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Tema- DESAPARICIÓN FORZADA. UN DUELO QUE SIGUE SUCEDIENDO

Enviado por   •  8 de Abril de 2018  •  1.529 Palabras (7 Páginas)  •  406 Visitas

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El silencio y las cartas mantienen la desmentida de la pérdida del padre, pero simultáneamente la carta cumple la función de sostener la ilusión de la función paterna en tanto asegura un punto de anclaje ante la desaparición. Este elemento exterior mantiene la coherencia de lo que se alteró imprevistamente.

La madre y su entorno le imponen–éxodo de la casa paterna, de la familia paterna, reclusión en la casa de los tíos– la única representación válida para su vida, compatible a su vez con la vida de aquél que faltaba al mismo tiempo, ser también un desaparecido.

El olvido activo hace su trabajo, borra toda huella. Acontecimiento y saber son aspirados por la ausencia del significante de una falta. Sin embargo, en torno de ese agujero sin palabras, salvo aquellas que lo niegan y al mismo tiempo lo afirman, se va imponiendo el silencio de una palabra en suspenso.

En ese silencio no dejará de desplegarse lo Imaginario, y lo Simbólico tomará un camino singular.

La muerte asentará domicilio en el cuerpo del sujeto, más precisamente en su lengua, un

tartamudeo acompañará su infancia: una dificultad para iniciar la frase. Tartamudeo que marca a la palabra su imposibilidad de fluir, y se extenderá hasta el momento que entienda que eso que venía leyendo es el nombre de su padre. Presencia de una ausencia donde Simbólico e Imaginario se confunden como esas palabras fracasadas en el inicio de una frase, como en la comprensión de lo que se lee. Elocuencia del silencio.

La desaparición pone en suspenso la representación de la muerte y las acciones simbólicas que dan sentido a la pérdida, duelo, entierrro, misas, marchas. Michel de Certeau, hablando de la historia la concebía como un rito de sepultura donde se honra y se elimina a los muertos, declara los muertos y orienta a los vivos. Son los tiempos normales de la historia, pero cuando estos se alteran y producen discontinuidades, hay un retorno problemático de lo que ya fue, se suscita una inquietante familiaridad con los objetos perdidos, que dispersa, no orienta, se suspende las categorías témporo-espaciales.

2009

33 años más tarde, un hombre consulta porque su hijo va a cumplir 5 años, la misma edad que él tenía cuando ve el secuestro de su padre. La escena del mundo es la escena de la desaparición y esta arma la realidad de su mundo. Agobiado por el fantasma teme que le suceda lo mismo, aunque le sucede, sin trabajo, interrumpió su profesión, su posición es la de un perjudicado que reclama; el enojo es un vector que se transmite a todo y a todos lo que le dieron la espalda desde sus 5 años a la fecha, por lo que mantiene una no discreta transferencia negativa con el mundo.

Luego de un tiempo, comienza a ocupar lugares abandonados, peregrina por los lugares de la historia de su padre, el sintagma determinante “hijo de desaparecido” parece desoldarse y hay un desplazamiento interno al significante del vacío, “desaparecido”, que nomina a su padre. En ese momento traerá un diálogo con su hijo mayor, que lleva el nombre del padre desaparecido:

-Si vos te morís te vas con tu papá, ¿no?....

-Sí…

-Y eso te va a poner contento.

-Pero quiero estar, vivir con uds.

-Sí, pero si te vas al cielo, nos vas a ver.

Un diálogo-revelación, el objeto perdido, velado y extraviado en el universo familiar, es finalmente ubicado por el nieto. Y no solo ubica al abuelo en un lugar donde está “vivo para siempre” reverso de la realidad que establece un “muerto para siempre”. Sino que además parece interpretarle al padre, al interpelarlo a través del diálogo cargado de alusión: “o te quedás y estás acá como padre o te mando al cielo como hijo al lado de tu padre”. Nota indicadora de los sentimientos de ambivalencia de este pequeño con su padre, pero no menos operante en lo relativo a poner un corte con la simetría de sufrimiento con la madre.

Entre la violencia y la psicopatología quizá haya que dar lugar a la escucha de la subjetividad doliente de un sujeto para restituir su lugar al testimonio congelado, produciéndolo como discurso que sea en su propio movimiento.

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