Una Constitución del psiquismo y desarrollo libidinal
Enviado por tolero • 26 de Octubre de 2018 • 5.475 Palabras (22 Páginas) • 272 Visitas
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Retomamos entonces el punto de partida, referido al establecimiento del principio de placer como regulador del aparato psíquico. La propuesta es que podamos extraer de allí algo que es nodal para la constitución del sujeto, el encuentro del ser viviente con la dimensión del amor y el lenguaje que orientarán a partir de ese momento la búsqueda de satisfacción.
Anteriormente, ya Freud había formulado el Principio de constancia como una tendencia del aparato psíquico a reducir la cantidad de excitación que ingresa. En este sentido lo proponía como una defensa normal, que permitiría que se mantenga el equilibrio al aparato psíquico, y que se introduzca en la experiencia una regulación para la satisfacción de las necesidades. La meta sería lograr una homeostasis, es decir que se descargue la tensión al mínimo posible.
Para disminuir la energía, se tiene que satisfacer la necesidad a través de un objeto que sea el adecuado para esa necesidad. Por ejemplo, si el niño tiene hambre, el objeto adecuado que calmaría la necesidad y posibilitaría la descarga de la energía, sería el alimento. De acuerdo a este esquema, se podría pensar que por más que el alimento venga de la madre, o por una sonda, cumpliría su función, sería el objeto adecuado. Sin embargo, no es lo que sucede en la experiencia humana, para el niño no es indiferente quién le otorga el alimento.
Osvaldo Delgado, en "Lecturas freudianas", va a decir que se produce un primer movimiento importante en Freud a partir de la formulación del Principio de placer como regulador del aparato psíquico, y que en ese momento su teoría entra más de lleno en el terreno de lo psíquico.
Y el mismo autor señala que la construcción teórica que le permite a Freud formular el principio de placer es la primera experiencia de satisfacción.
Veamos por qué la experiencia de satisfacción es tan crucial para nuestro tema, que es la formación del aparato psíquico, y la que aportó a Freud reflexiones fundamentales para sus elaboraciones teóricas sobre el aparato psíquico.
Los seres humanos nacemos como organismo, en el cual operaría ese principio de constancia que permite una regulación para la subsistencia en nuestra relación con el medio ambiente. Cualquier animal siente un malestar producto de la perturbación que le causa el hambre y sale a buscar su presa para calmar dicho malestar, o se encuentra frente a un peligro y huye.
Pero nosotros además debemos nacer como sujetos porque advenimos a un mundo simbólico. Esto es lo que caracteriza a nuestra especie, a diferencia del resto de los animales. Nacemos prematuramente desde el punto de vista biológico, no estamos en condiciones de subsistir por nuestros propios medios, por lo cual estamos en situación de desamparo. El ser humano al nacer no puede procurarse la satisfacción de las necesidades por sí mismo, necesita del otro auxiliador, por ejemplo la madre.
El bebé recién nacido para calmar sus necesidades, y disminuir las tensiones que éstas producen requiere del auxilio externo. Pero en el encuentro con ese otro que satisface la necesidad se produce un plus, algo más, y no solo la necesidad orgánica colmada. Si solo se tratase del problema de la necesidad, por ejemplo el hambre, sería igual que la leche al bebé se la diera la madre o que fuera alimentado en forma mecánica por una sonda. Sin embargo, esto no puede funcionar así para los bebés humanos, hay experiencias que demuestran que si el niño es alimentado de manera mecánica, sin el contacto humano, y todo lo que el mismo implica, deseo, amor, palabras, el niño puede llegar hasta a la muerte.
Esa diferencia entre la satisfacción de la necesidad y lo que se produce en ese encuentro, ese plus que se produce entre el bebé y la madre, es la dimensión del amor. Para una sonda el organismo del bebé vale como organismo, pero para la madre que lo alimenta, ese organismo vale como otra cosa, es metáfora de algo que representa para ella, no es solo un organismo, es algo más, y eso implica la dimensión del amor que introduce a ese bebé, a ese ser viviente en lo humano.
Entonces, el desamparo originario posibilita que emerja la dimensión del amor, de lo humano, que desnaturaliza el organismo, porque para ese ser ya no se tratará solo de satisfacer su necesidad, sino del encuentro reiterado con la madre que lo alimenta de comida pero también y fundamentalmente de amor y de símbolos, de palabras.
Para explicar este plus, este algo más que se introduce haré una pequeña digresión, me desvío un poco del recorrido que vengo haciendo y luego lo retomo.
Además de esta dimensión del desamparo orgánico, biológico, que introduce la necesidad del otro auxiliar como expliqué recién, hay otra dimensión, más radical e importante para la vida psíquica. Se trata del desamparo en el que queda el recién nacido por tener que estar a merced absoluta de ese otro auxiliar. El bebé queda a expensas del lugar que ese otro le vaya a dar, y por lo cual pasará a constituirse en lo que es para su madre, pasa a estar a expensas del deseo de su madre. Es como si el niño le preguntara a la madre ¿qué soy para vos? Porque para nacer como sujeto, el ser viviente debe identificarse con lo que ese otro desea que sea, por eso requiere de su amor y de sus palabras. Para comprender esta identificación pensemos en la formación del narcisismo, cuando Freud nombra al niño como "Su majestad el bebé / His majestic de baby", dando cuenta del lugar especial e ideal que tiene para los padres y que él forma la imagen de sí mismo, se identifica a ese ideal. Con esto proponemos dar cuenta mínimamente de la dimensión que se abre para todo ser viviente a partir de su encuentro con el otro auxiliar que es quien lo asistirá para satisfacer sus necesidades. Por eso Lacan decía que el niño nace a un baño de lenguaje. El niño nace con una carencia y nace al lenguaje, en el encuentro con la madre que además de alimentarlo le hablará aún antes de su nacimiento.
Retomemos entonces estos primeros encuentros y cómo se estructura esa primera experiencia de satisfacción, que ahora ya sabemos que enfrenta al niño en su estado de infans al lenguaje, al amor, al deseo y a su dependencia con respecto a esta dimensión humana.
A partir del encuentro con el otro auxiliar, se produce una experiencia de satisfacción que deja una huella. Esa huella es lo que Freud llama la primera experiencia de satisfacción. Es fundamental, porque esa huella será la que orientará el deseo de la vida de cada uno, va a ser el motor mismo del deseo ¿Dónde se inscribe? En el inconsciente. No es algo que forme parte de la experiencia consciente del sujeto.
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