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Resumen Sobre iniciación del tratamiento Freud

Enviado por   •  1 de Mayo de 2018  •  1.983 Palabras (8 Páginas)  •  713 Visitas

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¿En qué punto y con qué material se debe empezar el tratamiento?

No interesa para nada con que material se empiece, la biografía, el historial clínico o los recuerdos de la infancia del paciente, con tal que se deje al paciente mismo hacer su relato y escoger el punto de partida.

Lo único que se exceptúa es la regla fundamental de la técnica psicoanalítica. Se lo familiariza con ella desde el principio: “Una cosa todavía, antes que usted comience. En un aspecto su relato tiene que diferenciarse de una conversación ordinaria. Usted observará que en el curso de su relato le acudirán pensamientos diversos que preferiría rechazar con ciertas objeciones críticas. Tendrá la tentación de decidirse esto o esto otro no viene al caso. Nunca ceda usted a esa crítica; dígalo a pesar de ella, y aun justamente por haber registrado una repugnancia a hacerlo. Más adelante sabrá y comprenderá usted la razón de este precepto. Diga, pues, todo cuanto se le pase por la mente.”

Hay pacientes que desde las primeras sesiones preparan con cuidado su relato, supuestamente para asegurarse un mejor aprovechamiento del tiempo de terapia. Lo que así se viste de celo es la resistencia. Corresponde desaconsejar esa preparación, practicada solo para protegerse de la aparición de ocurrencias indeseadas. Si no, la resistencia cumplirá su cometido en el modo deliberado de esa preparación y lograra que el material más valioso escape de la comunicación.

Si en el curso del análisis el paciente necesita pasajeramente de otra terapia, clínica o especializada, es mucho más adecuado acudir a un colega no analista que prestarle uno mismo esa otra asistencia.

Tratamientos combinados a causa de un padecer neurótico con fuerte apuntalamiento orgánico son casi siempre impracticables. Lo mejor es posponer el tratamiento orgánico hasta la conclusión del psíquico; si se lo hiciera preceder, en la mayoría de los casos seria infructuoso.

En ocasiones se tropezara con pacientes que empiezan su cura con la desautorizadora afirmación de que no se les ocurre nada que pudieran narrar. No se debe ceder, ni esta primera vez ni las posteriores, a su ruego de que se les indique aquello sobre lo cual deben hablar. El aseguramiento, repetido con energía, de que no existe semejante falta de toda ocurrencia para empezar, y de que se trata de una resistencia contra el análisis, pronto obliga al paciente a las sus primeras confesiones, o pone en descubierto una primera pieza de sus complejos.

Todo lo que se anuda a la situación descrita corresponde a una transferencia sobre el médico, la que prueba ser apta para una resistencia. Así, uno se ve forzado a empezar poniendo en descubierto esa transferencia; desde allá se encuentra con rapidez el acceso al material patógeno.

Así como la primera resistencia, también los primeros síntomas o acciones causales del paciente merecen un interés particular y pueden denunciar un complejo que gobierne su neurosis. Mientras las comunicaciones y ocurrencias del paciente afluyan sin detención, no hay que tocar el tema de la transferencia. Es preciso aguardar para este, el más espinoso de todos los procedimientos, hasta que la transferencia haya devenido resistencia.

¿Cuándo debemos empezar a hacer comunicaciones al analizado? ¿Cuándo es oportuno revelarle el significado secreto de sus ocurrencias, iniciarlo en las premisas y procedimientos técnicos del análisis?

No antes de que se haya establecido en el paciente una transferencia operativa, un rapport en regla. La primera meta del tratamiento sigue siendo allegarlo a este y a la persona del médico. Para ello no hace falta más que darle tiempo. Si se le da un serio interés, se pone cuidado en eliminar las resistencias que afloran al comienzo y se evitan ciertos errores por descuido, el paciente por si solo produce ese allegamiento al médico en una de las imagos de aquellas personas de quien estuvo acostumbrado a recibir amor. Es verdad que uno puede malgastar este primer éxito si desde el comienzo se sitúa en un punto de vista que no sea el de la empatía.

Por lo general, el efecto terapéutico será en un principio nulo, y definitiva la intimidación ante el análisis. Aun en periodos posteriores del tratamiento habrá que proceder con cautela para no comunicar una solución de síntoma y traducción de un deseo antes que el paciente esté próximo a ello, de suerte que solo tenga que dar un corto paso para apoderarse él mismo de esa solución.

¿Es tarea del médico prolongar el tratamiento, y no llevarlo a su fin lo más rápido posible? ¿No padece el enfermo a causa de su no saber y no comprender, y no es un deber hacerlo sapiente lo más pronto posible, vale decir, cuando el médico lo deviene?

Solo puede sobrevenir una alteración si el proceso consciente del pensar avanza hasta ese lugar y vence ahí las resistencias de la represión.

La comunicación consciente de lo reprimido no deja de producir efectos en el enfermo. Claro que no exteriorizará los efectos deseados -poner término a los síntomas- sino que tendrá otras consecuencias.

Primero, incitará resistencias, pero luego, una vez vencidas éstas, un proceso de pensamiento en cuyo decurso terminará por producirse el esperando influjo sobre el recuerdo inconsciente.

Panorama sobre el juego de fuerzas que se ponen en marcha mediante el tratamiento:

El motor más directo de la terapia es el padecer del paciente y el deseo, que ahí se crea, de sanar. La fuerza pulsional, de la cual cada mejoría trae aparejada su disminución, tiene que conservarse hasta el final.

Por si sola es incapaz de eliminar la enfermedad; para ello le faltan dos cosas: no conoce los caminos que se deben recorrer hasta ese término, y no suministra los montos de energía necesarios contra las resistencias.

El tratamiento analítico remedia ambos déficit. En cuanto a las magnitudes de afecto requeridas para vencer las resistencias, las suple movilizando las energías aprontadas para la transferencia; y mediante las comunicaciones oportunas se muestra al enfermo los caminos por los cuales debe guiar esas energías.

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