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EL DESARROLLO DEL APEGO DURANTE LA INFANCIA

Enviado por   •  5 de Julio de 2018  •  3.263 Palabras (14 Páginas)  •  292 Visitas

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El sistema de apego interactúa estrechamente con otros tres sistemas relacionales: el sistema de miedo a los extraños, el sistema exploratorio y el afiliativo. Estos sistemas tienen como función general regular los intercambios con el entorno manteniendo un equilibrio que le permita al niño sobrevivir y desarrollarse. Más adelante se expondrá más detenidamente la naturaleza y función de los mismos y su interacción con el sistema de apego.

FUNCIONES DEL APEGO

El hecho de que los sistemas de apego y de miedo se conformen con claridad en el último trimestre del primer año, cuando los niños adquieren la capacidad de locomoción que les permitiría alejarse y abandonar a los progenitores, hace más evidente esta función.

La función del apego es buscar seguridad en la presencia y contacto con las figuras de apego. El sujeto busca las figuras de apego porque con ellas se siente seguro. La ausencia o pérdida de figuras de apego es percibida como amenazante, especialmente en los momentos de aflicción. De hecho, las figuras de apego funcionan como una base de seguridad a partir de la cual se explora el ambiente, se interactúa de forma más confiada con otras personas y se supera el miedo.

DESARROLLO DEL APEGO EN LA PRIMERA INFANCIA

Sin duda, es un mecanismo innato, el bebé nace con una serie de capacidades, habilidades y disposiciones para iniciar y mantener el contacto con su madre o cuidador, debe quedar claro que si bien es cierto el ser humano nace con estas habilidades pero no quiere decir esto, que es automático, este proceso requiere que al bebé, se le dé la dedicación y atención adecuada por parte de su progenitora, esto posteriormente le permitirá interactuar con los demás fuera de su entorno familiar, es importante mencionar que la interacción se va regulando biológicamente, a la vinculación afectiva, así como a las condiciones requeridas fundamentalmente como es la presencia de la interacción estable, así como el desarrollo y madurez de los procesos mentales, que permitirán al niño ir adoptándose a otros caminos que en la vida pudieran presentarse.

Orientación hacia las personas sin reconocimiento de las figuras que le cuidan (0-3 meses)

El llanto, comenzando por una actividad espontánea, desde la segunda semana se relaciona con factores externos: la voz humana se revela entre los estímulos eficaces en su detención y el poder del rostro como inhibidor del llanto comienza a destacar finalizado el primer mes. Todos los investigadores coinciden al afirmar que el llanto no es bueno (consume energía y aumenta la tensión y la presión cerebral), y que el llanto de dolor y el de hambre deben ser atendidos prontamente. El desacuerdo está en los otros episodios de llanto. Desde las perspectivas del aprendizaje se postula que se puede condicionar a los niños a llorar menos si se ignoran esos llantos. Sin embargo, este condicionamiento, que sí se comprueba en laboratorio, no funciona a largo plazo en el hogar: la falta de respuesta genera un llanto más intenso y seguramente fomenta en el niño la sensación de que nada o poco puede hacer para controlar lo que le sucede, aprendizaje éste que generará baja autoestima general y puntuaciones altas en lugar de control externo. Por el contrario, la respuesta rápida de los cuidadores en el hogar refuerza un llanto cada vez más corto acompañado de una pausa en espera de la respuesta del cuidador; si éste responde rápida y consistentemente enseña al bebé que no debe llorar intensamente para conseguir que se le atienda.

No se puede hablar todavía de apego porque los niños no reconocen a las figuras familiares, no las distinguen de los desconocidos. Es cierto que pueden identificar muy precozmente la voz y el olor de la persona que les cuida, generalmente la madre, pero esto no quiere decir que la identifique y discrimine visualmente de manera global antes de los tres o cuatro meses.

Interacción privilegiada con las figuras familiares sin rechazar a los extraños (3-7 meses)

Sonrisa diferencial: el niño sonríe más espontáneamente, con mayor frecuencia y amplitud a la madre que a los demás.

Vocalización diferencial: vocaliza con mayor frecuencia en la interacción con la figura de apego que con desconocidos.

Llanto diferencial: llora cuando es la madre quien sale de su campo perceptivo y no cuando le abandona otra persona.

Interrupción diferencial del llanto: el llanto cesa cuando es la figura materna quien lo levanta en brazos.

Ahora hemos hablado de interacciones privilegiadas con las figuras familiares, pero todavía no se ha establecido el vínculo afectivo. El niño dispone de esquemas internos gracias a los cuales reconoce a la madre y su comportamiento, pero estos modelos sólo son activos frente a la estimulación correspondiente, es decir, la presencia de una persona. Si la madre no está, el niño no la echa de menos, no se angustia por la separación. No se puede hablar de un apego verdadero hacia una persona específica, pues todavía dirige sus conductas a una serie relativamente amplia de personas.

Vinculación y miedo a los extraños (8-12 meses)

La ausencia de la figura de apego genera inquietud: el niño protesta, llora, intenta seguirla, manifiesta agitación motriz, etc., y cuando ésta vuelve se aferra a ella. La ansiedad de separación está funcionalmente presente en algún sentido desde los primeros meses de vida, como habíamos comentado, pero no se vincula a la ausencia específica de «la figura de apego» hasta este período.

Sistema exploratorio: Las figuras de apego se convierten en una base de seguridad a partir de la cual el niño inicia la exploración de la realidad: la presencia y accesibilidad de la madre activan las tendencias exploratorias, mientras que su ausencia provoca una clara inhibición o disminución de las mismas.

Miedo a extraños: Es decir, la función del miedo es garantizar la suficiente seguridad en esa transición desde la estrecha proximidad con la figura de apego a la orientación hacia el mundo físico y al establecimiento de nuevos contactos y relaciones sociales, pero no bloquearlas. En cuanto a la tendencia evolutiva de esta reacción, se constata un aumento en la intensidad del miedo a finales del primer año, para comenzar a declinar a partir de los 18 meses.

Los modelos internos activos: Gracias a estos modelos internos, no es necesario elaborar

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