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Historia de la Educación Argentina y Latinoamericana

Enviado por   •  28 de Diciembre de 2018  •  28.078 Palabras (113 Páginas)  •  385 Visitas

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Para Gonzalez Arrili, Rosas es culpable de:

Mal hijo: Insultó vilmente a su madre, faltó el respeto al padre, huyó del hogar por desobediente y rebelde, transformó y mutiló su apellido (Ortiz de Rozas y Osornio por Rosas)

El futuro Restaurador, apenas adolescente, logró forzar la cerradura y escapar como Dios lo trajo al mundo, dejando una esquela en la que doña Agustina y don León pudieron leer: "Me voy sin llevar nada de lo que no es mío".[5]

Jamás regresaría a su hogar, nunca reclamaría ni un centavo de la abundante herencia familiar y además tampoco se llevaría el apellido ya que de allí en más pasaría a llamarse Juan Manuel de Rosas, suprimiendo el "Ortiz" y modificando la "zeta" de Rozas por una "ese". [6]

Mal Hermano: Su hermano fue acusado y denigrado desde el medio oficial de la mazorca. Ciriaco Cuittiño fue jefe del cuerpo policial de serenos, manejado por la Sociedad Popular Restauradora. El cuartel de Cuittiño estaba ubicado en las actuales calles Chacabuco y Chile, en tanto el llamado Cuartel de los Restauradores se hallaba en Defensa, entre México y Chile, solar que después ocupó la vieja Casa de Moneda, Ciriaco que manejaba el medio oficial se encargó de acusar públicamente al hermano del Gobernador y El mismo Juan Manuel de Rosas ordenó su arresto.

Fue un mal padre: Despreció a su hijo varón, legítimo y a su hija, manuelita le hizo pasar su juventud trabajando para él. El gobernador recibió varios pedidos de mano. No se conocen los nombres de los que acudieron a declararle el amor a su hija, ya que Rosas apenas contó que tuvo más de cuatro ofrecimientos y los rechazó. En cuanto a la festejada joven, no demostraba demasiado interés por los galanes. Porque su corazón tenía dueño. Máximo Terrero supo sortear la estricta vigilancia del padre y también logró lo que nadie: conmover los sentimientos de la pretendida mujer.[7]

Manuelita, con 36 años, resolvió desobedecer al padre y casarse por fin con Terrero. Don Juan Manuel lo consideró una traición porque ella le había prometido que jamás se casaría. Enojado, no asistió al casamiento, aunque sí envió el regalo: un álbum con el árbol genealógico de la familia. Con el tiempo, el celoso padre terminó aceptando a su yerno. Manuelita obtuvo el perdón. Esta vez, para ella.[8]

Fue un mal patriota: En lugar de participar de la guerra de independencia, se fue al campo a marcar vacas. No colaboró en la guerra con el Brasil.

Fue un cobarde: Envió a sus generales a luchar, el no iba al frente. De la batalla de Caseros huyó tres horas antes de terminar la batalla. No afrontó las consecuencias de su tiranía. Se refugió en la Legación Británica y en la noche custodiado por soldados extranjeros, se embarcó para Inglaterra. ¡Ah, criollo!.

Rosas, herido de bala en una mano, huyó a Buenos Aires. En el «Hueco de los sauces» (actual Plaza Garay) redactó su renuncia:

«Creo haber llenado mi deber con mis conciudadanos y compañeros. Si más no hemos hecho en el sostén de nuestra independencia, nuestra identidad, y de nuestro honor, es porque más no hemos podido».

Pocas horas después, protegido por el cónsul británico Robert Gore, Rosas se embarcó en la fragata británica Centaur rumbo al exilio en Gran Bretaña.

A Buenos Aires empezaron a llegar los primeros fugitivos a las 11:00 horas, anunciando la devastadora derrota. Pronto la ciudad quedó acéfala y se iniciaron los saqueos de parte de grupos de vándalos mientras Mansilla se mostraba incapaz de detenerlos, permitiendo finalmente que tropas de las flotas extranjeras entraran en la urbe para proteger a sus ciudadanos, diplomáticos y sus propiedades.

Además de la ejecución de Chilavert y varios oficiales rosistas en el campo de batalla, todos los sobrevivientes del Regimiento de Aquino fueron fusilados sin juicio, y sus cadáveres colgados de los árboles de Palermo de San Benito, la residencia de Rosas ocupada por sus vencedores. Tiempo después fueron enjuiciados y ejecutados los miembros del escuadrón de represión rosista conocido como La Mazorca, figurando entre ellos Ciriaco Cuittiño y Alem.

Rosas abandonó a su gente.

Fue un Ladrón: De ello lo acusó Mitre en plena legislatura de Buenos Aires y han andado los años sin que nadie lo desmintiera. Una de las varias maneras de robar “sin dejar rastros” que tenía se explica detalladamente en mi “Vida del General Guido”[9].

Fue un canalla: Si bien cometió muchos crímenes viles, uno de ellos es el peor. Envió a fusilar a Camila O’gorman y al fruto de su vientre por el delito de haber amado a un cura.

Fue un farsante: Hizo farsa de la religión con todas las paternidades bufonescas que lo rodeaba, hizo farsa de la patria para acaparar el negocio saladeril. Hizo farsa de la muerte de de sus amigos y de su mujer, la famosa Heroína. Hizo fara del susto de los curas y párrocos que ponían su retrato en los altares y colocaban divisas punzó en el pecho de las imágenes de los jesuitas a quienes permitió volver al país. De los intelectuales que despreció y exilió. De los profesores universitarios que dejó sin sueldo. De la universidad que clausuró. Del federalismo en el que no creyó jamás, según su propia confesión, De la unidad nacional que no le convino. De la constitución que evitó cuidadosamente.

Proceso Criminal contra Juan Manuel de Rosas

[pic 9]

En agosto de 1856, la Comisión de Negocios Constitucionales del Senado de Buenos Aires formalizó la presentación del “caso Rosas”, al que declaraba “reo de lesa patria por la tiranía sangrienta que ejerció sobre el pueblo y por haber hecho traición a la independencia de la patria”.

El Gobernador Juan Manuel de Rosas es juzgado en ausencia y tres fallos unánimes sancionan con la pena de muerte por los delitos comunes cometidos por el “Restaurador de las leyes”.

En 1877, Rosas muere en South Southampton. En buenos aires disponen una ceremonia religiosa en memoria y los alumnos le piden al Rector del Colegio Nacional Buenos Aires unas palabras. José Manuel Estrada, el Rector, se dirige a sus alumnos el 24 de Abril de 1877 previniéndolos contra el intento de disponer un funeral en memoria del tirano, muerto pocos días antes:

“Tiranizó por tiranizar, tiranizó por deleite, por vocación, a impulsos de no sé qué fatalidad orgánica, sin dar al país la paz que prometió,

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