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La historia y el nacimiento de Dios, desde la propuesta del filósofo colombiano Nicolás Gómez Dávila.

Enviado por   •  13 de Septiembre de 2018  •  Ensayo  •  2.628 Palabras (11 Páginas)  •  390 Visitas

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La historia y el nacimiento de Dios, desde la propuesta del filósofo colombiano

 Nicolás Gómez Dávila.

El hombre siempre se ha preguntado por Dios desde muy distintas perspectivas y cada vez que lo hace recurre a lo más inherente a él, él mismo. Es así como en lo más simple: “en el silencio de los bosques, en el murmullo de una fuente, en la erguida soledad de un árbol, en la extravagancia de un peñasco” (Gómez, 2002, p. 48), podemos afirmar que  “Dios nace en el misterio de las cosas” (Gómez, 2002, p. 48).  Así mismo podemos decir, que para entender esto, debemos hacer un recorrido desde lo más humano y animal como lo es el uso de las herramientas, hasta lo más incondicionado que es su alma. El objetivo de este escrito es mostrar la empresa que acomete el filósofo Colombiano Nicolás Gómez Dávila, para dar cuenta de esto.  

Por lo anterior, hay que partir de la frase contundente que expone el filósofo bogotano en un  su libro  Textos,  en donde manifiesta: “Entre el nacimiento de Dios y su muerte se desarrolla la historia del hombre” (Gómez, 2002, p. 45). La importancia de este aparte demuestra el desarrollo  de un discurso que devela  la otra cara de la moneda,  no la científico-positivista, en la que estamos inmersos, sino que evidencia una complejidad humana, en tanto que  no puede ser  definida ni  categorizada, de manera suficiente,  por un ciencia o unas ideas de orden científico -   técnico,  que pretenden, en el orden de lo concreto  y lo transcendente, dar sentido,  vigencia  y explicación  a todo lo que experimenta, siente y vive  lo humano.  Por eso, presenta de  manera exaltante y poética la situación del hombre frente a Dios y lo que este significa para la historia y la vida humana.

Gómez Dávila, comienza deshilvanando lo que nosotros, una razón científico - evolutiva,  vemos como diferencia  entre lo  animal y lo humano, siendo estas  semejanzas.  Parte fundamental de esto,  lo encontramos en la siguiente afirmación “La humanidad ensambla con la espesa animalidad que la precede y el acto humano se acompaña de un gesto animal que lo anticipa: himenópteros humillan nuestras ambiciosas burocracias, la astucia de un felino avergüenza estrategas, un gorila enjaulado resuelve problemas de mecánica práctica” (Gómez, 2002, p. 45).  

En lo anterior, encontramos que lo que creemos como parte constitutiva de la razón humana, como la organización, el invento de herramientas, la estrategia  etc., y que no es una característica propia de la vida animal, en cuanto que no son conscientes, es sólo la pequeña tarea a la que tiene  que responder cualquier animal vivo,  frente a los retos que la vida concreta le impone.  Aunque el tipo de herramientas que elaboró el género  son mucho más complejas  a  la delos animales, todas tienden a un fin natural e intrínseco, la supervivencia de especie.

Es importante dejar claro que para el filósofo bogotano, las diferencias no radican en este tipo de consagraciones que creemos que son construcciones propias de la razón, de un ser evolucionado y consciente del mundo que lo rodea, sino que estas también representa la animalidad con la que estamos constituidos y que en gran medida hemos querido cercenar de nuestra conducta y negar por derecho propio,  la semejanza que late en nuestro actuar.

Por lo tanto,  la diferencia tiene que apuntar a otra cosa, no a lo que meramente se nos presenta como evidente; sino que la misma aparición de este, el hombre,  repercute en la ruptura de la continuidad biológica. Por así decirlo y como lo muestra el filósofo bogotano, no estamos sustentados en diferencias físicas y postreras, sino en la forma en como organizamos  el mundo que se nos presenta, en lo que la existencia entrevé, de por sí, en la construcción  de sentido y legitimidad que encontramos en una elaboración racional,  sistemática y categórica  de una ciencia. Es por lo anterior, que la ciencia que hace parte constitutiva de ese sentido que los humanos le dan al mundo, en el cual lo dividen, lo ordenan, lo definen y lo someten,  es a su vez la que nos permite darnos cuenta de que hay algo más que la razón humana y que todo lo que hemos creado está vacío de sentido,  porque nuestra existencia  exige más de lo que creemos que nos es suficiente.  

 A raíz de lo anterior, Gómez Dávila hace latente su posición a esa idea evolutiva que tanto ha permeado la razón humana y que es insuficiente para dar sentido a esa exigencia que es siempre  inconforme: “pero ni la victoria de los grandes saurios secundarios, ni los monstruos hormigueros de las selvas tropicales, prefiguran las anhelos colmados de nuestro ser inconforme” (Gómez, 2002, p. 46).  Por así decirlo, la evolución no puede ofrecer una explicación sobre algo que se mantiene constante en lo humano, eso que nos mantiene en una búsqueda constante de lo que manifiesta  “nuestro ser inconforme” (Gómez, 2002, p. 46)  y que lo empuja a reconocer otros ámbitos de posibilidad de su existencia.

En Notas,  otro libro escrito por Nicolás  Gómez Dávila,  encontramos  más clara su posición  por la  idea de evolución y las consecuencias que esta trajo al tratar de manera ambiciosa,  por las consciencias humanas, de exceder sus límites en tanto que esta ofreciera un sentido y una explicación a todo el orbe de la condición humana.  Ante esto Gómez Dávila nos expresa lo siguiente, “El siglo XIX creyó encontrar en ella la explicación definitiva del universo: toda parecía aclarase cuando era posible considerarlo evolutivamente. Imaginaron que el problema consistía tan sólo en buscar, para cada sistema autónomo, los elementos más simples y, una vez hallados, en introducir la idea de evolución. Una explicación semejante parecía luminosa y suficiente. Nada es hoy más misterioso. ” (Gómez, 2003, p. 64).          

 Por lo pronto es importante afirmar que el hombre no nace, como se piensa, cuando nace la ciencia, el yo, que lo hace merecedor de eso que Gómez Dávila llama una “insólita evidencia” (Gómez, 2002, p. 47). Esta, se presenta en algo más fundante de lo humano, otorgando  un  punto de partida, en donde es el “[…] Terror, que invade toda vida ante la incertidumbre o la amenaza, se sustituye el horror sagrado” (Gómez, 2002, p. 47). Por lo pronto, hay que entender que el hombre no puede desprenderse de sus facultades animales, ni mucho menos porque esa potencia, la razón, se sume a estas.  La sola razón tampoco es suficiente, aún en el ejercicio de dar una razón suficiente y una explicación de sentido a  esa presencia extraña, que es permanente,  y lo agrieta. Por lo anterior  Gómez Dávila nos dice lo siguiente “En el silencio de los bosques, en el murmullo de una fuente, en la erguida soledad de un árbol, en la extravagancia de un peñasco, el hombre descubre la presencia de una interrogación que lo confunde” (Gómez, 2002, p. 47). Esta presente interrogación que confunde al hombre, exalta  la presencia de eso que subyace en  el silencio de los bosques, en el murmullo de las fuentes, y  que contra resta,  en toda su potencia y orgullo, las técnicas y teorías propias que a la razón humana le ofrecen un  sentido efímero en el  mundo.  

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