LA NACION COMO CUESTION REGIONAL
Enviado por Ninoka • 23 de Diciembre de 2018 • 6.067 Palabras (25 Páginas) • 333 Visitas
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Esta seria brevemente resumida la historia de “lo político”, (lo que une por encima de lo que divide) (14), en el siglo pasado, es decir una especie de fractura a nivel de la idea nacional, que por antagónica seria irreconciliable. Pero como explicar que “paradójicamente”, los grupos contendientes del siglo XIX lograran legitimarse políticamente en el siglo XX, a pesar del antagonismo del mito antinómico. ¿Como pudo el país vivir este tipo de esquizofrenia política durante casi dos siglos?
Una de las ideas que puede contribuir a esclarecer estas difíciles preguntas es tal vez la de heterogeneidad geográfica. Es decir la que se expresa en las diferencias del clima, de la latitud, y que desde la antigüedad están en el origen de la idea de las diferentes “razas” y de los hijos de Dios, desde luego antes del descubrimiento de América, pues el Nuevo Mundo nunca figuro en la Biblia. Heterogeneidad, que esta en la base del problema que examinamos, o sea, el de la dificultad de unir por el símbolo lo que es diverso en la realidad.
Uno de los primeros en plantear el problema de la diversidad manifestado por la heterogeneidad étnica, fue BOLIVAR. El veía desde la carta de Jamaica y mas precisamente en su “ojeada” del Discurso al Congreso de Angostura (15), el gran peligro de la obsesión unitaria. Peligro que se escondía detrás de la idea de heterogeneidad geográfica, que a su vez, es la que subyace al discurso político excluyente desde que MONTESQUIEU escribió “…que la cobardía de los pueblos de climas calidos los haya casi siempre vuelto esclavos, y que el coraje de los pueblos de climas fríos los haya mantenido libres” (16).
Del desarrollo de esta idea de unidad nacional en el pensamiento Bolivariano, se ha ocupado URUEÑA largamente en sus escritos recientes (17), lo mismo que de este tipo de ideas en otros autores del siglo XIX como José Maria SAMPER y Sergio ARBOLEDA (18). Del aspecto puramente geográfico, es decir de “la influencia del clima sobre el carácter de los pueblos”, y de las consecuencias políticas sobre la unidad o el gobierno de los mismos, (pues como decía BURDEAU, “nadie gobierna una multitud”), son muy pocos los trabajos críticos.
El primer análisis sobre la materia corresponde tal vez al sabio CALDAS (22), y es a su vez, el primero que critica precisamente la visión determinista de MONTESQUIEU, muy en avance para su tiempo, cuando prácticamente todos los pensadores eran deterministas. La visión de Pedro Fermín de VARGAS, por ejemplo, perteneciendo prácticamente a la misma generación, volvía ha insistir sobre la heterogeneidad de los climas como problema para gobernar los pueblos de la Nueva Granada (23). Y salvo BOLIVAR, a quien injustamente se le atribuye ver en el pueblo Venezolano un “…pueblo pervertido, no hábil o no capaz para el ejercicio de la democracia y el disfrute de la libertad” (24), pocos autores se plantearon la necesidad de construir la nación teniendo que contar con las diferencias raciales, climáticas, y de carácter propio a cada región. Todos los ensayistas querían seguir el modelo europeo buscando afanosamente un mito nacional que uniera lo que, en la naturaleza y la cultura, era heterogéneo.
Lo asombroso de la situación es que BOLIVAR, siendo el también hijo de una época determinista, haya pasado a la historiografía como estando bajo “…la influencia nefasta de MONTESQUIEU” (25), cuando es tal vez uno de los pocos ensayistas de la época a poner en entredicho esa suerte de determinismo por el cual los pueblos de la América Tropical no podían ser gobernados sino por medios despóticos (26). Al contrario, la mayoría de ensayistas, como buenos hijos de la época, tomaron por “científicas” las lecciones del gran maestro francés.
GOMEZ MULLER, por ejemplo, muestra como esta búsqueda de la imposible unidad ante la heterogeneidad climática y racial, sirve es mas bien como ideología para dominar por la fuerza al pueblo. Estudiando a José Maria SAMPER, en la mitad del siglo XIX, lo que el llama la “ideología de la exclusión”, muestra, “Una correlación tan necesaria como enigmática ligando, de una parte, a la altura en todos los sentidos del termino, la civilización y el frío, y de la otra, lo bajo, en sus múltiples acepciones, la barbarie y el calor” (27). Así deduce del pensamiento de SAMPER, una especie de narcisismo blanco, que “hace que Europa constituya el solo fundamento posible de la identidad…”.
URUEÑA plantea, que mas que a los argumentos “racialistas”, lo que SAMPER buscaba era responder a preguntas, de cómo gobernar un país inmenso y diverso, en donde las regiones parecían mas una fuerza centrifuga que centrípeta: “como conciliar los opuestos interese de tantas provincias, cuyas condiciones de todo genero eran divergentes? Esto era imposible, y en breve lo demostró una dolorosa experiencia. Encadenadas regiones tan heterogéneas a un solo sistema legislativo y administrativo, se hizo necesaria la ruina de Colombia…” (28). Por ello proponía mantener la “…esencia de la nacionalidad en las leyes comunes aceptadas en la Constitución. De ahí que, en su pensamiento, revocar una Constitución no sea solamente anular la Republica, sino también la nacionalidad misma, pues equivale a destruir el principio que une lo heterogéneo, y a anular lo que los colombianos tienen en común” (29).
Salvo estos análisis, todavía en su etapa de elaboración, la historiografía del siglo XIX, no parece plantearse el problema de la obsesión unitaria, como una etapa importante en la formación de la nación, problemática que se agrava al agregársele el de la nostalgia identitaria, como vamos a ver.
LA NOSTALGIA IDENTITARIA
Contraponiendo SAMPER a Sergio ARBOLEDA, para mostrar, de que modo ideas comunes a ambos, como la de la heterogeneidad racial y territorial, llevan a conclusiones diferentes, URUEÑA, analiza la manera como la unidad por lo político, es decir por lo de “la ley una para todos” de SAMPER, no es suficiente a ARBOLEDA para unir lo heterogéneo. Este ensayista replantea el problema de la obsesión unitaria, afirmando el fundamento de la democracia, como de todo gobierno, y además, la regla a la que debe someterse en el ejercicio de su poder” (30). Así, al vacío de la unidad producido por la heterogeneidad racial de origen geográfico (alto, bajo, frío, caliente), y que evidentemente la ley no puede unir, se le agrega la necesidad de la identidad como pre-requisito de la nacionalidad, idea que triunfa finalmente en la Constitución de 1886. Así se unía por lo homogéneo, por lo idéntico, por el mínimo común denominador, en este caso la religión, lo que el poder político
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