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Resistencia pagana frente al avance del cristianismo.

Enviado por   •  29 de Marzo de 2018  •  4.058 Palabras (17 Páginas)  •  287 Visitas

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Ambrosio, Obispo de Milán, redacta cartas al Emperador rechazando de plano lo solicitado y rebate punto por punto lo argumentado por Símaco; y advierte que, si se accede a las peticiones, el Emperador sería excomulgado de la iglesia cristiana; el emperador es consciente de que este hecho traería profundas consecuencias políticas, debido a que se vería enfrentado a la aristocracia cristiana y a las grandes masas urbanas convertidas al cristianismo. Ambos escritos fueron leídos ante el emperador, quien dijo: "Mi padre no destruyó los altares, y nadie le pidió tampoco que los reconstruyese. Yo seguiré su ejemplo y no modificaré el estado de cosas".[13]

Debate entre Quinto Aurelio Símaco y San Ambrosio.

A fines del siglo IV, Ambrosio, obispo influyente, asume la defensa del cristianismo mediante cartas dirigidas al joven emperador Valentiniano II (epístolas XVII y XVIII). Allí, no sólo marca su oposición a la restitución del Altar, sino que debate uno a uno los diferentes argumentos presentes en la petición de Símaco. Para un análisis más completo e inteligible confrontaremos brevemente ambas posturas a partir de las ideas principales:

- Al iniciar su petición, Símaco refiere “Cuando vuestro numerosísimo Senado vio dominado el vicio por las leyes […] me confió por segunda vez el encargo de hacer interprete de sus quejas…”[14]. En respuesta a esto, Ambrosio, afirma que no es la totalidad del Senado la que requiere la restauración. Por lo tanto, considera a los peticionantes como una minoría dentro del Senado. Además, señala que la realización del culto pagano en ese ámbito representa una presión para los senadores cristianos. Por último, advierte que de aceptar la solicitud de Símaco, el emperador no sería recibido en la Iglesia.[15]

- Con respecto a los éxitos militares romanos, Símaco los adjudica a la Victoria utilizando un argumento pragmático: “Sólo el que no ha probado sus favores, ha sido capaz de mirar con desdén su poder; pero no lo deseará nuestro patriotismo, pues los repetidos triunfos os enseñan a apreciarlo…”[16]. Además, afirma que, debido a los incesantes ataques de los bárbaros, es imperioso recibir la protección divina. Ante esto, Ambrosio, sostiene que los dioses no pueden defender a los emperadores y que ni siquiera son capaces de lograrlo con respecto a quienes los veneran[17].

- Con respecto a los privilegios recibidos por Vestales y sacerdotes, Símaco los defiende argumentando que: “Las leyes de nuestros abuelos honraban a las vírgenes Vestales y a los sacerdotes, concediéndoles un módico estipendio y privilegios fundados en la justicia de disfrutaros, hasta que vinieron viles tesoros que suprimieron los alimentos destinados a la sagrada castidad para darlos a miserables conductores de literas; entonces sobrevino una repentina escasez, (…) No debemos echar la culpa de esto a la tierra, (…) el sacrilegio es quien ha esterilizado el suelo”.[18] Allí puede observarse la legitimación de la costumbre a partir de un fundamento jurídico- pragmático, en donde lo vivido es prueba de lo que es útil y a partir de la experiencia se logra el conocimiento. Ante esto, Ambrosio responde que de acuerdo a ese pensamiento, deberían subvencionarse de igual manera a todas las vírgenes y sacerdotes cristianos. En cuanto al hambre como castigo, el obispo afirma que en todas las épocas se han dado hambrunas y períodos de escasez[19].

Las posturas de Símaco y de Ambrosio Obispo de Milán; nos revelan la visión que cada uno tiene de la religión. La visión pagana es que todas las religiones deben considerarse como caminos de búsqueda de la fe, por lo que no se valora el medio sino el fin. Por lo tanto, la religión tradicional no puede abandonarse debido a lo “útil” que ha sido para Roma. Sin embargo, para Ambrosio, no hay múltiples opciones, sólo existe un solo camino hacia una fe verdadera. Estas posiciones pueden observarse en la situación de si Roma debe o no cambiar de religión. Basándose en los argumentos anteriores, ambos apelan a Roma, como ser viviente que expresa su voluntad: “…soy deudora de una religión sabia; respetadla (…) y no tendréis que arrepentiros de ello.” Mientras Ambrosio la presenta arrepentida, pues la ciudad se lamentaba de sus errores pasados y no se avergonzaba de cambiar.

Conclusión

A lo largo del análisis de “La Carta de Símaco” hemos subrayar algunas de las tensiones características producidas en un contexto político social donde el paganismo es la resistencia hacia un cristianismo de avanzada en el Imperio de finales del Siglo IV

En términos generales podemos afirmar que Quinto Aurelio Símaco reclama lo que considera un derecho y fundamentalmente este derecho se basa en razones jurídicas tradicionales. Y con respecto a Ambrosio vemos cómo elabora un abordaje intelectual que pone de manifiesto lo importante que es la salvación del alma del emperador por encima de la legislación y la jurisprudencia heredadas y, de esa manera afirma su gran influencia en las decisiones imperiales.

Bibliografía.

- Beltrán Rizo, Eric; La correspondencia de Símaco. Interpretación, cronología y cartas no conservadas (libros III y IV), Universidad de Barcelona.

- Bertelloni, Francisco; El significado constitucional de la política de Constantino frente al cristianismo en Ullman W., Escritos sobre teoríapolítica medieval, Eudeba, 2003.

- Cameron, Averil; El mundo Mediterráneo en la Antigüedad tardía, Barcelona, Crítica, 1998.

- Moreno Martínez, José Luis; Aurelio Prudencio y el debate sobre el Altar de la Victoria, Barcelona, 2002.

- Ropero, Alfonso; Mártires y perseguidores, historia general de las persecuciones, Barcelona, 2010.

- Símaco, Quinto Aurelio; Relatio III en Relatos y discursos, Madrid, Gredos, 2003.

- Páginas consultadas:

https// www.corazones.org/santos

[pic 1]

El Altar de la Victoria, Museo de Louvre.

La carta de Símaco.

«Cuando vuestro numerosísimo Senado vio dominado el vicio por las leyes, y que la gloria de los últimos años había recibido de buenos príncipes nuevo lustre, siguiendo el impulso de un siglo tan afortunado y dando libre expansión al dolor comprimido durante tanto tiempo, me confíó por segunda vez el encargo de hacerme intérprete de sus quejas.

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