HISTORIA SOCIAL DE LA CIENCIA Y LA TECNOLOGIA EN LA ARGENTINA
Enviado por Christopher • 29 de Noviembre de 2017 • 8.930 Palabras (36 Páginas) • 678 Visitas
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Basándonos en estas premisas, los Estados Unidos establecieron desde los albores de la ciencia nuclear dos estrategias disímiles. Entre 1940 y 1949, se fundaron en una política restrictiva, en donde solo la nación del norte podía disponer de los recursos físicos y humanos para el desarrollo atómico tanto en términos bélicos como pacíficos. A partir de la primera prueba nuclear exitosa de la Unión Soviética en Agosto de 1949, la consecuente pérdida del monopolio tecnológico y la presión de diversas corporaciones privadas a razón de crear un “mercado nuclear” (Hurtado, 2014: 73) Estados Unidos favoreció, de forma muy segregada, la divulgación de conocimientos técnicos y la exportación de recursos estratégicos hacia otros países interesados en la materia. El programa “Átomos para la Paz” lanzado en 1953, es quizás la forma más acabada de esta estrategia. Su propósito incluía la capacitación de científicos y técnicos extranjeros en su país, la libre oferta y demanda de instrumentos científicos para la experimentación nuclear y la exportación del único combustible autorizado: el uranio enriquecido. “Átomos para la Paz” abogaba por el uso pacífico de la tecnología, pero en verdad pretendía consolidar un nuevo monopolio ya no basado en términos científicos sino en términos económicos.
Por su parte Argentina y Brasil dieron sus primeros pasos en el manejo de la tecnología nuclear con distintas características y condicionamientos. En el caso argentino la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) en 1950 por decisión del Poder ejecutivo nacional a manos de Juan D. Perón (1946-1955) implicó que toda investigación, promoción e investigación en materia de energía nuclear con fines pacíficos quedaran subordinadas a esta institución gestionada desde una compleja pero fértil alianza entre la comunidad científica argentina y las Fuerzas Armadas. Más allá de iniciar esta marcha con un duro y bochornoso tropiezo, al invertir en un proyecto pseudo científico bajo la dirección del físico austriaco Ronald Richter[6], pronto científicos como José Antonio Balseiro, Mario Báncora, Manuel Beninson, Pedro Bussolini y Otto Gamba corrigieron el rumbo con miras de generar avances que permitan la generación de energía y obtener una posible solución a la dependencia de los combustibles fósiles importados. Aunque los inicios de la era atómica hallaron a la nación rioplatense en una posición de incomodo aislamiento en materia política y científica a raíz de la tensa relación entre Washington y Perón; Argentina con un modesto presupuesto obtuvo importantes avances en esta década. Para Mayo de 1951, la CNEA había adquirido de la empresa holandesa Philips el primer sincrociclotrón para deuterones de la región, y un pequeño acelerador de partículas Cockrft-Walton (Hurtado, 2014: 64). En 1953 y por presión de los físicos del país, se logro que la totalidad de los minerales estratégicos para el desarrollo de le Tecnología Nuclear quedaban bajo dependencia exclusiva de la CNEA y sin posibilidad alguna de exportación. En abril de 1955 se creó el Instituto de Física de Bariloche bajo la dirección de Balseiro (Hurtado, 2014: 67). Esta casa de estudios tenía como intención hacer hincapié en la formación de técnicos e ingenieros orientados a la ciencia atómica, con el objetivo de lograr un importante caudal y acervo de recursos científicos en la materia. Por último, ya sin Perón, pero bajo la misma línea de acción tecnopolítica; el 17 Enero 1958 la CNEA puso en estado crítico el RA 1, un reactor nuclear de experimentación de 100 Kw construido íntegramente por ingenieros y técnicos argentinos, luego de rechazar la oferta de venta de un reactor Argonaut por los Estados Unidos (Hurtado 2005: 2). Si bien Argentina no accedió a este reactor por medio del ofrecimiento que permitía el programa “Átomo por la Paz”, aprovechó la instancia para enviar profesionales argentinos a los EEUU para su formación. De ese modo el reactor construido se basó en los planos del mismo Argonaut. La opción de Argentina de construir su propio reactor se basaba en lograr mayor participación de su industria local en los procesos y así encarar sus ambiciones con mayor autonomía frente a la agresiva política norteamericana desplegada para adueñarse del prometedor mercado.
Aun hoy, se discute si la reacción del RA1 fue la primera del hemisferio sur. Argentina y Brasil debaten dicho logro como si de una competencia atlética se tratase. El segundo se adjudica dicho éxito en septiembre de 1957, aunque aduce que en su momento no hizo una declaración oficial, por cuestiones de inteligencia. De ese modo, la primera reacción atómica en cadena “oficial” de Brasil se obtuvo el 24 de Enero de 1958. Pero para alcanzar dicho objetivo debió atravesar mayores pormenores que su país vecino (Hurtado 2005: 4).
Ya desde la década de 1930 era sabido que Brasil era una de las principales reservas mundiales de arenas monaziticas, un importante material estratégico de origen mineral que se destaca como fuente natural de torio, lantano, cerio y por sobre todo uranio. Este temprano hallazgo, cuando aún era impensado el valor y los alcances de la energía nuclear condicionó a Brasil a partir de un acuerdo bilateral celebrado en 1940 con los Estados Unidos. A partir de dicho acuerdo Brasil se comprometía a vender 300 mil toneladas de arenas monaziticas por año a un precio de 30 dólares la tonelada; valor que estaba por menos de la mitad del mercado (Medeiros de Castro, 2006: 13). Además el contrato, impedía que Brasil pueda por si solo realizar la separación de Uranio y efectuar el enriquecimiento de este elemento para fines experimentales. Es decir que una nación que constituía una de las mayores reservas de Uranio del planeta, no podía contar ni tan solo con un 1 gramo de dicho elemento.
En 1951, bajo la gestión de Gentulio Vargas (1951-1954) por consejo del Almirante Álvaro Alberto da Mota e Silva se creó el Conselho Nacional de Pesquisas (CNPq) a modo de contar con una institución que establezca una dirección en la materia. En ese mismo año da Mota e Silva le propuso a Vargas crear una legislación que le permitiría a Brasil proteger y disponer de sus recursos estratégicos. La creación de la CNPq significaría un gran avance para Brasil (Medeiros de Castro, 2006: 14). No obstante Estados Unidos le ofreció a dicha institución complejos y costosos aceleradores de partículas de 21 y 170 pulgadas diseñados en Chicago para iniciar sus primeros trabajos experimentales. Brasil abonó millonarias sumas aun no esclarecidas por dichos artefactos. El país sudamericano recién en 1960 pudo acceder a la tecnología y la experiencia de sus técnicos capacitados en Estados Unidos para poner
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