Inocencia perdida, una crisis en Ciudad Juarez
Enviado por Sara • 25 de Junio de 2018 • 2.205 Palabras (9 Páginas) • 382 Visitas
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El niño no busca nuestra seguridad, o la seguridad que le podamos dar, sino nosotros se la damos lo que genera una coodependencia. Entonces no se trata de seguridad, sino de un sentido de convivencia, sentido social de la existencia[15].
La capacidad de dar seguridad viene en proporción con la recibida, no podemos dar algo que no se tiene. La seguridad es la base primordial de toda formación humana capaz de construir un yo maduro y apto.
Para asegurar la salud mental de los niños futuros importa ante todo, desarrollar y reforzar en el niño el sentimiento de seguridad, de ser siempre querido y aceptado.[16]
- La sociedad de Ciudad Juárez en los s. XIX y XX
A partir de 1848, una vez perdida la guerra con Estados Unidos, se firmó el Tratado de Guadalupe Hidalgo cediendo México casi la mitad de su territorio y fijando así la nueva frontera en el Río Bravo, Paso del Norte como antiguamente se le llamaba a Juárez (Ciudad Juárez a partir de 1888 hasta la actualidad)[17] se convirtió en el paso obligado de mercancías al otro lado de la frontera, recalcando que el tráfico internacional no solo consistía en materiales y sino también en recursos humanos.
Mientras El Paso era depurado de sus tendencias viciosas enajenándose de la ciudad vecina, las calles y callejuelas de Ciudad Juárez se ganaron el nombre de la “frontera sodomita” (en relación a Tijuana llamada Gomorra)[18] llena de inmoralidades, perversiones, corrupción, crueldad e hipocresía. En 1921 se estima que la ciudad albergaba a más de 153 meretrices en la zona centro que para el año de 1927 se incrementó a más del 75%. Pero la gravedad del asunto residía en que la mayoría eran jóvenes incautas que tenían entre 13 a 19 años de edad, quienes se prostituían principalmente en cantinas, cabarets, hoteles y casas de asignación[19]. Por la inconformidad de los habitantes reclamando la vigilancia o la prohibición de esta práctica con el motivo de ser un acto inmoral para la sociedad se dispuso un área de tolerancia de la ciudad en la periferia alejada de restaurantes, cabarets y cantinas, donde aquí eran más frecuentes[20]. La prostitución no solo provocaba el clandestinaje sino que al mismo tiempo generaba otros problemas: el tráfico de mujeres (trata de blancas), que engañadas eran llevadas a la zona de tolerancia[21]. El municipio respondió promulgando las cuotas vigentes a la práctica de la prostitución para las meretrices locales y extranjeras, donde las mexicanas deberían de pagar cinco pesos, las norteamericanas ocho pesos y las francesas diez, además de un peso por registro[22].
La actividad laboral de las mujeres en el hogar en El Paso se ocupó en trabajos domésticos en casa de familias ricas, así como lavanderías, tiendas de abarrotes y/o departamentales; en Juárez el papel de ama de casa era el único que desempeñaba. Sin embargo habiendo restricciones migratorias a partir de 1917, la alta demanda de servicios domésticos motivaba a cruzar diariamente. Ésta era uno de los trabajos dignos de aquella época, puesto que la prostitución es causa de estigma para las mujeres. La prostitución conllevó a un problema más crítico y desgastante buscando formas alternas: la drogadicción y el narcotráfico.
En esta misma época, el tráfico de drogas no fue un problema exclusivamente de Ciudad Juárez, fue un problema que se expandió como una epidemia en todo México[23]. No se cuentan con los suficientes registros para determinar de dónde provenían los estupefacientes que generalmente se consumían en los años veinte. Para 1928, las droguerías o boticas expendían diversos tipos de drogas, como cocaína, heroína y morfina, y su autorización y vigilancia les competían a las autoridades del municipio[24]. Los centros de distribución eran conocidos por toda la ciudad y se concentraban principalmente en el centro de ésta, atrayendo así a visitantes tanto extranjeros como locales.
De acuerdo con documentos municipales, los fumaderos de opio se ubicaban en las calles de mayor afluencia de visitantes, como la avenida Juárez, la avenida 16 de septiembre y los callejones entre la avenida Juárez y la calle Mariscal.[25]
El problema se fue agravando cuando la situación económica enriquecedora del narcotráfico representaba un atractivo para jóvenes que buscaban una manera fácil de ganar dinero libre de impuestos. Los puestos de trabajos en las organizaciones delictivas consistían desde formación en fábricas clandestinas, como línea de producción refinamiento y procesamiento de la droga; distribución y supervisión de la mercancía, en calles, restaurantes, centros comerciales, naturistas e incluso escuelas; así como la protección al Capo (cabeza del grupo).
Para 1965 una ciudad industrial y de servicios de aproximadamente 600 mil habitantes que dependen directa o indirectamente de maquiladoras, según fuentes de la Asociación de Maquiladoras A.C. (AMAC)[26], encajaba con la creciente ciudad. Las industrias maquiladoras estaban en su mayor apogeo. Tras la llegada de empresas internacionales a la frontera quienes propiciaron un cambio coyuntural dentro de la ya deteriorada Ciudad, llegando a mermar la resquebrajada situación. A partir de esto se dio una ola de migraciones (iniciada desde antes por el programa braceros pero estadísticamente mayor)[27] por las grandes oportunidades de trabajo en las empresas y la estabilidad económica que Juárez ofrecía. Ciudad Juárez no estaba preparada para convertirse en una urbe industrial, siendo los problemas más comunes de la ciudad lo que no daba el paso al progreso los planes de infraestructura que daban vuelta solamente alrededor de la ciudad pero sin ningún cambio en específico; la corrupción y el desgobierno[28] que amenazaba la sociedad juarense; y la diversificación de culturas, fueron simplemente los factores más notables.
La proliferación de la industria impulsó la incorporación masiva de obra de mano femenina al campo laboral en la Industria Maquiladora de Exportación (IME)[29] lo que le permitió su participación activa en el crecimiento de la ciudad. A principios de los ochenta la mujer empezó a ocupar las aulas de las universidades hasta alcanzar estadísticamente a los hombres. Las mujeres se iban abriendo camino en la vida laboral dejando a un lado la idea tradicional del ama de casa, conllevando a un sentimiento “machista” y “misógino” reflejado en la prensa local con los titulares “las muertas de Juárez”[30]. La población femenina seguía participando activamente (aun con las represiones hacia ellas) colaborando en la escuela de sus hijos, las organizaciones sociales y partidos políticos, pero sobre todo en los espacios públicos y en
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