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PIQUIÑA un alias singular

Enviado por   •  21 de Diciembre de 2017  •  2.217 Palabras (9 Páginas)  •  263 Visitas

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Hace unas tres semanas en Neiva un domingo por la mañana, estando la ciudad vacía si tanto ajetreo de gente, de carros y de vendedores por todas partes, estabas acostado en el piso durmiendo, todo sucio el piso, la ropa, tu piel llena de suciedad, con un olor a mugre revuelta con sudor, por su aspecto de mendigo, de indigente, rebuscando en la basura los sobrantes de comida para saciar el hambre y pidiendo plata para calmar la ansiedad del vicio que cada momento lo está consumiendo y llevándolo a la destrucción total. Esa elegancia que demostraba en sus tiempos de apogeo o de gloria ya no queda ningún rastro, esos trajes elegantes se cambiaron por unos harapos feos y sucios, desgastados por el uso excesivo, ya no tiene ese guardarropa para cambiarse cada vez que se percuda, esos tiempos quedaron atrás, nada los puede devolver. Cuando estabas donde Alfonso el de los dulces se me acerco diciendo que estabas aprendiendo a dominar la buenas energías, dominar algo que mejoraría su vida y las que pudiera el ayudar, diciéndome que la comunicación con el todo poderoso era muy fácil, que en cualquier momento y que miraría las cosas que le estaban pasando a él y a sus amigos, que los amigos lo apartaron y que apenas él se arrima ellos se retiran de donde estaban, que él se da cuenta de su deprimente estado y sabe que no por ello la gente debe abandonarlo; le comunique por que no se arreglaba mejor, porque en la fachas que se encontraba no cualquiera lo dejaba arrimar, que dependía de él y su rehabilitación que las persona lo aceptaran; te acuerdas cuando tus familiares te llevaron para la casa en el desierto y usted mismo se dio cuenta que la mejoría fue bastante, pero el maldito vicio que tus familiares no te proveen, te aparta de ellos y viajar para Nieva otra vez a continuar con los vicios y la degeneración personal.

En ocasiones recuerdo el viejo piquiña, ese niño inocente que no se preocupaba por nada más que sus padres, es grato mirar atrás, pensar en esa paz y tranquilidad que tenía en mi humilde pueblo, pero caí en las garras del vicio y la despiadada ciudad sin pensarlo me dio cachetadas en la cara una y otra vez y jugo con migo como al gato y el ratón.

Han pasado 56 años de su nacimiento, son tantas vicisitudes, tantos problemas, tantos embates de la vida, tantos golpes que han diezmado su fuerza.

Ya no queda nada de aquel hombre moreno bien parado de 1.80 de estatura, 95 kilos, manos fuertes y piernas largas, al ver hacia atrás solo se ve una migaja de hombre reducido a miseria, vuelto mierda por la fascinante ciudad.

Por mucho tiempo su fuerza era otorgada por su esposa, luego llego ese milagro llamado hijos, Camila Perdomo lo hizo padre hace 21 años por primera vez regalándole a Lorena, la niña de sus ojos, 4 años más tarde su segundo y último hijo Fernando.

Todo parecía un cuento de hadas lleno de amor y felicidad pero 5 años luego del nacimiento de Fernando, Camila tomo sus cosas, nuestros hijos y se marchó para la ciudad de Cali en el valle del cauca.

Han pasado 12 años que no se comunica con su esposa ni con sus hijos, siempre esperando expectante darse cuenta de lo peor.

A pesar de su locura mental y esquizofrenia ocasionada por la drogadicción y el consumo de alcohol es una persona de buenos sentimientos sin rencor alguno por su esposa, hijos, familiares y mal llamados amigos quienes le han dado la espalda desde aquella frustrante caída de donde aún no se levanta y quizás nunca lo haga.

Verlo hablar y sonreír recordando sus aventuras e historietas es algo fascinante y nos hace dar escalofrió de ver como una mala decisión puede marcar nuestras vidas para siempre.

Verlo buscar sobras en la basura es deprimente luego de saber que era fiel asistente de los restaurantes más costosos del país, ahora su menú son sobras de alguien más y dice comer bien y sentirse a gusto con su situación actual, no extraña las lujosas suite de los hoteles ya que asegura las mejores noches se pasan debajo de un puente con su tarrito de bóxer, observando las estrellas, dialogando con sus compañeros de calle, amenizados por una vieja botella de cunchos de cervezas y cualquier cosa que contenga alcohol.

La humildad es un don que pocas personas tienen, piquiña no era uno de ellos, le toco aprender a la mala, valorar y extrañar todo aquello que logro conseguir con tanto esfuerzo y sacrificio y que perdió en segundos a causa del monstruo de las drogas.

El dulce aroma de mi hogar, el dulce aroma de mis padres, el dulce aroma de mis hijos y mi cálida esposa, ya se fueron para siempre solo el recuerdo los trae a mi mente, son interminables noches de vagar por las calles de esta ciudad que no en su mejor manera, pero me brinda lo suficiente para apañármelas todos los días y seguir en esta lucha interna que se vive en las selvas de cemento llamadas ciudades.

Somos pocos los sobrevivientes de esta guerra sin cuartel, las drogas, cada día reclutan más y más gente a través de los medios de comunicación, las novelas estúpidas, las noticias amarillistas, la radio embustera e hipócrita y las malditas modas que importamos de los otros países, somos huilenses y nos llenamos de orgullo por nuestra tierra, la defendemos a capa y espada y terminamos envueltos en cortinas de humo por nuestros gobernantes mediocres que nos desangran los bolsillos todos los días, somos tan estúpidos que nos llenamos de orgullo y vemos como pintan y limpian la ciudad entera solo para el san pedro nuestra fiesta popular, preparamos el inventario de locos para ver cuantos nos dejan este año, vivimos solo de apariencias y falsas religiones, estas murallas llenas de huecos donde se percibe la maldad, donde vivimos de olores fétidos, donde vivimos corroídos por la envidia, estamos inundados del chisme y nadie hace nada por personas como piquiña,

Pero a pesar de todo esto queremos y adoramos la ciudad, sus lujos y sus problemas de movilidad, adoramos sus 37 grados centígrados, adoramos el centro lleno de vendedores ambulantes que no dejan ni caminar, adoramos los policías y agentes de tránsito corruptos, adoramos los ladrones extranjeros, adoramos la mendicidad, adoramos los trabajadores de semáforos y olvidamos lo realmente importante la humanidad, los hombres, nuestros niños que son nuestro futuro pero así y con todo eso ADORAMOS NUESTRA CIUDAD.

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