EN EL DOMINIO DEL PENSAMIENTO. HISTORIA CRÍTICA DEL PENSAMIENTO
Enviado por tolero • 16 de Abril de 2018 • 5.854 Palabras (24 Páginas) • 447 Visitas
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Foucault intenta aclarar la relación entre el pensamiento y los restantes elementos mediante el concepto de problematización, que es para él lo que mejor define al pensamiento. Esos elementos influyen, cooperan para que un objeto pueda ser incorporado al pensamiento, forma parte de él, sea problematizado haciendo que se destaque del resto, que aparezca como anómalo en un orden, generando una cierta grieta en una superficie, y con ello rompa el encaje de los sujetos, facilitando la toma de distancia que requiere el pensamiento:
En el intento de depurar lo más propio de este tipo de historia, Foucault establece tres principios:
1) Principio de irreductibilidad del pensamiento, referido a la especificidad de este elemento, su sustancialidad o consistencia; una experiencia, definida según los tres ejes antes mencionados, no sería posible “si no es a través del pensamiento. No hay experiencia que no sea una manera de pensar y no pueda ser analizada desde el punto de vista de una historia del pensamiento. La experiencia es posible en la medida en que hay pensamiento
2) Principio de la singularidad de la historia del pensamiento, que sostiene que el pensamiento “tienen una historicidad que le es propia”, lo que no significa ni que no pueda acoger estructuras universales, El pensamiento juega un papel en medio de ello, genera efectos relevantes, es también condicionante, y puede seguirse su trayectoria específica. Foucault afirma la realidad ontológica del pensamiento, “hay acontecimientos de pensamiento”.
3) Principio de la historia del pensamiento como actividad crítica. Si en Kant la crítica se ejercía a través del análisis de la razón, aquí se hace a través histórica de la formación de una experiencia, que, en cuanto dependiente del pensamiento, quiere decir análisis de la constitución de un saber, o mejor, de un juego de verdad, de un código de reglas, de una determinada relación a sí, todo ello en referencia a dominio definido (enfermedad, locura, etc.). Pero a diferencia de Kant, aquí, lo que muestra el análisis histórico no son unos límites infranqueables, pues lo que vemos es una formación contingente, que emerge en un momento en el tiempo en función de numerosísimos y variados factores, y, en consecuencia, el análisis nos abre a la posibilidad de su transformación, de transgresión de esos límites. Y, entonces, se nos señala, “esas transformaciones no pueden efectuarse más que por un trabajo del pensamiento sobre sí mismo”.
Lo que pretende sacar a la luz el análisis histórico es, en definitiva, un sistema de pensamiento, una forma de racionalidad, una reflexionada posición del sujeto respecto de saberes, reglas y sobre sí mismo como sujeto, con un determinado domino de experiencia, solo transformando ese sistema de pensamiento
Cambiar eso es un cambio en el pensamiento, es un cambio en la constitución de objetos u objetivaciones, en la constitución de sujeto o subjetivaciones, un cambio en aquello que determina cada experiencia. No se trata de un cambio en las condiciones sociales o económicas, ni un cambio en las ideas y representaciones, esperando que de él se derive un cambio de pensamiento.
Distintas condiciones sociales y distintas ideas pueden en el fondo servir el mismo sistema de pensamiento, pues este rige incluso posiciones doctrinales contrapuestas; bien es cierto que esos cambios también pueden favorecerlo, pero el punto clave está en otra parte, y es la atención que el pensamiento presta a algo que se desestabiliza, que crea una fisura o una disfunción, que adquiere un perfil diferenciador, etc. lo que puede iniciar el cambio, es, por ejemplo, la atención que el propio estudio histórico dirige hacia los ejes constitutivos de una experiencia, de un sistema de pensamiento, lo que capacitaría para introducir una modificación en las condiciones materiales y las prácticas. Por eso de lo que se trata, ciertamente, es de un trabajo del pensamiento sobre el pensamiento, del pensamiento sobre sí mismo.
Una historia crítica del pensamiento es la forma, entonces, que tomaba Foucault, en su quehacer, aquella actitud heredada de la Ilustración, y que más concretamente acabamos de definir como un “trabajo del pensamiento sobre sí mismo”. No otro, visto ahora desde un ángulo más amplio, debería ser el trabajo intelectual. Si, por otra parte, decíamos que la herencia de la Ilustración se concretaba en un ethos, veremos como la ética foucaultiana se recorta exactamente en ese punto.
EL TRABAJO DEL PENSAMIENTO SOBRE SÍ. ÉTICA Y POLÍTICA
De lo que se trataba para Foucault era de lograr cambiar aquellos campos de experiencia investigados, es decir, nuestras relaciones con la locura, con la enfermedad, con la desviación, la sexualidad, etc. de modo que esos cambios transformaran nuestras subjetivaciones adquiridas.
Ello exigía una determinada actividad del pensamiento, un determinado trabajo filosófico consistente en sacar a la luz la forma de racionalidad, el sistema de pensamiento que regía cada uno de esos dominios. Esa era la actividad crítica propia del intelectual, de esa especie de profesional del pensamiento, que debiera realizar en el campo que le es propio, en el área de la que es experto; eso era lo característico de lo que Foucault denominaba “intelectual específico”.
El intelectual debía ser fiel a aquello que le define, a su trabajo en el campo del pensamiento. Su papel sería precisamente el de problematizar, el de hacer lo que parece evidente no lo sea, lo que se da como necesario e inmutable se muestre prescindible y cambiante, o cómo decía bellamente Foucault, “volver difíciles los gestos fáciles”; lo que podía dar lugar a una relación nueva con lo real, facilitar nuevas experiencias es esa tarea de “reelaborar las formas del pensamiento”. Su trabajo era, pues, un trabajo del pensamiento sobre el pensamiento. Su tarea no consistiría en decir a los demás qué debería hacer; “el trabajo del intelectual es modelar la voluntad política de los otros”; no es tampoco el que asesora al gobernante, no rompe la unidad de la praxis (pensamiento y acción a la par), no sustituye a los otros, ni los representa.
Al realizar su papel, ya está participando en la voluntad política colectiva, muestra “a las gentes que son mucho más libres de lo que piensan”, que “somos muchos más recientes de lo que nos creemos”; pues deshace la falsa percepción de lo que se presenta como ajeno a la historia, hacer emerger lo que de manera subterránea condiciona nuestra posición ante los objetos, desvela el campo de visibilidad e invisibilidad en que nos movemos, la
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