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El Camino de las Lagrimas. ¿Qué nos viene a la mente cuando escuchamos la palabra pérdida?

Enviado por   •  10 de Junio de 2018  •  1.472 Palabras (6 Páginas)  •  498 Visitas

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EL CAMINO DE LAS LÁGRIMAS

POR JORGE BUCAY

CAPITULO 3

En los ensayos anteriores he expuesto parte de mi vida como ejemplo y comparación de lo que he leído en el libro de Jorge Bucay. En este tercer capítulo se habla del duelo y para ser más precisa de la negación por la que los seres humanos atravesamos al darnos cuenta que debemos superar la pérdida emocional ya sea de la persona, objeto o sensación. En esta parte del proceso por el que yo he pasado en múltiples ocasiones me ha sido más fácil aplazar el dolor, es decir, tratar de ignorar la situación en lugar de afrontar el hecho de que lo vivido anteriormente ya jamás será igual, puesto que algo que se va de tu vida, tiene el efecto y la causa de no volver en la mayoría de las ocasiones, ya sea para bien o para mal. También el libro menciona sobre el dolor de afrontar esta etapa y menciona la depresión como enfermedad aunada al duelo. Y en ese aspecto estoy en completo acuerdo con lo estipulado. Para mí la depresión ha sido el cúmulo de situaciones dolorosas sin resolver, al abandono, el letargo emocional, las recaídas. Creo que deberíamos de tener el raciocinio para reconocer a tiempo cuando estamos manejando las cosas de la forma incorrecta y así evitar el duelo de terminar con algo para lo que no estamos preparados. En el caso muy particular de la muerte, es claro que nadie estará preparado para dejar ir a un ser querido ya que el amor como si mismo es una mezcla de admiración y constante trabajo en la convivencia, por lo que nadie quiere perder una de las partes vitales por las que de manera personal hizo que surgiera ese amor hacia la persona. La gente que hemos perdido a un ser amado sabemos que después de la muerte ya no habrá mas que recuerdos y que esos recuerdos en el futuro se considerarán lo más preciado que podrán rescatar de la persona a la que han perdido.

Es verdad que un objeto o lugar tienen la cualidad de poder recordar una sensación o recuerdo, pero jamás lograrán aliviar el dolor de ya no poder convivir una vez más con el ser querido que han perdido. Es por eso que las personas vivimos en la tendencia de intentar negar que tenemos que dejar ir a alguien. Pues el sólo hecho de aceptarlo traerá consigo una dosis de realidad, la cual en la vida cumple la tarea de ser la villana, la verdad es la ineludible prueba de que algo ya esta establecido y poco podemos hacer al respecto.

Por lo que yo en diferentes etapas me he permitido abrazar la negación como si fuese el último bote salvavidas del mismísimo Titanic:

- Yo no he dejado ir a mi abuela, quien me crío desde mi nacimiento y murió cuando tenía 7 años.

- Yo no he dejado ir a mi padre quien me abandono psicológica y emocionalmente desde que tenía 7 años.

- Yo no he dejado ir a mi prima F. quien se suicidó al cumplir 15 años, cuando yo sólo tenía 9 años.

- Yo no he dejado ir a mi primer novio que me dejó cuando no estaba dispuesta a pasar a otro aspecto más delicado e importante de la relación.

- Yo no he dejado ir mi amistad de 15 años perdida por mi poca decisión de no poder amar a esta persona que me conocía tan bien y me respetaba por eso.

- Yo no puedo dejar mi relación destruida recientemente por mi poca iniciativa a formalizar y empezar una familia.

Y ahora después de esos sucesos y muchos más igual de importantes es la razón por la que la depresión y el dolor profundo son mis compañeros de cuarto más leales, ahora con lo antes mencionado; te invito a ti lector de esta travesía que no te estanques en esta etapa, pues evitar no es sanar, es sólo procrastinar lo inevitable y al hacerlo el pago es demasiado alto. Poco costeable.

He de mencionar que en algún momento de mi vida tuve la creencia absurda de tan sólo pensar que el dolor y el duelo era exclusivo para personas poco pensantes, débiles emocionales, y ahora como bofetada con guante blanco, me doy cuenta que el duelo de perdida no discrimina; raza, color, estatus social, edad, género, CI, o alguna distinción

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