1968 – 1973 EL FINAL DEL RECREO
Enviado por Jerry • 24 de Enero de 2018 • 12.104 Palabras (49 Páginas) • 438 Visitas
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Europa occidental -junto a los Estados Unidos- conformaba el campo abonado para la ola contestataria de 1968. Libertad y prosperidad parecían obvias a una generación desconocedora del trauma de la Segunda Guerra Mundial. Los gobiernos y partidos tradicionales, confiados en la legitimidad que el auge económico aportaba a la democracia, podían esperar una crítica al sistema planteada desde las organizaciones comunistas, siguiendo el modelo clásico de sus movilizaciones, pero se encontraban desprevenidos para hacer frente a una juventud; especialmente universitarios, que irrumpió cuestionando los fundamentos de la sociedad surgida de los años del progreso material y rechazando el triunfo profesional como valor supremo del reconocimiento social. Consumisrno, productivismo, tecnocracia imperialismo surgían, entre los estudiantes, como las nuevas formas de control y dominación de un capitalismo avanzado cuyo resultado era un individuo alienado, privado de libertad. Las nuevas generaciones negaban, igualmente, el derecho exclusivo de representación de los partidos establecidos (izquierda o derecha) y las tradicionales estructuras de autoridad-familiares, educativas, religiosas... -planteando mecanismos para la emancipación individual, la autogestión o la formulación de una verdadera democracia participativa. Falta de libertad, expresión del autoritarismo, propia del capitalismo y de las democracias populares. «Al este del Elba todo es real menos el socialismo», afirmaría Dutschke, líder del 68 alemán.
El sincronismo de las movilizaciones -París, Berlín, Frankfurt o Milán- hizo pensar en un complot internacional como su causa originaria. Una óptica errada. La rebelión estudiantil -que cogió por sorpresa a la mayoría de observadores- no urgió de la simple espontaneidad de sus protagonistas, sino que encontraba sus orígenes en una serie de procesos múltiples gestados con anterioridad.
Desde una perspectiva ideológica la protesta halló sus referentes teóricos en la filosofía de la contracultura y los pensadores de la Escuela de Frankfurt (Herbert Marcuse, Jürgen Habermas o Theodor Adorno). La Escuela de Frankfurt centraba su análisis en el estudio de las relaciones sociales y los modos de organización política en las sociedades industriales avanzadas, a través de una forma particular de revisión del marxismo, motivada por el interés de adaptar ese cuerpo doctrinal a la nueva situación del mundo creada por el capitalismo tardío, que había acabado con el impulso revolucionario de las masas y las manipulaba hasta hacerlas dóciles al sistema. De todos sus teóricos, fue Herbert Marcuse quien se convirtió en el auténtico inspirador de los movimientos estudiantiles. En sus obras, caso de El hombre unidimensional, los universitarios encontraron la explicación teórica del sistema que rechazaban y la justificación para su combate. Marcase denunciaba que la alienación en las sociedades capitalistas no era sólo económica; la ciencia y la técnica eran instrumentos claves de dominación en el siglo XX los progresos técnicos se habían puesto al servicio de la represión provocando una sociedad que tendía al totalitarismo mediante la uniformización política, económica y técnica, y la formación de un hombre unidimensional, tras haber perdido una de sus dimensiones: la de la autonomía, el humanismo, los valores idealistas. Los obreros, junto a los técnicos, eran casi una clase más del sistema; por ello sólo estudiantes marginados y pueblos antiimperialistas podían provocar la revolución que destruyese el orden.
Paralelamente a la divulgación de este pensamiento, surgieron un conjunto de formaciones y organizaciones, la "Nueva Izquierda", resultado del escaso atractivo y de la decepción que despertaban los partidos tradicionales de la izquierda, excesivamente burocratizados, dogmáticos y muy implicado en la vida institucional. Muchos de los protagonistas del 68 se formaron en esta Nueva Izquierda así como en distintos grupos de extrema izquierda, desde el trotskismo hasta los libertarios. En un plano similar, los primeros años de la década de los sesenta vivieron movilizaciones que como la lucha a favor de los derechos civiles de las comunidades negras en Estado Unidos, las marcha antinucleares y las acciones pacifistas prepararon el terreno. En concreto, la solidaridad con el pueblo vietnamita y el rechazo a la intervención militar norteamericana sería la seña de identidad común y catalizador de las protestas de 1968.
En el marco de la evolución social, recuerda Jaime Pastor, el largo proceso de expansión económica d de la postguerra favoreció el crecimiento demográfico la consolidación de una clase media, la generalización de la enseñanza universitaria y el acceso masivo a la misma de un creciente número de jóvenes procedentes de aquello sectores sociales. Estos cambios permitieron la concentración de una capa estudiantil, mucho más numerosa que en el pasado, adquiriendo rápidamente conciencia de su propia y diferenciada identidad, configurándose como un colectivo social en aumento y potencialmente autónomo frente a una mayoría adulta.
La sociedad internacional también contribuyó a dinamizar el comportamiento contestatario de la juventud. La descolonización, el tercermundismo, el anti estalinismo y las luchas antiimperialistas ilustraban -a su manera - un inconformismo frente al orden mundial y la viabilidad de unas construcciones sociales diferentes a la del mundo capitalista o socialista. China, tras la ruptura con la URSS, afrontó entre 1965 y 1969 la "Revolución Cultural" alentada por Mao y ejecutada por lo "guardia roja" (estudiantes y obreros), cuya características antiburocráticas predominaban frente a los planteamiento neoestalinistas. Por aquella época la operaciones norteamericanas en Vietnam topaban con la resistencia de Ho Chi Minh, mientras las revoluciones argelina y cubana abrían una nueva fase de esperanza en los pueblos del Tercer Mundo. Ese contexto mundial, afirma Jaime Pastor, ofrecía ante la «juventud occidental una nueva imagen del comportamiento de quienes aparecían como víctimas del orden internacional: de actores pasivos se habían convertido a través de la lucha en sujetos activos y ejemplo a imitar». Sus líderes se elevaron a la categoría de mitos: Ho Chi Minh encarnaba un doble combate, primero contra el colonialismo francés y después al imperialismo de Washington; Mao Tse-tung simbolizaba la resistencia al "social-imperialismo" soviético, y Castro y Ernesto Che Guevara, el bastión cubano ante el "gendarme del mundo". En 1968 multitud de pancartas levantadas por los universitarios occidentales reivindicaban al trío revolucionario: Mao, Che, Ho Chi Minh.
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