¿Cómo escuchar la música en los demás?

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entre unos y los otros, de todas esas prácticas por las cuales el individuo se toma a sí mismo, en sus diversas dimensiones, como objeto de sus preocupaciones cuidados, el modo en que se orienta y dirige hacia sí mismo sus capacidades de observación, reflexión y análisis: el cuidado de sí y también el trabajo de cada uno sobre sí mismo, la formación de su yo a través del conjunto de técnicas mentales de atención a sí mismo, de examen de conciencia, de puesta a prueba, de descubrimiento, elucidación y expresión del propio yo.

Por mi parte y dentro de mi perspectiva de psicólogo en formación, propondría otra clasificación un tanto distinta, algo arbitraria si se quiere, aunque a mi juicio permite aclarar la manera de “escuchar la música” en los demás:

1) El individuo: su lugar, su papel dentro de su grupo o de sus grupos; el valor que le es reconocido; el margen de acción que se le permite, su relativa autonomía en relación a su “encuadre” institucional.

2) El sujeto: el individuo expresándose a sí mismo en primera persona, hablando en su propio nombre, que enuncia determinados rasgos que hacen de él un ser singular;

3) El yo, la personalidad; el conjunto de prácticas y actitudes psicológicas que dan al sujeto cierta dimensión de interioridad y de unicidad, que le constituyen más allá de él como ser real, original, único, como individuo singular cuya auténtica naturaleza reside por completo en su secreta vida interior, desarrollada ésta en una intimidad a la cual nadie, salvo él, puede tener acceso, puesto que es definida como conciencia de sí mismo.

Si hubiera de explicar de otra manera, lo haría con una comparación con algunos géneros literarios a fin de explicar mejor estos tres planos y sus diferencias, diría muy esquemáticamente que al individuo (punto 1) le corresponde la biografía, en el sentido de que, por oposición al relato épico o histórico, ésta se centra en la vida de un personaje singular; al sujeto (punto 2), por su parte, la autobiografía, en el caso de que sea el mismo individuo quien refiera su propia trayectoria vital; y al yo (Punto3) le corresponden los diarios íntimos, en los cuales su vida interior, la personalidad singular del sujeto en toda su complejidad y riqueza psicológica, en su relativa incomunicabilidad, configuran la materia del relato.

Para concluir, debo mencionar que aquí y así encuentro el punto de partida del individuo moderno. Aludiendo a Aristóteles, si existo, es porque tengo manos, pies, sentimientos, porque puedo andar, correr, ver, sentir. Yo hago todo esto y además sé que lo hago, por eso existo, pero no pienso mi existencia en términos de esa conciencia que tengo. Mi conciencia se encuentra siempre enfocada a todo lo externo a mí, es decir, tengo conciencia de “ver aquel objeto”, de “oír tal sonido”, de “sufrir este dolor”. El mundo de individuo no ha adoptado todavía la forma de una conciencia de sí, de un universo interior definitorio, en su radical originalidad, de la persona que viene a ser cada uno. Y mientras no suceda así, de manera individual en el ser humano, no alcanzaremos a “escuchar la música en el otro”, no seremos capaces de gozarla, porque al final de cuentas, como dijo Copland: la música es para gozar de ella.

REFERENCIAS

Copland, A. (2002). Cómo escuchar la música. México: Fondo de Cultura Económica.

Vernant, J. P. (2001). El individuo, la muerte y el amor en la antigua Grecia. España: Paidós.

Foucault, M. (1995). Historia de la sexualidad. Madrid: Siglo XXI.