“El juego como intervención en el acompañamiento terapéutico en niñez”
Enviado por Antonio • 20 de Noviembre de 2018 • 3.862 Palabras (16 Páginas) • 309 Visitas
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En cuanto al empleo de juguetes, ella observó que era esencial para el análisis guardar aquellos juguetes significativos para cada niño que tratase. Es importante que el niño pueda manifestar su agresividad en la situación analítica, y en especial, que el analista comprenda por qué en ese momento particular de la transferencia aparecen impulsos destructivos, observando sus consecuencias en la mente del niño. Melanie tomó en cuenta la ilimitada variedad de situaciones emocionales que pueden ser expresadas a través del juego; por ejemplo: sentimientos de frustración y de ser rechazado, celos del padre, madre o de hermanos y hermanas; agresividad acompañando esos celos; placer por tener un compañero y aliado contra los padres; sentimientos de amor y odio hacia un bebé recién nacido o que está por nacer, así como la ansiedad resultante, sentimientos de culpa y la urgencia de reparación. También dio importancia a la actitud del niño ante el juguete que ha dañado, ya que ésta es muy reveladora.
Otros aportes a la Técnica de juego son los de Anna Freud, quien consideró que el juego temprano del niño con su cuerpo y el de su madre estimula su capacidad de diferenciarse de los demás y también ayuda a distinguir entre fantasía y realidad. El juego que el niño desarrolla posteriormente con juguetes, el juego solitario y el juego en grupo son expresión de energías desplazadas, que han sido canalizadas, sublimadas y preparan el terreno para la realización de objetivos, la resolución de problemas y la habilidad de trabajar. Ella considera que el niño mediante la actividad lúdica, intenta obtener un dominio sobre sus conflictos generados desde su interior y también desea controlar aquellos que provienen de la realidad externa. Desde su perspectiva, el juego es importante porque impulsa al niño hacia una creciente capacidad de autonomía, autoconfianza, socialización y trabajo.
En cuanto a otro autor, Donald Winnicott, uno de los máximos exponentes del juego como herramienta terapéutica, quien fue pediatra, psicoanalista y psiquiatra; sostiene que el juego es una forma de vida básica que ayuda a desarrollar la autonomía del niño en relación a los demás. El argumentó que la excitación del juego no está principalmente asociada a expresiones displacenteras, sino que también se asocia con las precarias sensaciones placenteras del niño, que provienen de un interjuego entre la realidad psíquica personal y las experiencias de control de objetos actuales. Este interjuego deriva de las más tempranas experiencias de control mágico de las respuestas maternas y ayuda a que el niño confíe en su disponibilidad y amor, en su propio potencial mágico. La internalización de estas características establecen las bases de los futuros juegos, que se desarrollan en forma solitaria o acompañada, y en los cuales el niño puede crear o recrear un mundo donde permanece flotando entre la realidad psíquica y la realidad objetiva. (Cabe destacar la gran diferencia que hay entre un niño neurótico y uno psicótico, ya que a diferencia del último el niño neurótico posee la capacidad simbólica que le permite la expresión de sus conflictos mediante el “como sí” en el juego. Es capaz de discriminar y manifestar una mejor interrelación entre fantasía y realidad, tiene juego simbólico, el niño psicótico no). Para este autor el juego es el reflejo de la capacidad del niño de ocupar un espacio entre realidad psíquica y realidad externa, en el cual el niño utiliza elementos de ambas realidades. En otras palabras, dicha zona intermedia llamada “espacio transicional” constituye la mayor parte de la experiencia del bebé y se conserva a lo largo de la vida en las intensas experiencias que corresponden a las artes y la religión, a la vida imaginativa y a la labor científica y creadora. En ese espacio potencial el niño reúne objetos o fenómenos de la realidad exterior y los usa al servicio de una muestra derivada de la realidad personal. Sin necesidad de alucinar, muestra una capacidad potencial para soñar y vive con ella en un marco elegido de episodios o partes de la realidad externa. Al jugar, el niño manipula fenómenos exteriores al servicio de los sueños e impregna a algunos de ellos de significación y sentimientos oníricos. El juego compromete al cuerpo, para manipular los objetos y también porque algunos intereses se relacionan con aspectos de excitación corporal. En cuanto al placer vivenciado por el niño durante el juego, él señala que se da cuando el despertar de los instintos no es excesivo; cuando va más allá de cierto punto lleva a la culminación que puede ser frustrada (acompañada de sentimientos de confusión mental e incomodidad física que sólo el tiempo puede curar) o bien alternativa (por ej. cuando sus padres reaccionan a su provocación). El momento en el cual el juego llega a su saturación o culminación, se relaciona con la capacidad para contener y elaborar experiencias.
Ahora bien expuesta la teoría firme de la importancia del juego como herramienta terapéutica nos centraremos en dicho acto pero esta vez para con el acompañamiento terapéutico. Una de las características fundamentales que, a nuestro criterio, deben poseer los Acompañantes Terapéuticos en su trabajo cotidiano es la creatividad. Y sobre todo en el trabajo con niños. A partir de este aspecto, se desarrollarán elementos fundamentales en nuestro encuadre laboral, como lo son el juego y la diversión.
El objetivo del trabajo es revalorizar la importancia del uso del juego y de la diversión en el trabajo con pacientes en general y fundamentalmente con niños.
El juego es un gran facilitador de tareas. Se sabe científicamente que el juego es una acción vital para el niño en su crecimiento, razón por la que el juego y la salud son dos factores inseparables. Sabemos que el juego es un creador de momentos y espacios de mayor libertad. En el momento de jugar se logra un sentimiento de liberación que sin duda alguna promueve la creatividad y la participación.
La diversión o el humor también deben ser características y elementos esenciales al momento de trabajar con niños. Particularmente, tomamos a estos conceptos como una estrategia de ajuste que ayuda a una aceptación madura de la desgracia común (el Acompañante se sitúa como par, y no como alguien que mira desde afuera, como un espectador) y facilitar así la distancia con el problema y con la situación de dolor. El humor y la diversión le quitan el sentido trágico a la realidad.
El jugar le da herramientas al niño para controlar sus ansiedades y para apaciguar sus temores. El acompañante terapéutico que trabaja con niños debe poseer conocimientos de la importancia del juego, porque en muchas oportunidades el niño con dificultades
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