Los políticos y analistas cristianos se preocupan por el poco cambio moral en un siglo

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La instauración de nuevas democracias deber defender los siguientes derechos:

- El derecho a la vida.

- El derecho a vivir en una familia unidad y en un ambiente moral.

- Derecho al salario justo y necesario.

- El derecho a cumplir libremente los propios deberes religiosos.

- El derecho a vivir en la verdad de la propia fe.

Aunque hay formas de gobierno democráticas que no respetan estos derechos, un ejemplo es el aborto, el Papa afirma que ello depende a veces de la fuerza electoral o financiera de los grupos que lo sostienen no siempre justos.

En conclusión, el amor por el hombre y, en primer lugar, por el pobre, en el que la Iglesia ve a Cristo, se concreta en la promoción de la justicia. La Iglesia tampoco pretende presentarse ante el mundo moderno como una ideología más, con soluciones absolutas para las múltiples variables de la actividad humana. No esperemos que la Iglesia nos de recetas para curar todos los males del mundo actual. Nosotros somos quienes debemos actuar para inyectar en la empresa y en la sociedad el respeto a la dignidad de la persona. El hombre como individuo sólo puede realizarse en el comunismo, previo a él solo destaca su naturaleza racional, a toda actividad humana es susceptible de una valoración ética por razón de su libertad, la persona por su naturaleza es un ser social, y en su socialización debe mirar por el bien común, para los derechos de los individuos, la política del estado se tiene que orientar a los débiles y pobres.

Ya que la clase alta, poderosa por naturaleza, tiene menos necesidad por lo cual no debe ser sobreprotegida por los poderes públicos; en cambio, la clase baja, al carecer de apoyo tiene necesidad específica de buscarlo en la protección del Estado y éste debe otorgársela.

Y por último, la Iglesia recuerda al hombre de hoy un gran secreto, que ella contiene y comunica: "Para conocer al hombre, el verdadero hombre, el hombre integral, hay que conocer a Dios". A punto de terminar, dice el Papa: "Al concluir esta Encíclica doy gracias de nuevo a Dios omnipotente, porque ha dado a su Iglesia la luz y la fuerza de acompañar al hombre en el camino terreno hacia el destino eterno.