ETNOGRAFÍA Si pensamos en las Sagradas Escrituras
Enviado por Helena • 26 de Septiembre de 2018 • 4.723 Palabras (19 Páginas) • 359 Visitas
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que aún quedaba el señor Ángel Corro. Aquel pescador al cual Gamboa le enseñó todo lo que sabía.
Al ser un lugar tan pequeño, Lerdo de Tejada está en su totalidad habitado por generaciones completas de familias que desde siempre han residido ahí; es por esto que se podría decir que todos se conocen. Fue así que gracias a mis abuelos, quienes llevaron una gran amistad con parte de su familia, tuve la oportunidad de sentarme a charlar con don Pablo y don Miguel Ángel Corro, dos de los nietos del difunto Ángel Corro.
En primera estancia, don Pablo me recibió en su casa, una acogedora construcción hecha de material con techos de lámina, para luego guiarme directo al patio y por consiguiente hacia su cuarto de trabajo, el cuál mantenía cerrado con cadena y candado.
Cuando le propuse contarme sobre la vida de su querido abuelo, pude observar que sobre su rostro se mostró una amplia sonrisa llena de sinceridad y nostalgia. Era bastante claro que tenía mucho que contar sobre -como él lo describiría en un principio-, “la mayor de sus inspiraciones en su vida”.
Después de cruzarse de brazos y ponerse cómodo sobre su silla, tomó una enorme bocanada de aire y tan solo se dejó llevar por los recuerdos.
Desde muy pequeño, a Don Ángel Corro Romero, originario de Tlacotalpan, Veracruz; lo que siempre le distinguió de los demás niños de su comunidad fue su humildad y la atención que le mostraba a las personas que de alguna u otra forma llegaran a necesitar de él. La educación que su familia le dio fue lo que al crecer hizo de él un hombre hecho y derecho con garra de trabajar y salir adelante.
Fue en su lugar de origen en donde conoció al amor de su vida, la joven María Isabel Rodríguez con quien empezó una relación. Poco después decidieron juntarse en matrimonio, pero les fue bastante difícil, ya que los padres de la susodicha no le permitían desposarse con su amado a menos que éste cambiara su fe cristiana por la católica.
Los padres de María Isabel eran católicos hasta el hueso, y a pesar de que la familia de Ángel era firme en cuanto a sus creencias cristianas, le permitieron sin oposición alguna este sacrificio, ya que estaban seguros que cuando dos personas se amaban lo suficiente, ya nada más importaba.
Al poco tiempo, tuvieron una gran celebración a lado de todos los integrantes de sus familias y sus amigos del barrio, en donde disfrutaron hasta que todos quedaron por completo “hasta las chanclas”. María y Ángel empezaron a construir un hogar después de por fin haber tenido la boda de sus sueños.
Corro disfrutaba de la pesca mucho más que como sólo un simple trabajo. A él, le era fascinante el llevar a sus hijos a las lagunillas y pasar un buen rato de diversión en su compañía mostrándoles de lo que se trataba el trabajo de verdad. Esa era una gran recompensa, al igual que al llegar a casa su esposa se dedicara a preparar un delicioso caldo con el producto que el trabajo arduo le acababa de proporcionar.
Tan solo un par de años más tarde, Don Ángel, su esposa y sus tres hijos, Pablo, Rafael y Francisco, llegaron a Lerdo de Tejada por contingencias del mal tiempo. Tuvieron que cambiar de locación debido a una grave inundación. La pérdida de sus pertenencias fue bastante dura, pero aun así juntos trabajaron para poder reponerse de la tragedia que la madre naturaleza les había puesto en frente.
Cuando la familia Corro llegó a Lerdo de Tejada, las familias de su nuevo barrio fueron como siempre muy hospitalarias. Sobre todo la familia Gamboa. Rápido los Corro fueron haciendo amistades que sin saberlo, durarían por muchas décadas.
Ángel al no poder seguir con su trabajo como pescador por el momento, tomó un trabajo como repartidor de leche y otro en la refaccionaria de bicicletas de “El abuelo” Moisés. Sus hijos le ayudaban con cualquier trabajo pequeño que encontraran. Fue así como poco a poco se fueron reponiendo de sus cosas materiales.
Un día domingo, don Ángel se encontraba como de costumbre con su familia de paseo en el zocalito enseñando cómo girar el trompo a sus pequeños, cuando Isidoro Gamboa, quien llevaba ya todo el día buscándole al fin se topó con él y le propuso que lo ayudara con su negocio.
Este constaba en llevar su ya bastante popular nieve de coco en carretillas modificadas por diversas calles del pueblo para que así fueran accesibles para los demás habitantes; ya que al distribuirla él solo, no podía cubrir con su ruta todas las zonas en donde requerían de esta. Tal como el barrio de la colonia Poza Rica.
Corro Romero aceptó la oferta, y así Gamboa se dio a la tarea de mostrarle el secreto de la receta y sobre todo, a enseñarle con precisión cómo era el proceso de elaboración de la nieve, ya que don Ángel no estaba para nada familiarizado antes con aquello.
Todo debía hacerse por completo a mano, incluso los artefactos para la elaboración; como los rayadores de coco, los cuales eran latas de aluminio con hoyos hechos por clavos. Las coladeras, hechas de aluminio y tela de mosquitero. Las enormes tinas de madera para el hielo, y las paletas para moverlo hasta que tome consistencia. Todo.
La técnica consistía en meter el tanque a una tina larga de madera con varias capas de hielo picado y sal gruesa, empezar a darle vueltas, y cuando el producto se empezara a endurecer, se debía comenzar a paletear con fuerza pero también cautela. Si el producto se endurecía de más, no se podía paletear para que creciera y tomara la consistencia adecuada.
Pronto, con arduo trabajo y mucha práctica, Ángel Corro aprendió a la perfección cómo elaborar la nieve de coco y se convirtió en socio de Gamboa, deleitando así con el delicioso postre a cada vez más y más gente del pueblo y otras localidades cercanas.
Al igual que Isidoro, Ángel inculcó a sus hijos de edades muy tempranas a la elaboración y venta de la nieve, como tal tradición familiar. Pero fue solo uno de ellos, Pablo, quien conforme iba creciendo, en verdad le tomó cariño a esta práctica. Los demás solo encontraron su vocación en otros oficios, tales como la venta de zapatos y la mecánica.
Con el paso de los años, la popularidad de la nieve de coco era más que evidente, y eran cada vez más las imitaciones que otras familias lanzaban a
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