Trabajo Práctico N°2 “Estudios sobre el amor” y “El amor. La última frontera del hombre”

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De esta manera, Ortega postula que “amar es algo más grave y significativo que entusiasmarse con las líneas de una cara y el color de una mejilla; es decir por un cierto tipo de humanidad que simbólicamente va anunciando los detalles del rostro de la voz y del gesto”. Estas ideas aparecen también en Platón, para quien el amor es afán de engendrar en la belleza: implica una íntima adhesión a cierto tipo de vida humana que hallamos insinuado en otro ser.

Esta experiencia del amor se relaciona con lo que el autor define como sentimiento metafísico, o sea la impresión radical, última, básica que tenemos del universo y que sirve de soporte del resto de nuestras actividades. Contiene nuestra actitud primaria y decisiva ante la realidad sobre que la que se mueven sentires y pesares. Uno de los síntomas de esta primigenia sensación es el amor: por medio de él nos he dado sospechar a que o en que tiene puesta su vida el prójimo.

- Para Ortega el corazón, maquina de preferir y desdeñar, es el soporte de nuestra personalidad que nos lanza hacia unos u otros valores que define la raíz última de la persona y el semiento de su carácter. Se trata de un fondo, el núcleo del corazón que es secreto y que por lo tanto es difícil de percibir. Se trata del secreto cordial de cada uno que se manifiesta más que en actos y palabras, en el gesto y la fisonomía. Fundamentalmente en ciertos instantes de la vida, en particular en el amor, confiesa el ser humano grandes porciones de su decisiva intimidad.

Puede establecerse un paralelismo con lo que Fromm denomina “secreto del hombre” que puede ser conocido a través del amor. Al respecto postula: “si bien la vida es sus aspectos meramente biológicos es un milagro y un secreto (…) hay una manera, una manera desesperada de conocer el secreto: es el poder absoluto sobre otra persona (…) otro camino para conocer el secreto es el amor. El amor es la penetración activa de la otra persona (…) en el acto de amar (…) me encuentro a mí mismo, me descubro, nos descubro a ambos, descubro al hombre.”

Podemos relacionar estos conceptos con los de enigma y misterio, postulados por Guardini. Para definir el primero establece que “el otro ser humano no me es accesible sin más. Tengo que percibir su interior a través de las distintas formas de expresión; mientras esto no me es posible constituye para mí un enigma”. El misterio, en tanto, es lo que define a la existencia y “consiste en el hecho de que el pensar y el querer infinito de Dios se expresan en mi ser finito (…) tiene un carácter totalmente positivo: aunque no sea capaz de comprender a mí mismo, yo soy comprendido (…) este acto de comprensión (…) la sede del sentido de mi vida no está en mi sino por encima de mí”. De esta manera el amor no se define como ambición sino como reverencia ya que su primer acto no es de aproximación sino de distanciamiento. Por eso renuncia a hacer del amado una pieza del propio entorno y le deja espacio libre para desarrollar su existencia propia.