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El imaginario paisajistico en el litoral y el sur argentinos

Enviado por   •  8 de Abril de 2018  •  7.052 Palabras (29 Páginas)  •  274 Visitas

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La ciencia misteriosa y profunda del baqueano ya no garantizaba el éxito, en un aspecto debían coincidir los defensores de las diferentes tácticas guerreras: era necesario conocer el desierto.

Las cartas geográficas construidas durante la primera mitad del siglo XIX son elocuentes tanto del desconocimiento empírico como del retraso de los instrumentos de transcripción.

La insuficiencia del material cartográfico obtenido es notable: la pampa aparece solo como una extensión vacía, y muchos datos se basan en viejas leyendas.

La década del 50 retomó la obsesión rivadaviana por el catastro y el mapa. El Departamento Topográfico fue restablecido sobre sus bases originarias en julio de 1852, y reorganizado en 1858, pretendiendo ser modelo de un futuro departamento a nivel nacional.

El retraso en el conocimiento empírico del terreno de las pampas y la Patagonia resalta cuando notamos que, en esta obra de tan vastos alcances, sólo se compilan cartas e informes muy anteriores, basándose en particular en Buenos Aires y las provincias del Rio de la Plata.

Para las vastas áreas desiertas, la Patagonia o el gran Chaco, el conocimiento geográfico serviría para presentar la naciente republica ante el mundo, propagandizando los posibles beneficios de inversión y inmigración.

Hacia los años 70, ya resultaba claro que los trabajos no debían limitarse al registro de los hechos topográficos.

Cada vez con más frecuencia se convoca a una variedad de ciencias para llevar a cabo las misiones de exploración y documentación, y las instituciones incipientes se orientan hacia una mayor definición de las diversas competencias.

Los avances cartográficos realizados desde Buenos Aires en esta década están todos relacionados con la guerra contra el indio.

Las distancias, los rumbos y la situación respectiva de los lugares responden ahora a la verdad científica que es verdad matemática. En cuanto a las distancias, son de consideración las diferencias que se notan entre lo calculado por el galope del caballo y lo comprobado por instrumentos infalibles.

La campaña de Roca corona esta articulación entre ciencia, técnica y objetivos militares.

Manuel Olascoaga tiene a su cargo la recopilación cartográfica posterior a la campaña, y en ella queda clara la transición entre dos épocas.

Desaparecen los espacios en blanco en el mapa, desaparecen las leyendas y las indicaciones vagas; el único acontecimiento transcripto es el avance militar. Con este conocimiento, dice Olascoaga, se “levanta el velo del misterio del desierto”, se le “arrebata al indio su secreto” y, con él, se le arrebata su existencia.

Fue la tarea silenciosa del agrimensor, acompañado el avance de la frontera, la que destruyó sistemáticamente las formas de habitar indígenas. Por cierto que las naciones indígenas de entonces no vivían como lo habían hecho sus antepasados.

La imagen que trasunta la larga descripción del poblado es la antítesis del caos.

La construcción de una nueva Arcadia

El terror al indio iba quedando atrás, y el problema principal radicaba en el carácter esquivo de las formas de sociabilidad indígena.

Es la mezcla no controlada la que le repugna: un contacto entre civilización y barbarie inesperado e incomprensible.

Moreno intentará reconstruir la pureza original en el paisaje, una vez que los indios han sido vencidos y expulsados, utilizando para ello los medios de las ciencias naturales.

Lo que más irrita a Moreno es la renuncia de los indios a ser medidos y clasificados según los parámetros de normalidad de las ciencias positivas.

Desde la década del cincuenta se dirigen a promover expediciones con carácter exclusivamente científico.

En estos años en que se conforma la particular mentalidad cientificista en esta orilla del Rio de la Plata: la que presenta la voluntad de transformación activa del territorio del nuevo Estado con el perfil objetivo de la ciencia. Las ciencias de mayor éxito en esas décadas son las que abren caminos a acciones concretas y también aquellas orientadas a construir una “historia natural” para la naciente república.

Desde los primeros años posteriores a la organización nacional, se llevan a cabo ambiciosos programas de descripción científica del país: el encargo a Martin de Moussy de la summa geográfica de la Confederación.

Se funda el Museo de Paraná con la finalidad de disponer de un centro difusor en el extranjero de la imagen argentina, imagen en clave científica.

Del vasto territorio de la Confederación, se puso especial empeño en el realce de las riquezas minerales.

La obsesión por presentar la riqueza minerales antes que la riqueza del reino natural como clave del país se perderá con la unidad definitiva del país y la consecuente hegemonía de la imagen que difundirá Buenos Aires.

Asistimos a una modalidad de conocimientos que obsesionará a los naturalistas del setenta: la colección personal de objetos, se realzaran las riquezas de la pampa y el sur argentino de las que se destacan aspectos que nada tienen que ver con la riqueza metálica.

A quién atraviese las áridas tierras pampeanas no sólo le está reservado el placer de los hallazgos arqueológicos y geológicos, los nuevos secretos que el paisaje descubre, sino también, al término de la travesía, una de las más bellas escenas al pie de los Andes: el idílico país de las manzanas y sus variados alrededores.

La pampa apenas alteró, después de los reconocimientos científicos y militares, los clisés que los románticos habían fundido: amplia, plana, con el hito del ombú y la parsimonia del gaucho.

Por otro destino le esperaba al corazón encerrado del desierto a las míticas manzanas. Se trataba de tierras limítrofes con Chile.

EL JARDÍN

Durante los años previos a la organización definitiva de la nación en 1880, una de las imágenes más recurrentes para imaginar un futuro promisorio en la campaña era la del jardín.

la imagen que articulaba agricultura, tecnología e inmigración parecía compartida, en Buenos Aires, por diversos sectores de opinión.

La imagen geórgica era seductora: iba necesariamente acompañada de la estabilización de la propiedad y consecuentemente de las jerarquías sociales, pero también de un módico

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