles salidas del conflicto. Los consejos de la prudencia deben prestar calado, ampliar el horizonte de valoración y reflexión de los consejos de la habilidad. El prudente utiliza sus habilidades para llevar una vida plena.
La razón puede tomar o aconsejar tomar los conflictos como juego de suma cero, en los que unos ganan lo pierden otros, o no en suma cero en los que todos pueden ganar. En este punto es donde la resolución de conflictos se ve coloreadas por lo que en la tradición ética occidental se ha denominado el “momento deontológico” el momento del deber o la obligación. Obramos en contra de una racionalidad humana plena que es la de quien sabe que lo plenamente racional es no sólo obrar por interés, sino también tomar interés en aquello que es, por si mismo interesante.
Con esto damos un paso más allá de la prudencia, sin perderla, par ingresar en el ámbito de la justicia; urge, pues, resolver conflictos haciendo justicia, lo cual nos lleva ms allá del individualismo lerdo o ilustrado.
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