Vida, pasion y muerte del mexicano
Enviado por Ledesma • 5 de Febrero de 2018 • 2.137 Palabras (9 Páginas) • 1.226 Visitas
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Octava etapa. Capítulo ocho. La misa de domingo.
Se habla sobre la religión católica que es la que tienen normalmente todos los mexicanos y no porque uno la haya escogido sino porque en esa se nació y uno como buen mexicano en esa se debe quedar, no importa que no la practique nunca, ni que nunca vaya a misa. Él es católico, aunque sea de palabra.
El mexicano hereda una religiosidad tal como la entiende, la vive, la siente y la práctica. Arriba, la acción providente de Dios; abajo, la conformista espera del hombre. Por un lado, el amor a Dios y por otro, el amor al prójimo. En este polo, la salvación del alma; en el polo opuesto, la salvación del hombre. Hasta aquí termina la religión, desde aquí comienza la vida. Al concluir la misa del domingo, concluye también la expresión de la fe. Menciona los diez mandamientos el cómo las adapta a como quiere el mexicano y dice que las cumple al pie de la letra, pero nadie las cumple.
Novena etapa. Capítulo nueve. La enfermedad.
Cómo vive las enfermedades el mexicano. Se sugieren remedios, se discuten tratamientos, se comparan médicos, se aventuran funestos desenlaces, se mantiene la esperanza que muere al último. Se habla sobre cómo eran las medicinas, las formas de curarse que tenían los indios aztecas y el que no ha cambiado su forma mágica de aliviarse a la que tiene el mexicano hoy en día.
Los pobres no pueden ser sanos. Dice que hay muy pocos médicos, enfermeras y trabajadores de la salud para las personas. Empleados y obreros se la pasan sacando fichas y haciendo colas en el Instituto Mexicano del Seguro Social y en el ISSSTE, aunque todavía el setenta por ciento de la población no recibe sus servicios. Con lo que el verdadero médico del enfermo es él mismo. No hay medicamento que contenga las virtudes del mezcal, el pulque, el tequila, el sotol.
Curan reumas, tonifican nervios, fulminan resfriados, restañan heridas del corazón.
Décima etapa. Capítulo diez. La muerte. Cuenta la muerte de un teniente y que sucedió inesperadamente, llegaron médicos y más personas a atenderlo pero no lo pudieron salvar. En México se expresan a la muerte con tales nombres como la calaca, la pelona, la canica, la copetona, la catrina, la mocha, la dientona, la huesuda, la flaca, la descarnada, la tilica, la tembeleque, la tilinga, la pachona, la afanadora, la pepenadora, la pálida, la chirifusca, la china Hilaria, la jijurria, la tiznada, la tía de las muchachas, la madre Matiana, la güera, la jedionda, la cuatacha, todo eso es la muerte ciriquisiaca y, si se pone uno elegante, es además la novia fiel, la amada inmóvil, la hora de la verdad, la parca cruel, la dama de la guadaña. El mexicano disfraza sus ganas de vivir, su miedo de morir, en gestos de indiferencia, expresiones irrespetuosas y actitudes de desprecio; se ríe de la muerte porque sabe reírse, de la muerte y de la vida. Hablan de lo que pasa la familia a la hora de velar al familiar ya difunto, el tener que repetir las mismas palabras a todas las personas que lleguen y sentir el dolor de decirles cada vez. El momento de entierro donde todos se ponen mal y lloran mucho más de lo que ya lloraron en toda la noche, la hora de la muerte como bien dice le duele más al que se queda que al que se va y es mucho más difícil también para el vivo, pero no queda de otra.
Pienso que actualmente ya somos un poco más diferentes al mexicano que describe el autor, tal vez ya son más los jóvenes que en lugar de casarse decide estudiar en lugar de ser boxeador o algo parecido. Es un libro que a mi parecer dice la verdad de lo que es el mexicano, hay muchas cosas que en realidad sí son ciertas, sí las hacemos y no entiendo el porqué, pero también hay muchas que yo no he vivido ni experimentado, no sé sí porque eso se acostumbra más en el centro del país que en el norte y yo siempre he vivido acá.
Es cierto que cada quien es lo que aprendió en la escuela, en su casa, los prejuicios que tiene y súmale los que copio de alguien más, al igual que las manías, tabúes y estas cosas se las vamos transmitiendo a nuestras generaciones sin saber lo que en realidad estamos haciendo. El mexicano pide cultura, respeto, educación y justicia; pero no se involucra en ello.
El libro me pareció interesante, los primeros capítulos más que los demás, quizá porque son con los que encontré más parecido conmigo misma. Deja enseñanzas y mi frase favorita fue: La vida del mexicano empieza cuando alguien dice jubilosamente “ya habla el niño”, termina cuando alguien solloza con suspiros y dice “ya no habla”. Es una historia de palabras.
(Peñalosa Joaquín, Vida pasión y muerte del mexicano)
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