El trabajador universitario.
Enviado por Jillian • 2 de Noviembre de 2017 • 3.148 Palabras (13 Páginas) • 417 Visitas
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El proceso de enseñanza-aprendizaje, que debiera ser como un manantial dialógico en el que tanto alumnos como docente se encuentran como humanos y comparten sus saberes y experiencias, se convierte mediante la despersonalización de sus relaciones, en un trámite burocrático, en el que los ocultamientos y las apariencias mutuas tienen como objetivo utilitario cumplir con el compromiso socialmente (des)valorado de “estar en la Universidad”.
De la misma manera, el producto del trabajo de investigación (artículos, ponencias, modelos etc.), dependiendo de la especialización de cada área de investigación, se convierte la mayoría de las veces en un “objeto ajeno” de su productor. El investigador es un trabajador de la “maquila del conocimiento” (Subcomandante Insurgente Marcos, 2006), produce una pequeña parte del conocimiento científico y desconoce el producto final; la totalidad del proceso del conocimiento científico y su aplicación práctica y/o tecnológica, generalmente le es ajena.
Si a esto agregamos que para certificar todas sus actividades, los docentes tienen que cumplir con una serie de trámites administrativos, las más de las veces absurdos y exhaustivos, la “jaula invisible” de la enajenación burocrática termina cerrándose sobre su persona. “Los altos mecanismos burocráticos los convierten en un autómata que llena papeles e integra comisiones generándose así un movimiento que lo aliena y lo vuelve ajeno a sí mismo y a sus producciones”.
Aunque las leyes orgánicas de las universidades públicas del país establecen su carácter de “autónomas”, y por lo tanto, los mecanismos de evaluación de sus académicos, supuestamente, son establecidos y aplicados por los propios académicos de cada institución, los criterios que se han ido introduciendo para controlar y evaluar dicho trabajo son una clara respuesta a los parámetros que los gobiernos neoliberales imponen a las instituciones de educación superior para otorgarles o re- tirarles presupuesto de acuerdo a su productividad y su “contribución al Plan Nacional de Desarrollo”, como es el caso del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).
Así mismo, con la creación de instancias certificadoras ajenas a las propias universidades se pretende estandarizar los contenidos y objetivos de los planes y programas de estudio de licenciaturas y posgrados, para adaptarlos a las necesidades del “conocimiento global” de las empresas trasnacionales.
El trabajo universitario deja de considerarse desde una perspectiva intrainstitucional, para verse ahora más bien desde fuera. De ahí se desprende la tendencia a considerar el trabajo universitario como necesariamente sujeto a una evaluación en la cual debe participar su demandante funda- mental, es decir, el sector empresarial de la globalización económica.
Ésta condicionada “autonomía” se ve aún más restringida en el caso Ecuatoriano si consideramos que los empresarios tienen una injerencia real en el proyecto educativo nacional al menos en dos aspectos. Primero, al formar parte del Consejo para la Formación de Recursos Humanos en Ciencia y Tecnología del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), que es la institución del Estado Ecuatoriano que evalúa, financia y dirige los más importantes proyectos de investigación y desarrollo científico y tecnológico en el país. Segundo, los gobiernos neoliberales de los últimos 20 años han impulsado la creación de institución de educación superior, llamadas universidades tecnológicas, en las cuales los empresarios de distintas ramas productivas son miembros del consejo directivo y diseñadores directos del currículum académico de las mismas.
Con el discurso de la calidad y la excelencia en la educación no han logrado convencer ni a los estudiantes, cada vez más excluidos de las instituciones de educación pública, ni a los académicos, cada vez más mermados en su calidad de vida por “la reducción de los salarios, los pagos a destajo y la escasez y métodos de entrega de recursos para la instituciones”. Lejos de haber mejorado la calidad y extensión de la educación en Ecuador, los gobiernos neoliberales se han encargado de avanzar en la privatización de las universidades públicas y en tecnificar la enseñanza en los niveles básico, medio-superior, y ahora superior. De esta manera, para los académicos “la calidad y excelencia se convierten simplemente en una superimposición de trámites y rituales sobre una realidad antigua de feudos disciplinarios y políticos que no ha sido cambiada o sobre un taylorismo que produce ponencias como en línea de montaje”.
Así, es que si bien existen un grupo importante de profesores que reciben y disfrutan de becas, estímulos y premios otorgados como recompensas a someter más su tiempo y energía a los cánones productivistas, cada vez más, las necesidades del trabajo docente se van llenando con académicos contratados por horas o por medios tiempos, que no pueden aspirar a obtener estos estímulos y que son contratados en condiciones de precariedad laboral. Estos docentes tienen que esperar pacientemente a que uno de los “profesores viejos” se retire o muera para aspirar al disfrute de una vida digna y a desarrollarse profesional y personalmente de manera plena. Estos trabajadores precarios de la labor docente representan un alto porcentaje, alrededor de 60% según algunas estimaciones, del total de trabajadores dedicados a la educación. Tienen que sobrevivir yendo de una escuela a otra, de un grupo a otro, produciendo y enviando artículos a revistas y simposios para incrementar su status de productividad y su experiencia laboral. Sobre sus hombros y desvelos es que se sostienen los “expertos” evaluadores y diseñadores de programas de alta “calidad” y “eficiencia”.
Y no sólo eso, además de establecer arbitraria e injustamente cada vez más categorías y estratos dentro del sector académico para así ir filtrando a quienes tienen y no derecho a acceder al presupuesto, las consecuencias que éstas medidas y trámites burocráticos de evaluación y control del trabajo docente tienen en la salud mental de los trabajadores son indiferentes para los repartidores de canonjías, y pueden ir desde un simple estrés matutino hasta la destrucción de la personalidad y la psicosis.
La muerte civil y política del trabajador docente
La conciencia de clase de los trabajadores no es algo que se da de manera inmediata, no está dada por la simple posición que se ocupe en las relaciones sociales de producción. La clase, así como su conciencia y organización, se constituye mediante las experiencias, triunfos, derrotas y anhelos, personales y colectivos,
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