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Esquema del Tractatus de Wittgenstein

Enviado por   •  8 de Febrero de 2018  •  2.029 Palabras (9 Páginas)  •  399 Visitas

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Teoría de la figuración

Nos figuramos o representamos los hechos: el darse efectivo y el no darse efectivo de estados de cosas; es decir, el estado del espacio lógico. Por eso la figura es el modelo o maqueta (interpretación o representación exacta) de la realidad. Al igual que un hecho es una concatenación de objetos, una proposición será una concatenación de nombres (los cuales, obviamente, tendrán como referencia los objetos). Para Wittgenstein el lenguaje descriptivo funciona igual que una maqueta (interpretación exacta), en la cual representamos los hechos colocando piezas que hacen las veces de los objetos representados; en el Tractatus, el lenguaje está formado fundamentalmente por nombres (hablamos, naturalmente, del lenguaje una vez que es analizado lógicamente).

Ver Chauviré “image” p. 33.

De esta idea tan fundamental extrae Wittgenstein toda su teoría de la figuración (o de la significación) y de la verdad. Una proposición será significativa (tendrá sentido [sinn]) en la medida en que represente un estado de cosas lógicamente posible, para lo cual será imprescindible que los nombres que aparecen en esa proposición refieran a ciertos objetos del mundo. Otra cosa es que la proposición sea verdadera o falsa. Una proposición con sentido figura un estado de cosas posible; para que la proposición sea verdadera, el hecho que describe debe darse efectivamente (debe ser el caso), si el hecho descrito no se da, entonces la proposición es falsa; pero sea falsa o sea verdadera, la proposición tiene sentido, porque describe un estado de cosas posible. «El mundo es todo lo que sea el caso» [1]; la realidad [Wirklichkeit] será la totalidad de los hechos posibles, los que se dan y los que no se dan [2.06 y 2.202]. (2.1-2.225)

Lenguaje y pensamiento

Otra tesis fundamental del Tractatus es la identidad entre el lenguaje significativo y el pensamiento, dando a entender que nuestros pensamientos (las representaciones mentales que hacemos de la realidad) se rigen igualmente por la lógica de las proposiciones, pues: «La figura lógica de los hechos es el pensamiento» [3] o «El pensamiento es la proposición con sentido» [4]. De este modo, si algo es pensable, ha de ser también posible [3.02], es decir, ha de poder recogerse en una proposición con sentido (sea ésta verdadera o falsa). El pensamiento es una representación de la realidad. La realidad es aquello que se puede describir con el lenguaje (en este sentido, se aprecia que la realidad en el Tractatus es una imagen que resulta de un lenguaje descriptivo, y no una realidad en sí; por eso los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo).

Este es el modo en que Wittgenstein determina de qué podemos hablar con sentido y de qué no podemos hablar. Podemos hablar, o sea, decir verdades o falsedades, siempre y cuando utilicemos el lenguaje para figurar estados de cosas o hechos posibles del mundo. Sólo es posible hablar con sentido de la realidad. Este es el punto en que el Tractatus es interpretado como abogado del Empirismo o como una apología de la ciencia, ya que sólo la ciencia es capaz de decir algo con sentido; y «De lo que no se puede hablar, hay que callar» [Tractatus: § 7]. Ahora bien, el verdadero y original pensamiento de Wittgenstein empieza aquí. Si, como dice el Tractatus sólo es posible hablar con sentido de los hechos del mundo: ¿qué ocurre con los textos de filosofía y, en particular, con las proposiciones del propio Tractatus? En efecto, el Tractatus no describe hechos posibles ni hechos del mundo, sino que habla del lenguaje y de la lógica que rige nuestro pensamiento y nuestro mundo, etc..

Entra así en juego la polémica pero fundamental distinción entre decir y mostrar que el propio Wittgenstein consideraba el núcleo de la filosofía. La forma lógica y en general la Lógica no puede expresarse, quiere decir, no se puede crear una proposición con sentido en que se describa la lógica, porque la lógica se muestra en las proposiciones con sentido (que expresan el darse o no darse de un estado de cosas). La lógica está presente en todas las proposiciones, pero no es dicha por ninguna de ellas. En este sentido: «La lógica es trascendental» [Tractatus: § 6.13].

La lógica establece cuál es el límite del lenguaje, del pensamiento y del mundo, y de ese modo se muestra el propio límite que, obviamente, ya no pertenece al mundo, quedando fuera de ese ámbito de lo pensable y expresable. Es por ello que, como indica Wittgenstein: «Hay, ciertamente, lo inexpresable. Se muestra, es lo místico» [Tractatus: § 6.522]. La tarea de la filosofía es, entonces, precisamente, llegar hasta los casos límites del lenguaje, donde ya no hablamos del mundo pero, sin embargo, sí queda mostrado lo inexpresable. Este es el caso de las tautologías, las contradicciones y, en general, las proposiciones propias de la lógica.

Análogamente, tal y como se apunta hacia el final del Tractatus, la ética (o sea, aquello que trata de hablar sobre lo que sea bueno o malo, lo valioso, el sentido de la vida, etc.) es también inexpresable y trascendental [Tractatus: §§ 6.4-6.43]. La ética, lo que sea bueno o valioso, no cambia nada los hechos del mundo; el valor debe residir fuera del mundo, en el ámbito de lo místico. De lo místico no se puede hablar, pero una y otra vez se muestra en cada uno de los hechos que experimentamos.

En una carta que Wittgenstein escribió a su amigo Ludwig von Ficker (hacia 1919), dice que el sentido último de su Tractatus Logico-Philosophicus es ético; y a continuación añade:

«...mi obra se compone de dos partes: de la que aquí aparece, y de todo aquello que no he escrito. Y precisamente esta segunda parte es la más importante. Mi libro, en efecto, delimita por dentro lo ético, por así decirlo; y estoy convencido de que, estrictamente, SÓLO puede delimitarse así. Creo, en una palabra, que todo aquello sobre lo que muchos hoy parlotean lo he puesto en evidencia yo en mi libro guardando silencio sobre ello. [...] Le aconsejaría ahora leer el prólogo y el final, puesto que son ellos los que expresan con mayor inmediatez el sentido.» (fragmento recogido y traducido en la "Introducción" de Isidoro Reguera y Jacobo Muñoz (1986) a su edición del Tractatus Logico-Philosophicus, ed. Alianza, Madrid 2002; pág. ix)

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