La herrumbre de los signos – Claudio Magris
Enviado por Eric • 7 de Febrero de 2018 • 1.815 Palabras (8 Páginas) • 353 Visitas
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∴ Lord Chandos experimenta la inadecuación del concepto, de la generalización y de la universalización (o empobrecimiento) que toda categoría implica, ya que para él, el mundo es un torbellino de elementos irreductiblemente individuales. Y así, se revela contra la destrucción del mundo causada por el lenguaje (como Nietzsche) que, como observa Cassirer, aniquila la inmediatez de la experiencia y la singularidad irrepetible. Para Hofmannsthal, la esencia de la singularidad permanece indecible (73-74).
∴ La representación lingüística imposible cede el paso a la presentación de la vida, no lingüística sino perceptiva: las cosas significan con vividez inmediata y se presentan como un todo. Paradójicamente, Lord Chandos habla en su texto de estas epifanías no lingüísticas, representa y sustituye con signos verbales (“palabras pobres”) esa plenitud de significado (74).
∴ Lord Chandos conoce y reconoce cada objeto de modo global, sin reconducirlo a clase alguna. Las cosas significan, más allá de la palabra. Todo quiere decir algo, todo está preñado de sentido, siempre que lo sepamos “pensar con el corazón”, con todo el ser inmediato y no con el lenguaje. Hofmannsthal se niega a incluir la semántica en la lingüística y a identificar significado con significado lingüístico (75).
∴ Proceso inverso en “Los colores” (Cartas del repatriado, 1907). En las pinturas de los maestros antiguos, la esencia de las cosas aparecía de un modo sereno y relajado; ahora sólo puede verse mediante la violencia con que asalta a los espectadores de los cuadros de Van Gogh (79).
∴ Lord Chandos es un místico sin misticismo; percibe el mundo y su propia conciencia como un hormigueo de unidades mínimas, de átomos no relacionados entre sí. En esos años la poesía vienesa suele recibir en clave mística los principios del empirismo. Finalmente, entre el empirista (que reduce lo real a los elementos simples que lo constituyen y que se agregan y disgregan en diversas combinaciones) y el místico (que vislumbra igualmente a Dios en el mar, el cielo o el estiércol) hay sólo una diferencia de lenguaje. El uno y el otro son pasivos ante el mundo: reciben de él una revelación en la que no pueden interferir (80-81).
∴ En cambio, con Andreas, Hofmannsthal intenta hallar la palabra límpida como verdad: realidad externa y realidad interior coinciden exactamente. En su viaje, todo significa, todo es portador de un sentido transparente: lo profundo habla en la clara superficie de las cosas (83).
∴ Pero en la Carta no sucede lo mismo: la palabra absoluta, que pretende expresar directamente la totalidad y la verdad, fracasa. Y así, Lord Chandos renuncia a ese signo vacío, que a su vez se torna indecente, por ostentoso y vanidoso, como dice uno de los protagonistas de El difícil (1921), un aristócrata desencantado que no abre jamás la boca en la Cámara Alta, silencio ligado a la reticencia a ordenar la vida de cualquier modo sistemático: “Mi punto débil es no saber ver casi nunca lo definitivo”. Perplejo ante la complejidad de lo real, incapaz de tomar partido por cualquiera de los argumentos siempre posible en una pugna, fascinado por el instante y reacio a fijarlo en una elección definitiva, el personaje de dicha comedia (Hans Karl) es un héroe de la indecisión y de la reserva, del donaire y de la evasiva (hacer referencia junto al Törless). “Toda palabra es una sobrevaloración indecente de uno mismo” (85-90).
∴ Ese hombre dubitativo y que se niega a elegir es característico de la literatura vienesa del ocaso de los Habsburgo: el emperador de Grillparzer, el hombre sin atributos de Musil: la imposibilidad europea de elegir entre opciones antitéticas e igualmente letales. Tal vez el austríaco había entendido antes que nadie que vivir significaba sobrevivir, y para ello había que diferir las decisiones definitivas, no dar muerte a ninguna posibilidad (90-91).
∴ El sentido de la vida brilla a través de la hendidura que impide al todo cerrarse de forma definitiva, una vida que permanece íntegra porque no ha sido despojada de sus posibilidades, de su capacidad de tornarse continuamente distinta a pesar de mantenerse fiel a sí misma. El vacío y la ausencia de lo definitivo es lo que permite a la vida revelar su sentido a pesar de los signos llenos de herrumbre; la crisis de la palabra y su enmudecimiento establecen las bases del gran estilo en lugar de generar su ruina (93-94).
∴ El gran estilo es ante todo arte de callar (94).
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