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La dignidad de los hombres en una sociedad que destruye la tierra.

Enviado por   •  11 de Febrero de 2018  •  2.026 Palabras (9 Páginas)  •  416 Visitas

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Si bien, la identidad de la Iglesia se encuentra fundamentada por la palabra misión, que se desarrolla de distintas maneras, ésta siempre tiene que tener como finalidad la salvación y el auxilio (no asistencialismo) de los pobres de Yavé. Por tal razón, el contemplar dentro de su misión una reflexión ecológica o ambiental, iluminada por la propuesta teológica cristiana, es una manera de llevar a cumplimiento la identidad propia de la Iglesia planteada por Jesucristo desde su vida y ministerio, una que en las distintas épocas de la historia siempre ha estado atenta a los signos de los tiempos, entrando en diálogo con las distintas culturas y así, sacando adelante, pese a las adversidades, el plan salvífico de Dios para con sus hijos.

Ahora bien, cuando nos acercamos a los documentos de la Iglesia, de manera especial, al desarrollado por la conferencia general de obispos latinoamericanos reunidos en Aparecida, nos encontramos con una sorpresa grande y es que, aunque toca el tema de la biodiversidad y la ecología en los lugares y poblaciones más vulnerables de Latinoamérica, lo desarrolla de manera muy puntual y sencilla, sin embargo, oportuna y valiosa, porque vale más poco, que nada, y el que ya se hable directamente de una explotación de los recursos naturales por parte de multinacionales extranjeras y sin la opinión de pueblos autóctonos indígenas, y que son los dueños de dichos terrenos, es un paso significativo en la reflexión que nuestra Iglesia hace en torno a este tema real y actual, que en ciertas ocasiones lo relegamos diciendo que es trabajo de otros.

El documento de Aparecida, que tiene como método el desarrollado por la teología de la liberación, es decir el de ver, juzgar y actuar, inicialmente plantea la problemática de la cual hemos hablado atrás, denunciando directamente los conflictos, que como continente, en su mayoría tercermundista, sufre por las grandes potencias, que interesadas solo en los bienes naturales y en la mano de obra barata, fijan su mirada en nuestros territorios para absorberlos y explotarlos. Dice textualmente el numeral 84: “En las decisiones sobre la riquezas de la biodiversidad y de la naturaleza, las poblaciones tradicionales han sido prácticamente excluidas. La naturaleza ha sido y continúa siendo agredida. La tierra fue depredada. Las aguas están siendo tratadas como si fueran una mercancía negociable por las empresas.[6]

Y más adelante anota, en el numeral 86, hablando precisamente de la contaminación en aumento que hay para con la fauna latinoamericana, un punto que es muy común en nuestro continente sureño, y es el de los auxilios con fines lucrativos que países subdesarrollados nos ofrecen para “mejorar nuestra calidad de vida”. Al respecto dice: La creciente agresión al medioambiente puede servir de pretexto para propuestas de internacionalización de la Amazonía, que sólo sirven a los intereses económicos de las corporaciones transnacionales,[7] lo cual daría paso para que los territorios selváticos se vuelvan propiedad de las multinacionales y dejen de ser parte de nuestros aborígenes, a lo cual variados documentos de la Iglesia Latinoamericana como Medellín, Puebla y Santo Domingo ha hecho hincapié.

Es realmente interesante lo que acota el documento de Aparecida en lo concerniente al abuso ambiental de los territorios Latinoamericanos, pero lastimosamente se queda en letra muerta, porque día a día, y gracias a grupos activistas ambientalistas, como por ejemplo los liderados por Andrea Echeverri y Héctor Buitrago, integrantes de la banda colombiana Aterciopelados, que en los últimos años se han interesado mucho por la problemática indígena, o a ONGS como Survival international, nos damos cuenta que el panorama sigue siendo el mismo en los distintos lugares de nuestro amplio continente, los dueños de casa siguen siendo exiliados a las grandes ciudades, donde pasan realmente situaciones precarias y las multinacionales empiezan a ser dueñas de lo ajeno, mutilando nuestros bosques y agotando nuestros recursos, llenando así un poco más la copa de la contaminación que está a punto de rebosar y dejar estragos en nuestra tierra.

Tenemos todas las posibilidades para lograr el cambio mediante un encuentro de lo medioambiental con lo Eclesial y lo social, para transformar así el ángulo de la mirada, y “mirar desde abajo” desde la liberación del continente, desde el directamente afectado por la problemática ambiental, y de esta manera considerar que todos los seres humanos formamos parte de la misma especie[8], y merecemos la misma dignidad de cualquier otro hombre del mundo, sea europeo, asiático o norteamericano.

La tierra reclama su dignidad y el hombre es el vocero de su indignación. No podemos como cristianos desconocer nuestra misión y hacernos los de “la vista gorda” ante una realidad que, aunque es cruel y un poco gris, tiene toda la posibilidad del cambio. Lo que necesitamos es unirnos como un fuerza transformadora y “promover una ecología humana abierta a la trascendencia que, respetando la persona y la familia, los ambientes y las ciudades, sigue la indicación paulina de recapitular todas las cosas en Cristo y de alabar con Él al Padre[9], para descubrir así una solución sostenible y equitativa a la problemática moral y ambiental que nos agrava.

Bibliografía

- Concilio Vaticano II. “Constitución dogmática, Gaudium et spes”. Editorial San Pablo. Bogotá 2006.

- Boff, Leonardo. “La dignidad de la tierra. Ecología, mundialización, espiritualidad. La emergencia de un nuevo paradigma. Editorial Trotta. Valladolid 2000.

- González A, Luis José. Ética ecológica para América Latina. Editorial, el Buho. Bogotá 1985.

- Conferencia General del episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida, Documento conclusivo. “Biodiversidad, ecología, Amazonía y Antártida”. CELAM, San Pablo, Paulinas. Bogotá 2007.

- AA.VV. Teología de la Ecología. EDITORIAL San Pablo. Bogotá. 1995

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