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Un analisis del concepto de perdon desarrollado a partir de la doctrina de las virtudes de Aristóteles en la Etica nicomaquea

Enviado por   •  22 de Marzo de 2018  •  2.861 Palabras (12 Páginas)  •  549 Visitas

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Sabiendo que las virtudes son elecciones y, como quiera que, de un lado, no se nos declara virtuosos o viciosos por tener pasiones, así como tampoco se nos podría alabar o censurar por airarnos o temer, pues no depende de nosotros, así pues las virtudes no son ni pasiones ni potencias, lo que solo querría decir que son hábitos.

Agrega que, como quiera que no basta con decir que la virtud es un hábito, sino que es preciso decir cuál, se hace necesario sostener que toda virtud perfecciona la buena disposición de aquello cuya virtud es, y produce adecuadamente su obra propia. Así pues, la virtud del hombre será entonces aquel hábito por el cual el hombre se hace bueno y gracia al cual realizara bien la obra que le es propia.

Asevera que la virtud tiene por materia pasiones y acciones en las cuales se peca por exceso y se incurre en censura por defecto, mientras que el término medio obtiene la alabanza y el éxito. En consecuencia, la virtud es una posición intermedia, puesto que apunta al término medio.

Afirma que los actos humanos son de tal naturaleza que se malogran tanto por defecto como por exceso, y pone como ejemplo la gimnasia diciendo que tanto la gimnasia exagerada como la insuficiente debilitan el vigor, y otro tanto pasa con la comida y la bebida que tanto en exceso como en defecto malogran la salud, en cambio cuando se suministra en la medida adecuada desarrolla una buena salud. De igual forma sucede con la templanza, la valentía y las demás virtudes. Así pues, la virtud del hombre valiente se malogra en su exceso cuando se convierte en un hombre osado y por defecto cuando es un cobarde.

Al asegurar que tanto el exceso como el defecto malogran las virtudes, en tanto que estas se conservan por la medida, Aristóteles define su doctrina del término medio, en donde cada virtud es un medio entre dos vicios. Agrega que estas tres disposiciones, de las cuales dos son vicios, una por exceso otra por defecto y una la que está en el medio, la virtud, se oponen todas a todas de cierta manera; los extremos son opuestos al medio y entre sí, y el medio a los extremos, pero para el defecto y el medio son opuestos el exceso como lo es para el exceso y el medio el defecto.

Finalmente, asegura que así como el mal pertenece al infinito y el bien a lo finito y de una sola forma es el acierto, de la misma manera es fácil fallar y difícil acertar; la virtud es un hábito selectivo, y es propio del vicio el exceso y el defecto. Lo difícil resulta obrar conforme a la virtud, es decir en el término medio.

Pese a lo anterior, Aristóteles afirma que, no toda acción permite una posición intermedia, pues es absurdo pretender que en la injusticia, en la cobardía y el desenfreno pudiese haber un medio, un exceso y un defecto, porque entonces habría un medio del exceso y del defecto, y un exceso del exceso y un defecto del defecto.

El perdón como virtud

La doctrina moderna sobre la justicia transicional contempla al perdón como un dualismo[2], en donde se sitúa de un lado al perdón y del otro extremo a la venganza; se concibe el perdón como oposición a la venganza, reconociéndose solo dos opciones en las que o se es sujeto de perdón o presa de la venganza. Pero tal visión se presenta errada a la luz de la doctrina de los medios que describe Aristóteles en el análisis que hace de las virtudes. Utilizando tal fórmula del término medio desarrollado en la Ética Nicomaquea ubicare inicialmente al perdón en la posición intermedia, ósea como la virtud, y en uno de los extremos a la venganza.

La venganza no es otra cosa que regresar el daño del que se ha sido víctima. Es de dos tipos, institucional o privada, institucional cuando es el Estado quien, a través del derecho castiga al infractor imponiéndole una pena, y privada, cuando es el agraviado o el grupo que lo rodea (amigos, familia, tribu) quien por su propia mano deciden tomar represalia contra el agresor y así devolver el mal que se les ha causado.

La venganza institucional resulta ser la opción más deseable, pues a través de los años se ha depurado de tal manera que el resarcimiento de la ofensa es apenas una de las finalidades de lo que ahora se conoce como la pena, y que la constituyen la prevención, la retribución y la resocialización, y que funciona meridianamente bien en los estados de paz. Pero como nuestra preocupación en este estudio se desarrolla en un escenario de posconflicto, no nos detendremos en su estudio.

De otro lado la venganza privada se funda en la ira y por lo tanto su práctica degenera en una cadena de actos vengativos que buscan resarcir nuevos daños y que hacen interminable el conflicto. La antigua Ley del Talión “ojo por ojo”, y “diente por diente” refleja esta concepción vengativa de la idea de hacer justicia. La venganza nos impulsa a obrar en contra de aquel al que percibimos como nuestro enemigo por habernos ocasionado un daño, a hacer justicia, según lo que sentimos que debe sucederle, para exteriorizando el odio y el rencor que nos domina. La venganza privada fue la primera forma de hacer justicia que conocieron los hombres, hasta que se organizó la justicia como institución, para poder evaluar los hechos y condenar de modo más objetivo. Pero tal venganza ha mostrado ser subjetiva y por tal motivo desproporcionada.

Pero pese a que la venganza podría considerarse el vicio por defecto, al tomarse por la ausencia total de perdón, este, como vemos, no es sino la materialización del resentimiento, que no siempre se presenta como el opuesto al perdón. La venganza solo es el la deformación del deseo de hacer justicia.

Es así que para determinar cuál es el vicio opuesto al perdón, debemos acudir a la definición de concepto de perdón:

La palabra perdón es un compuesto de los vocablos latinos, per que significa paso o dejar pasar, y don que quiere decir regalo, con lo que se expresa que el perdón implica dejar de lado una ofensa, renunciando al castigo material o moral que podría ser considerado como resarcimiento, ya sea a pedido del ofensor o por propia decisión del agraviado. Lo anterior implica que frente a la opción de dejar pasar la ofensa se nos presenta la opuesta, que no es otra que no dejarla pasar, guardar el dolor y hacer que la vida gire alrededor de la agresión sufrida, convirtiendo la ofensa en resentimiento, y con ello victimizándose indefinidamente.

El resentimiento puede llevar a la venganza, o al menos a la idea de ella, pero no necesariamente la víctima busca vengarse, más bien lo que sucede es que permite que el sentimiento de dolor se perpetúe en su alma. Es por ello que es el resentimiento

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