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Sobre la mala interpretación del concepto de Súper Hombre (Übermensch) en la filosofía de Nietzsche

Enviado por   •  23 de Diciembre de 2018  •  3.776 Palabras (16 Páginas)  •  415 Visitas

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[…] la ocupación con el pensar de Nietzsche exige simultáneamente y en primer lugar, el trato con la realidad de la vida de Nietzsche. Para ver el contenido inseparable de su vida y pensamiento, debemos tener en cuenta sus vivencias y su conducta, dentro de determinadas situaciones.[8]

Friedrich Nietzsche nació en Röcken el 15 de octubre de 1844 bajo el seno de una familia protestante. Desde pequeño mostró habilidades para la música, sin embargo, expertos como su amigo Richard Wagner consideraron que no escalaría muy alto si seguía la música como forma de vida. Nietzsche lidió con diversas enfermedades durante toda su vida. En el año de 1869 Nietzsche decide participar como enfermero voluntario en la guerra franco-prusiana, empero su participación es efímera debido a que adquiere difteria y disentería.[9]

El problema de la miopía en Nietzsche se agudizo en los años en que preparaba su obra Aurora entre 1880 y 1881 en la fría ciudad de Génova. Stefan Sweig retrata la vida de Nietzsche en Génova de la siguiente forma:

[…] la campana había llamado ya a comer. Entra un hombre de espaldas cargadas de silueta imprecisa; su paso es incierto porque Nietzsche que tiene “seis séptimas de ciego, anda casi tanteando, como si saliese de una caverna [sus] ojos se ven a través de unos cristales gruesos, extraordinariamente gruesos.[10]

Nietzsche padeció de dolores de cabeza durante toda su vida. En mayo de 1879 renuncia a su cargo de profesor tras padecer dichos dolores en forma descomunal. Desafortunadamente nunca se pudo determinar la enfermedad de Nietzsche, sin embargo se han lanzado diversas hipótesis al respecto: Se ha hablado por ejemplo de migraña; de un proceso psiconeurótico producto de la ruptura con Wagner y a veces de un sistema patológico orgánico del sistema nervioso.[11]

Finalmente el ocho de enero, el teólogo Franz Overbeck, amigo de Nietzsche encuentra a este último hundido en la demencia en la ciudad italiana de Turín. “[…] replegado en el extremo de un sofá –indica Overbeck- se precipitó sobre mí, me abrazó con ardor y volvió a sumergirse en el extremo del sofá”[12]

Como ya apuntamos más arriba, es necesario seguir la vida del autor para entender su vivencia plasmada en su obra. En este sentido, consideramos que gran parte del “vitalismo” de Nietzsche, surgió de sus anhelos de afirmar la vida, pese a sus condiciones de enfermedad. Esto lo podemos observar en una carta enviada a Karl Hillebrand donde le comunica sobre su nueva obra (Así Habló Zaratustra) y donde indica lo siguiente: Todo lo que he pensado, sufrido y anhelado se encuentra aquí y de tal forma que hace que mi vida aspire aspire a aparecer como justificada.[13]

Ahora bien, los temas fundamentales que componen la obra de Nietzsche[14] en primer lugar van conectados con la experiencia de éste, sin embargo son elevados de la vivencia particular a lo general.[15] Hacer esta conexión entre vida y obra es lo que vamos a tratar en los parágrafos siguientes.

La muerte de Dios es un suceso que Nietzsche advierte en La Gaya Ciencia en el aforismo titulado el Frenético:

No habéis oído de aquel hombre frenético que justo antes de la claridad del mediodía encendió una lámpara, corrió al mercado y no dejaba de gritar “¡Busco a Dios, busco a Dios?” –Allí estaban congregados muchos de los que precisamente no creían en Dios, provocando una gran carcajada. “¿Acaso se ha perdido?”, Dijo uno. “¿Se ha extraviado como un niño?” – Dijo otro. […] El hombre frenético saltó en medio de ellos atravesando su mirada. “¿Adónde ha ido Dios?” Gritó, “¡yo os lo voy a decir! ¡Nosotros lo hemos matado –vosotros y yo! ¡Todos nosotros somos sus asesinos! ¿Pero cómo hemos hecho esto? ¿Cómo fuimos capaces de bebernos el mar hasta la última gota? ¿Quién nos dio la esponja para borrar el horizonte? […] Finalmente lanzó su lámpara al suelo, rompiéndose en pedazos y se apagó. “llego demasiado pronto –dijo entonces-, mi tiempo todavía no ha llegado. Este acontecimiento aún está en camino y deambula –aún no ha llegado a los hombres. El rayo y el trueno necesitan tiempo, aún después de que hayan ocurrido, para ser vistos y escuchados”. ¿Qué son, pues, estas iglesias sino las tumbas y sepulcros de Dios?”[16]

Más adelante, en libro quinto de la Gaya Ciencia Nietzsche arguye: Lo que implica nuestra alegría.-El acontecimiento más grande –que “Dios ha muerto”. Que la fe en el Dios cristiano se ha convertido en algo increíble- ya comienza a proyectar sus primeras sombras sobre Europa.[17] Esta sentencia de la muerte de Dios debe ser considerada, -según nos sugiere Heidegger- como la inexistencia de la metafísica Occidental. La figura de Dios representa todos los valores que se habían encumbrado en Europa y que ahora ya estaban decayendo. Las ideas de Platón interpretadas por el cristianismo asignándoles un énfasis en lo “suprasensible” se habrían de extinguir, y con ellas los valores que representaban.[18] Ciertamente, sería poco plausible que la muerte de Dios refiere a la pérdida de fe, pues como lo indica la cita del Frenético, los ateos ahí presentes aún no tenían idea de lo que significaba la muerte de Dios.[19] Si en tiempos anteriores, se creía en el más allá (la nada) lo que acontece con la muerte de Dios es mirar ahora el mundo terreno, lo sensible. En este sentido, lo que está en saliendo de órbita, son los valores del judeo-cristianismo como lo indica Nietzsche al decir que la “fe en el Dios cristiano se ha convertido en algo increíble”.

Si bien ya no son los valores cristianos los que rigen la conducta de los individuos, queda en el aíre la siguiente pregunta: ¿Cuál debe ser la guía ética y moral que deben de seguir los individuos? Al respecto consideramos que la respuesta se encuentra en la idea del eterno retorno[20]. La idea del eterno retorno, ha sido interpretada desde distintas ópticas. Una de estas miradas afirma que la idea del eterno retorno consiste en un planteamiento cosmológico.[21] Por otro lado, encontramos la interpretación del eterno retorno como criterio ético.

Con respecto a la segunda interpretación coincidimos con Sánchez Meca cuando afirma que este conocimiento del eterno retorno pudo ser rescatado por Nietzsche de la idea del castigo eterno que el cristianismo solía recordar a sus fieles sino acataban las leyes de la iglesia. El concepto de eterno retorno aparece en La Ciencia Jovial en el aforismo 341:

Qué pasaría si un día o una noche se introduce a hurtadillas un demonio en tu más solitaria soledad para decirte: “Esta vida, tal como la vives ahora y la has vivido,

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