La Balada del Viejo Marinero
Enviado por Ninoka • 2 de Enero de 2019 • 2.169 Palabras (9 Páginas) • 337 Visitas
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«Uno tras otro, ante el astro y la luna.
Ni sollozando ni gimiendo,
la faz tornaron con pavor,
y con los ojos me maldijeron. »
«Cuatro veces cincuenta hombres
(ni sollozando ni gimiendo)
pesadamente, masas sin vida,
uno tras otro cayeron. »
Un barco que apareció y navego sin brisa ni oleaje, que en medio del fuego resurgió, como el barco de Caronte que navega entre almas perdidas, era un infierno donde el navío se encontraba, era un infierno lo que el marinero vivía, entre cuerpos sin vida, se vio rodeado, y fue cuando la muerte en vida se apodero de él, lo hizo ver como las almas de sus compañeros una por una salían de sus cuerpos y atravesaban el suyo culpándolo por lo sucedido para que el sintiera cada una de ellas como propia. Su castigo comenzó al quedarse solo, solo en el mar, ya no era uno más de 200 tripulantes, era él, rodeado de muerte, rodeado de nada, miraba el barco y veía los cuerpos, miraba el mar, ese muerto mar sin movimiento sin vida, no puede rezar, la mirada de los muertos se lo impide, la muerte se lo impide, ese horror que le toca vivir la soledad y la culpa que al ver a los muertos lo carcome. En su soledad comienza a ver criaturas marinas, que al verlas solo al verlas las pensó bellas, rodeado de muerte de horror y soledad, esas criaturas son salvación, compañía y bendición, las bendice la presencia de lo sagrado en ese momento en él, lo permite soltar su culpa física, el albatros se suelta de su cuello y cae al mar, siendo sepultado por el océano.
«¡Solo, solo, cruelmente solo,
solo en un ancho, un ancho mar!
y de mi alma en agonía
ningún santo tuvo piedad».«Y hacia el podrido mar miré,
y aparté con horror la vista;
al puente podrido miré,
y los muertos allí yacían. »
«Y les corría un sudor frío,
mas no se pudrieron jamás;
la mirada que me lanzaron
no la podré nunca olvidar. »«¡Oh cosas vivas! nadie puede
su belleza feliz explicar:
fuente de mi amor surtió mi pecho;
y las bendije a mi pesar. »
Piedad tal vez tuvo mi santo, y las bendije a mi pesar. »
«En ese instante rezar pude;
y, desprendido de mi cuello,
como un plomo cayó y se hundió
el Albatros en el océano.»
Llueve, parece que la maldición comienza a desvanecerse, el marinero es sanado con la lluvia y junto a la lluvia descendieron espíritus que ocuparon los cuerpos que en el navío se encontraban, se sintió un viento, lejano, irreal, el barco comenzó a andar como siendo llevado por una fuerza sobrenatural por un espíritu, los muertos comenzaron a levantarse y a ocupar cada uno su puesto, cuerpos sin vida moviéndose, ¿que mas infernal que eso? Que peor castigo para el marinero que tener que navegar junto a todos esos cuerpos sabiendo que estaban muertos, que ese levantamiento no era una resurrección. El cae, inconsciente, esa inconsciencia necesaria para escuchar las voces de los espíritus que hablan sobre sus penas, sobre su castigo , voces que nos indican que el castigo no ha terminado, que aun la expiación del marinero continua aun después de soltar el cadáver del ave y el navío echar a andar.
Mientras el marinero duerme los espíritus conversan, hablan sobre que si el despierta la nave se detendrá esa fuerza sobrenatural que la hace andar ya no se hará presente. El marinero despierta y no puede apartar la mirada de los cuerpos, cuerpos de carne muerta que lo miran a los ojos, esas miradas que lo regresan a su horror, a su muerte en vida. Un último viento es soltado, la nave ferozmente se desplaza para que el marinero retorne a su tierra natal, el encanto llega a sus últimos momentos, mientras más se acerca el barco a tierra firme los espíritus que se adueñaron de los cuerpo deciden liberarlos, el marinero contempla como cada una de esas figuras de luz hacen señales hacia el puerto para que los hombres que ahí se encuentran rescaten al marinero.
Van al rescate del marinero, se acercan al navío, entre los hombres esta el Ermitaño del bosque a quien el marinero reconoce y piensa en que el limpiara su pecado, eliminara la maldición del albatros. Cuando se acercan la nave comienza a hundirse, es reclamada por el mar, la nave también debe morir, el marinero es rescatado antes de ahogarse, reacciona como si fuera uno de los muertos vivientes que lo acompañaron en su travesía y decide remar hasta tierra firme, escena que atemoriza al ermitaño y a su timonel, al llegar a tierra el marinero ruega por la confesión, el ermitaño esta desconfiado de lo que sus ojos contemplan, no entiende que ser esta enfrente de el, que le ha pasado o porque quiere confesar, el dolor, el sufrimiento consumen al marinero y comienza a relatar todo lo sucedido.
Así el marinero le narra al joven como luego de esa vez, de su confesión aun hay días en los que el dolor vuelve, el sufrimiento invade su cuerpo y debe buscar un hombre a quien contarle su odisea, igual que un trovador antiguo recorre los pueblos y caminos contando su historia.
El viejo marinero vivió una odisea, igual que Ulises cuando fue atormentado por Poseidón como castigo al ataque a su hijo, Polifemo, ciclope que fue herido por Ulises cuando este le clavo una lanza en su único ojo. El viejo marinero tuvo un destino similar, asesino al albatros un ave poderosa, celestial que le había traído dicha y por ese asesinato sin motivo, fue castigado, su odisea comenzó. Al igual que Ulises quedo solo, sin tripulación, todos sus compañeros murieron, ambos naufragaron sufrieron la soledad, la sequia y quisieron fallecer. La muerte en vida y los espíritus fueron los encargados del castigo del viejo marinero, no un dios como fue el caso de Ulises, el marinero vivió y fue condenado a una muerte en vida, sufrió la muerte de su tripulación, fue obligado a navegar con sus cuerpos y después de regresar a casa vivir con la condena de tener que repetir y repetir su historia.
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