Época del renacimiento de la farmacia
Enviado por monto2435 • 4 de Enero de 2018 • 4.722 Palabras (19 Páginas) • 460 Visitas
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Esta reincorporación del mundo helénico a la Europa Occidental, de su lengua y, sobre todo, de una de sus características: el concepto de individualismo, trajo consigo importantísimas consecuencias. La primera de ellas fue la aparición de la conciencia del propio yo, que conllevó la rebelión del individuo contra la autoridad, las dudas ante todo aquello que se tenía por cierto pero que nunca había sido demostrado que lo fuese.
El Renacimiento, el regreso del mundo clásico griego nació en Italia, pasó a Alemania y después se extendió a todo el mundo cristiano europeo.
En el siglo XV, el alemán J. Gutenberg grabó por separado las letras del alfabeto para combinarlas formando palabras, de manera que podían ser utilizadas repetidamente en la composición de nuevos textos, es decir, inventó la imprenta.
La plana de escritura formada por caracteres móviles hechos por fundición, que podía ser reproducida una y mil veces sobre papel de hilo, abrió a la gente el mundo de la cultura. Por este sistema pronto se editaron libros de temas médicos-farmacéuticos: obras de Mesué, Nicolas, Dioscórides (de cuyas obras apareció en el XV primero una edición en griego y después otra en latín), la "Materia Médica" de Platerius, obras de Arnaldo... En 1.475 apareció la primera obra médica editada en España "Epidemia y peste " de Velasco de Taranta.
A la vez se produjo el perfeccionamiento en la obtención de vidrio lo que supuso la posibilidad de construir lentes muchísimo mejores; por primera vez pudo ser
observado el firmamento con mayor profundidad: es el siglo de Copérnico; paralelamente, se tradujeron correctamente las obras de Ptolomeo. En esta época se comprobó por primera vez la redondez de la tierra.
El conocimiento de las estrellas trajo consigo la mejora en los sistemas de navegación marítima. El siglo XV estuvo lleno de descubrimientos geográficos: los navegantes españoles y portugueses se adentraron en el Océano Atlántico: primero bordeando las costas de África; en 1.402 llegaron a las Islas Canarias, a las que llamaron las Islas Afortunadas; después llegaron a la isla de Madeira, a Cabo Verde, a Fernando Poo, y siguieron bordeando la costa africana hasta que Bartolomé Díaz descubrió el Cabo de Buena Esperanza, y Vasco de Gama lo dobló, llamándolo el Cabo de las Tormentas. Después, navegando hacia el oeste.
En 1.492 se produjo el encuentro entre Europa y América.El hombre de ciencia del siglo XV tomó conciencia de su derecho a pensar por sí mismo, y a elaborar sus propias teorías basándose en aquello que él había experimentado libremente. Por fin, pudieron aparecer opiniones científicas individuales.
PARACELSO
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Theophrastus Philippus Aureolus Bombastus von Hohenheim nació en Einsiedeln (Suiza), hacia 1.493. Hijo de médico rural, su padre le llevó a ver enfermos con él desde que era un niño, a la vez que fue su primer maestro enseñándole botánica y medicina. Más adelante recibió una educación humanística en centros religiosos; estudió latín, filosofía, y sobre todo religión, cuya práctica no abandonó jamás. Siendo aún un niño, su familia se trasladó a vivir a Villach (Austria) y allí observó la forma de trabajar en las minas de hierro y aprendió los principios de la metalurgia y de la química; después aumentó estos conocimientos en las minas de plata que poseía Fugger en el Tirol.
Estudió medicina en varias universidades italianas, donde se dio cuenta de la diferencia existente entre un aprendizaje basado en la práctica el primero que tuvo él cuando visitaba enfermos con su padre, y el teórico que impartían en la facultad y que en el fondo no le interesó nada. Se doctoró en Medicina en la Universidad de Ferrara.
Entonces decidió aprender "verdadera medicina" viajando por Europa y, probablemente, por Oriente Medio, conviviendo en estos viajes con toda clase de gentes y observando su forma de vida, sus enfermedades, sus tratamientos y su evolución frente a éstos. Durante sus viajes se puso en contacto con las gentes que practicaban lo que para él era la verdadera medicina:
Los médicos del pueblo, los cirujanos barberos y los curanderos. Ellos fueron sus verdaderos maestros, aunque él consideró que el mejor Maestro posible era la Naturaleza.
Como médico, preparaba él mismo sus medicamentos; toda su vida se rodeó de gente sencilla, vistió como ella, habló como ella y olió como ella. Es decir, hizo lo contrario que los médicos de su época. Sin embargo, entre el pueblo, que le achacaba curaciones casi milagrosas, su fama fue enorme. Esta magnífica reputación le siguió toda su vida.
Hacia 1.526 se instaló en Estrasburgo. Allí vivía cuando fue llamado para tratar de una grave dolencia al humanista J. Foebenius, un hombre rico e influyente, el editor más famoso de Basilea. Foebenius, que era amigo personal de Erasmo, había sido desahuciado por sus médicos, que querían cortarle una pierna. Paracelso, gritando improperios contra estos médicos, le curó sin tener que llegar a esos drásticos extremos. En agradecimiento, este hombre le ayudó consiguiendo para él una plaza de médico municipal y una cátedra en la Facultad de Medicina de Basilea (1.527). Sin embargo, este nombramiento resultó muy conflictivo para Paracelso, pues se hizo con el apoyo de los reformadores eclesiásticos, pero sin la aprobación de las autoridades académicas, quienes desde el primer momento estuvieron en su contra.
Sus clases se hicieron famosas: las impartía en alemán y no en latín, en la plaza de la ciudad y en ellas admitía a todo tipo de estudiantes, incluidos cirujanos barberos. Daba sus clases de una manera desordenada y sin citar nunca autores clásicos, por los que sentía auténtica aversión. A sus alumnos les advierte que él " no sigue a los clásicos; solo cree en lo que ha descubierto con sus propias fuerzas y ha comprobado con la práctica y la experiencia”. Sin embargo, sus clases estaban cada vez más concurridas. Desde sus clases descalificó sin piedad a los antiguos cánones, y, en general, a todos los textos médicos vigentes en aquella época, así como a la ciencia y la medicina tradicional, por las que solo sentía un provocativo desprecio. El día de San Juan de 1.527 hizo un auto público de fe y arrojó a la hoguera los textos médicos clásicos
(incluido el Canon de Avicena) que entonces eran considerados imprescindibles para el ejercicio de la medicina. Esta manera de enfrentarse a las normas establecidas le trajo numerosos problemas. Sus colegas
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