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El nuevo Resumen de El Orden Conservador (Natalio Botana)

Enviado por   •  4 de Diciembre de 2018  •  18.073 Palabras (73 Páginas)  •  478 Visitas

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La Crisis del ‘80

Las presidencias provinciales de Sarmiento y Avellaneda, no estuvieron exentas de disturbios: Sarmiento enfrentó los levantamientos de Peñaloza y Varela, mientras que Avellaneda tuvo que trasladar la capital a Belgrano por el levantamiento autonomista del gobernador porteño Tejedor. La connivencia de los autonomistas porteños con los federales provincianos se quebró en 1880, con los enfrentamientos de Puente Alsina, Barracas y Los Corrales. Este fue el combate definitivo, que dirimió la hegemonía porteña o de un poder central. La oficialidad del ejército se dividió en dos bandos, nacionalistas y autonomistas. Y Julio Roca era el oficial que aglutinaba a los nacionalistas. Había participado en las represiones contra Peñaloza y Varela, participó de la Guerra del Paraguay y con la muerte de Alsina, fue el general más laureado, tras lograr la Conquista del Desierto.

Desde su posición de expedicionario militar, Roca tejió una amplia red de contactos con los gobernadores del Interior, quienes pronto comprendieron que el fin de un gobierno central subordinado a la hegemonía porteña se basaba en la unión de los nuevos líderes políticos provinciales, y la nacionalización de la ciudad de Buenos Aires. El primer objetivo se cristalizó rápidamente en una Liga, con centro en Córdoba. La Liga de Gobernadores apoyó inmediatamente la candidatura presidencial de Roca, en 1879, frente a la oposición porteña autonomista, liderada por el gobernador (y candidato a presidente) Carlos Tejedor.

La Liga de Gobernadores impuso a su candidato al Colegio Electoral, desatando la insubordinación de Tejedor. Avellaneda y Sarmiento hicieron un llamado conciliatorio, pero el mismo Roca aceptó el desafío marchando desde Rosario: el poder central no se impondría por medios conciliatorios, sino por medios coercitivos. Roca triunfó en las tres batallas mencionadas, y Buenos Aires se subordinó al poder central.

Roca formalizó y consolidó sus logros mediante dos leyes del 8 de diciembre de 1880: Buenos Aires quedaba bajo la exclusiva jurisdicción del gobierno central, y se prohibió la formación de ejércitos provinciales. El gobierno de Roca se inauguraba bajo el lema de “paz y administración”. No obstante la seguridad de sus excelsos propósitos, existía un enorme interrogante: ¿Cómo lograr que las provincias, luego de casi tres cuartos de siglo de autonomías, se subyugaran a un poder central organizado y decidido? ¿Cómo lograr que el recientemente conquistado territorio nacional se organizara, con una precaria identidad nacional que no servía de aglutinante? Todas estas expectativas convergían en el gobierno central, que se encontraba bajo una mano férrea capaz de consolidar estos objetivos. El gobierno, que contaba con la legitimidad constitucional decidiría quiénes seguirían en sus funciones gubernamentales y quien sería desplazado, en función a su adhesión o rechazo a la propuesta nacional. El poder central se fortalecía, al amparo de un federalismo controlado.

Capítulo II: La República Posible

Regímenes políticos y legitimidad

Un poder supremo se constituye mediante la subordinación de sectores de poder a uno más amplio, que por definición es supremo. Esto plantea dos interrogantes: a)- ¿Cómo serán los vínculos de subordinación de parte del poder central con respecto al resto? Esto hace referencia a la organización y distribución del poder b)- ¿Cuáles serán las reglas de acceso y de ejercicio del poder? La elección de los gobernantes y sus límites.

La estructura institucional de un régimen se asienta sobre una constelación de intereses materiales y de valores que justifican la pretensión de algunos miembros de una unidad política de gobernar al resto. El grupo de poder traduce sus propios intereses y valores en una creencia compartida que hace de norma para regular las relaciones de poder, que puede dividirse en dos tramos analíticos:

- consagrar una fórmula prescriptiva o principio de legitimidad que no sólo pretende gratificar intereses materiales reivindicados por grupos y clases sociales.

- Los actores procuran traducir las fórmulas en una creencia compartida con respecto a la estructura institucional del régimen y en un acuerdo de las reglas de sucesión. De esta serie de acciones puede resultar una fórmula operativa o sistema de legitimidad que vincula las expectativas, valores e intereses de los actores con las instituciones del régimen y las reglas de sucesión. Creencia y acuerdo, dos conceptos analíticos que calificarían el proceso de legitimación.

El régimen político es evaluado en base a las decisiones de un grupo político dominante; que se pueden estudiar en base a una doble mirada: por un lado, según las metas definidas, los medios seleccionados y la imposición de recompensas y sanciones. Por otro lado, el marco que resulta de dichas decisiones, que creará el contexto en el cual se produce la contienda de la cual resultará el ejercicio del poder político.

Alberdi y su fórmula prescriptiva

Hay una contradicción entre el principio de monarquía autoritaria y república electiva. Las fórmulas republicanas o demócratas daban el poder a ámbitos más amplios que las antiguas aristocracias. Los intentos conciliatorios entre los valores del Antiguo y el Nuevo Régimen, llevaron a infructuosos intentos de fórmulas prescriptivas, que sirvieron de sustento a Alberdi, para la creación de un proyecto institucional. La fórmula alberdiana se institucionalizó en la constitución de 1853, y sobrevivió a las crisis de impugnaciones políticas entre la hegemonía porteña o provinciana, siendo reflotada en 1880, con un nuevo proyecto político, que la tomaron para justificar su acción política.

Por otra parte, el programa prescriptivo alberdiano tiene ciertas particularidades que lo hicieron perdurable, y útil como fundamento del régimen que se planeaba instaurar en la década de los ’80. Primeramente, establece un fundamento del origen del poder, y en segundo lugar, delinea un programa futuro.

La legitimidad fundacional debía cristalizarse en una constitución. Los campos específicos sobre los cuales se proyecta el programa futuro, son: la inmigración, la construcción de ferrocarriles y canales navegables, la colonización de tierras de propiedad nacional, la introducción y establecimiento de nuevas industrias, la importación de capitales extranjeros y la explotación de los ríos interiores.

Para el alcance de estos fines, debía reemplazarse la población hispanoamericana, tradicional

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