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Esbozo de una lectura postmoderna-feminista del concepto de castración.

Enviado por   •  12 de Octubre de 2017  •  1.848 Palabras (8 Páginas)  •  514 Visitas

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En ese sentido, el feminismo académico adopta un enfoque netamente fenomenológico, ya que considera que toda experiencia vivida no sólo constituye ya una interpretación de la realidad, sino que necesita, además, una interpretación propia.

LA CASTRACIÓN EN PSICOANÁLISIS[4]

Sabemos que es un título muy ambicioso para los modestos alcances de un ensayo, lo que aquí pretendemos es retomar algunos de los aspectos del concepto de castración, formulado por Freud y clarificado por Lacan, en lo concerniente al desarrollo de la mujer en su camino a la plenificación-liberación.

Freud intuyó la envidia de la niña por la aparente ausencia de un pene que concretamente podía mirar en su congénere. El niño, por otra parte, se atemorizó al notar la carencia genital de la niña; así surgió el concepto psicoanalítico de la castración, por otro lado, no se puede ignorar la actitud de envidia hacia la mujer, cuando el varón ignoraba su invisible participación en el fenómeno de la concepción.

El concepto de castración en psicoanálisis no responde a la concepción vulgar de mutilación del órgano sexual masculino, sino que organiza la lógica del tener o no tener que va más allá de la percepción del pene (o clítoris).

Resulta difícil captar el alcance simbólico de la castración, con la que culmina el complejo de Edipo, cuando Freud señala como condiciones para que se establezca en el varón: la amenaza de corte del pene y la percepción del genital femenino. O que para la niña se presente por varios caminos: no conseguir una satisfacción suficiente en la masturbación y/o culpar a la madre de que le haya denegado el pene. Lo mismo cuando afirma que el niño trata de salvar su miembro sexual o que la niña tiene un juicio de inferioridad por su mutilado pene, Freud sólo establece algunos de los procesos imaginarios de la castración sin llegar a establecer su alcance simbólico.

Un concepto que pretendía clarificar dicha ambigüedad es el de falo.

Cuando Freud se refiere a la percepción de los órganos genitales por parte del varón o de la niña, nos está remitiendo a una captación imaginaria que no es suficiente para explicar la primacía fálica en la primera expresión psicológica de la diferencia entre los sexos. Es decir que la percepción de la diferencia sexual anatómica no basta para que el niño y la niña ingresen a la fase fálica. Para que el órgano masculino tenga un papel importante en esta fase se requiere que se lo haya simbolizado como falo y sólo así el niño teme su pérdida y la niña quiere tenerlo. Es en el orden simbólico donde se inauguran todas las significaciones del tener o no tener que recaen sobre el cuerpo imaginario. El falo simbólico no es una imagen sino el significante de la falta, por ello puede ser sustituido por otra cosa que lo represente. Se lo puede tener, perder, dar, recibir… es sustituible.

Lo incompleta que la mujer pueda percibir su anatomía genital, frente a la del hombre, se debe en gran parte a la actitud inhibitoria de la madre frente a la sexualidad infantil de la hija. Luego tales mensajes se confunden en el inconsciente con sentimientos de minusvalía, masoquismo y de pobre autoestima. En esta misma forma, por ejemplo, es muy factible que, en la medida en que la mujer alcance mayor libertad, la confusión existente hasta ahora entre pasividad-feminidad y actividad-masculinidad desaparezca.

Ya veíamos en el apartado anterior que a la mujer no se le permitía pensar, hablar, escribir, su papel se reducía al de madre y esposa, pasando de la economía de los padres a la economía del marido, siendo su principal objetivo el de la reproducción.

La propuesta del psicoanálisis es que tanto el hombre como la mujer pueden y deben adoptar la posición femenina y la masculina para poder entrar en las distintas facetas de lo humano. Ya que femenino y masculino para el psicoanálisis son posiciones psíquicas necesarias para desempeñar las diferentes facetas de la vida.

CONCLUSIÓN

En 1965, Paul Ricoeur en su libro Freud: una interpretación de la cultura, se refirió a Marx, Nietzsche y Freud como «los maestros de la sospecha», expresión con la cual sintetizó el trabajo de estos tres pensadores que, por diversos caminos, criticaron los valores-pilares de la modernidad: la racionalidad y la verdad[5]. En función de lo anterior y a fin de mantener el espíritu crítico y renovador de Freud ¿No será, acaso, que la visión del psicoanálisis clásico necesita replantearse su visión de la mujer, de cara al contexto histórico feminista del siglo XXI? ¿Qué se sostiene? ¿Qué ha tocado sus límites?

Sí bien es cierto que la genialidad de Freud se encargó de poner de manifiesto el poderío del subconsciente en la persona, también es cierto que su visión patriarcal lo limito en sus aportaciones a la ciencia. Lo anterior no pretende descalificar, en modo alguno, el trabajo de Freud, por el contrario, sugiere una plataforma epistemológica de inicio, a fin de que sea capaz de responder a los retos de nuestro tiempo, haciendo de la mujer no sólo objeto de investigación, sino sujeto de la misma, a partir de una metodología propia que considere sus necesidades, pero también sus conquistas en el ámbito de la toma de conciencia.

Así mismo, si la postmodernidad se define como la cultura del fragmento, tendríamos que decir que el psicoanálisis puede jugar un papel preponderante en la «alineación» del partido que ha comenzado a jugarse en el estadio del siglo XXI, a condición de que pueda jugar en equipo.

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