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La cultura de la vida. Historia, orígenes, contexto y situación actual

Enviado por   •  17 de Diciembre de 2018  •  3.283 Palabras (14 Páginas)  •  419 Visitas

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Por lo tanto, partiendo ya de un somero análisis de estos dos conceptos, cultura y vida; volvamos la mirada a la reflexión que aquí atañe “Cultura de la Vida”. ¿Cuál es el estado real de nuestra sociedad gracias a la cultura actual? Los progresos del conocimiento y la tecnología, ¿Favorecen o perjudican nuestra calidad de vida? La calidad de vida que nos prometen los adelantos médicos y científicos, ¿Son realmente una calidad de vida cierta para nosotros? ¿Por qué es importante impregnar a nuestra sociedad con esta “cultura de la vida”? Hacernos estas preguntas, nos ayudará a tener una buena reflexión del tema y encaminarnos a la decisión correcta al respecto.

La verdad es, que vivimos inmersos en una cultura con profundas contradicciones, decimos una cosa y hacemos otra; la degradación cultural del hombre como producto de la ciencia moderna y el enorme crecimiento de su poder gracias a la nueva tecnología, ha hecho que el saber técnico sobre la vida humana no sólo haya tomado ventaja sobre la sapiencia y rehusado ser guiado por ella, sino que pretende reemplazar totalmente todo residuo del sentido del misterio, sometiendo el momento decisivo y delicado de ser concebido en un hecho de tipo técnico.

Son las ciencias de la vida y en particular la biotecnología aplicada, las mismas que nos hacen comprender que pueden ser usadas tanto para el bien del ser humano como en contra de él; como lo demuestra el uso desordenado que vivimos en el campo de la procreación artificial y la genética humana. Por eso, hoy más que nunca no debemos olvidar que el sentido último del trabajo científico es el servicio al hombre y a la humanidad, y que la justificación de toda transformación operada a través de la ciencia actúa en función de este fin, así, el gran reto de las nuevas generaciones de científicos es darle un nuevo sentido a la ciencia y sus aplicaciones; antes de que lleve al hombre a donde no quiere ir.

El hombre moderno, apoyado en los extraordinarios progresos de la ciencia y la tecnología, se considera emancipado de trabas seculares; la libertad se entiende como emancipación, ruptura con los más diversos tabúes; es lícito, incluso deseable, probarlo todo. Los valores del pasado dejan de merecer respeto, hay que innovar, ser original. El hombre ya no acepta tutelas de fuera, ya sea de la tradición, de la naturaleza o de la religión; lo propio de este nuevo hombre, es no aceptar más normas que las que él mismo se impone; está en condiciones de erigirse en soberano de su propia existencia.

El progreso, necesario e ilimitado, se convierte así en el gran mito de la modernidad. En cierto modo, ocupa ahora el lugar que tradicionalmente había correspondido al bien. Así, los calificativos ‘progresista’ y ‘bueno’ acaban identificándose y lo reaccionario es el mal absoluto, sin paliativos. Nada puede detener ese progreso, la ‘astucia de la razón’ ocupa el lugar de Dios en el gobierno del mundo; por lo que nuestra cultura científica y progresista cree poder prescindir de Dios. Si la salvación eterna deja de interesar, lo que ahora reclama nuestros cuidados es la salud. Así, la enfermedad y el dolor, el sufrimiento y la muerte son en este contexto la encarnación del mal, nuestros niños y jóvenes apenas tienen contacto con ella, no han visto a un muerto de cerca. No se soporta el sufrimiento y cuando no se consigue eliminar, la solución extrema es eliminar al propio sujeto que sufre.

Los clásicos concebían la existencia humana como un don, donde el éxito no estaba asegurado y un mal uso de la libertad podía llevarnos al desastre, al rechazo de Dios y a la adhesión a alguna cosa creada, finita, incapaz de colmar nuestras ansias de plenitud y la incertidumbre acerca del tiempo disponible para llevar a cabo la tarea daba una particular emoción a la aventura de vivir.

El moderno, por el contrario, pretende convertirse en único señor de su vida y su destino. Si la propia historia adopta un curso insatisfactorio, decepcionante, una posible reacción será entonces ponerle fin. Como muy bien supo ver Wittgenstein, “si se aprueba el suicidio, entonces todo estará permitido”, y lo que en un principio se considera un derecho, se convertirá en un deber, incluso contra su voluntad.

Así, entra en nuestro haber la "Calidad de vida", que se concibe como un amplio concepto que abarca tres significados: 1) Calidad del entorno en que vivimos; 2) Calidad de acción y 3) Disfrute subjetivo de la vida. La "Felicidad", se define como la apreciación completa de la vida en su conjunto, y que por lo tanto, depende de diversas cualidades del entorno vital, riqueza, libertad y relaciones personales. “Calidad de vida" y "felicidad" se equiparan con frecuencia. La frase "calidad de vida" sugiere que la vida es buena en todos los aspectos, de modo que una vida buena debería ser una vida feliz. Pero, ¿es esto realidad?

En cuanto a la calidad del entorno, las condiciones externas para una buena vida se equiparan con una vida llevadera en sí, por lo que un término más apropiado sería "vida cómoda". En cuanto a la calidad de acción, se tiende a centrar en una “buena salud”, tanto física como mental, por lo que en este sentido, la capacidad interna para tratar los problemas de la vida se equipara con la buena vida, así que el término más apropiado sería "capacidad para vivir" o "arte de vivir”. Y en cuanto al disfrute subjetivo de la vida, definitivamente es experiencia personal, cuánto le gusta a la persona la vida que lleva, independientemente de la evaluación externa, que nunca será una medición cierta, por ser sólo un reflejo parcial de la conducta.

Si bien es cierto que diversas características de la vida, que podemos considerar como cualidades por hacer “buena” la vida de la persona y brindar cierto estado de “calidad”, como la libertad y la autonomía entre otras. También es cierto que el aumento de la felicidad no siempre coincide con todas las cualidades aparecidas como el bienestar o la inteligencia personal, ya que pueden algunas veces, incluso reducir la felicidad.

Además, revisando algunos datos empíricos,[1] podemos considerar que el valor real de múltiples opiniones respecto a la felicidad proporcionada por estas cualidades de vida, no apuntan a un único modelo. Así, el término "calidad de vida" que sugiere que diversas cualidades coinciden más o menos y que la suma de las puntuaciones en estas dimensiones sea significativa, (razón por la que a menudo se equipare a "felicidad"); es un término realmente menos global de lo que parece; de ahí, que debamos emplear este término únicamente como indicativo

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