EL ARTE DE REHACERSE: LA RESILIENCIA.

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Bien, pues en el conjunto de todo, la capacidad que tenemos para sobreponernos a adversidades, pérdidas o períodos de intenso dolor emocional donde, finalmente, lo que conseguimos es restablecernos y reponernos a cualquier tipo de contratiempo, hasta el punto de conseguir, incluso, resultar fortalecidos de los mismos y, por ende, con una sensación plena de haber logrado superarnos a nosotros mismos es, definitivamente, nuestra capacidad de resiliencia. Lo importante en todo esto es que la resiliencia en modo alguno significa ser «siempre fuerte». En las crisis profundas, el derrumbamiento, la desesperación y la desorientación son reacciones adecuadas e incluso sanas

Esto nos lleva a ratificar la confirmación de algo que, personalmente, yo creo al respecto: nuestros límites de hoy, en ningún caso serán los de mañana, puesto que, precisamente, los momentos difíciles son los que, constantemente, nos ponen a prueba una y otra vez, y los que, por otro lado, hacen traspasemos nuestras propias barreras una y otra vez, para que, en consecuencia, nos superemos y resurjamos mucho más reforzados, repuestos y reafirmados ante cualquiera que sea la circunstancia, que se nos presente en la vida: las peores situaciones, por muy difíciles que resulten, aunque creamos que no, siempre terminan siendo y, siempre terminan brindándonos la mejor oportunidad, para sacar y hacer uso de lo mejor que hay en nosotros. Sólo cuando somos capaces de reconocerlo, es cuando, positivamente, encontramos nuestro sentido y, de repente, todo cambia. En este preciso instante es cuando el resto, aunque venga despacio, aunque creamos que no avanzamos y aunque nos provoque la única sensación de encontrarnos estancados, de verdad, dejará de importarnos. Al contrario, nos sentiremos muchísimo mejor. Eso sí, tendremos que desarrollar algo para lo que, probablemente, en este momento no estemos muy hábiles o muy capacitados para poner en práctica: paciencia y perseverancia.

Un estilo de vida resilientes impregna todos los ámbitos de la existencia: trabajo, vida privada, familia, amigos, equipos... Una deficiencia en cualquiera de estos terrenos se extiende al resto. De modo análogo, la experiencia de superar un reto en cualquiera de ellos repercute en la calidad global de vida. Eres el arquitecto que debe procurar que exista equilibrio en tu vida: proporción entre los distintos factores de la resiliencia, armonía entre las siempre cambiantes

Circunstancias, por un lado, y las prioridades por otro Al darnos cuenta de que, muchas veces, creemos que avanzamos y estamos convencidos de que las fuerzas renovadoras que comienzan a invadirnos de nuevo, nos posibilitan lo suficiente, incluso, como para ir más rápido de lo que vamos pero… no es verdad. Nuestra sensación es engañosa, porque la realidad revela todo lo contrario. Cuando estamos sometidos a un nivel fuerte de tensión y/o estrés, por supuesto, que llega un momento en el que empezamos a sentirnos fuertes y mucho mejor pero, esto no significa, en absoluto, que debamos creernos que, ya está todo bien y a que, ya estamos listos para enfrentarnos a todo. No. La naturaleza es muy sabia y lo que para nosotros es un simple chasquido de dedos, para ella y, esto es, para nuestro cuerpo, nuestra mente y, en definitiva, nuestra razón de ser no es así. Se requiere de más tiempo y, desde luego, mucho más del que nosotros mismos estamos dispuestos, si quiera a reconocer y, mucho menos, confesar, que realmente necesitamos.

Una cosa es el ritmo propio que la vida lleva por sí sola y otro bien distinto es el que nosotros llevamos en ella. Son dos cosas totalmente diferentes que obligatoriamente necesitan ir acompasadas. Y esto, es decir, el compás, sí que lo marcamos nosotros y, muy directamente nuestro estado anímico. ¿De qué depende? Básicamente, yo diría que de la actitud que decidamos adoptar ante la vida, independientemente de las personas y circunstancias que aparezcan en ella. De manera infalible, entrenando y poniendo en práctica, constante y continuamente, dos cosas que, considero, son fundamentales en nuestra vida: inteligencia emocional y habilidades sociales. Tanto en un caso, como en otro, lo cierto es que las dos vienen de serie con nosotros y están incluidas en el pack de cada uno. Sin embargo, lo que diferencia a unas personas de otras es la frecuencia con que se ejercitan y se ponen en práctica en nuestro día a día.

Puesto que he partido desde mi propia opinión, añadiré una cosa más La Inteligencia Emocional y las Habilidades Sociales son algo que despiertan, a la vez que suscitan un interés especial en mí, por diferentes motivos. Tanto es así que, a medida que, yo, personalmente, las voy cultivando y me voy instruyendo en ellas, los resultados, tanto para mí como para mi vida en general, son mucho mejores, más sencillos y, sin duda alguna, más ligeros, puesto que mi desgaste energético es infinitamente menor. Eso sí, algo que merece la pena destacar es que, al mismo tiempo, mi grado de consciencia, en cuanto a cómo comportarme, cómo lo hacen los demás y cuál es el resultado que obtengo a cambio, se ha visto favorablemente aumentado; y, esto sólo me lleva a una conclusión muy clara y muy cierta: Cuánto podemos hacer por nosotros y cuánto podemos evitarnos al mismo tiempo De qué depende de nosotros. Los recursos, las habilidades y las herramientas necesarias para ello, desde luego, están a nuestra disposición y, por supuesto, a nuestro alcance. Sólo nos queda encontrar la manera de hacer que resulten efectivas, eficaces y adecuadas a cada situación momento o persona que se nos presente de forma conjunta o por separado. Ese sí que es el trabajo propio íntimo y personal de cada uno de nosotros

Aprendamos a abandonar el papel de víctima a procesar esas vivencias dolorosas a tomarte un respiro se tu quien configure tu vida y como comentario no seas de las personas que dicen es que a mi así me hizo la vida si se tu quien hagas de ti lo que quieres ser en la vida los objetivos alcanzados constituyen la base de lo que nos permite seguir avanzando se perseverante.