Trastornos de la personalidad: un hilo conductor al laberinto

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El trastorno de la personalidad esquizoide, se ve reflejado en nuestra protagonista por sus actividades solitarias, su semblante de poca sensibilidad, la ausencia de relaciones interpersonales con otros individuos e incluso en su falta de intereses claro que todo esto asumido desde una faceta (DSMV, s.f.).

En tercer lugar, tenemos el trastorno de la personalidad antisocial que en este caso se enmarca en “Ariana”, una chica de 25 años que se encuentra en descontento con las normas sociales, lo que la lleva a ser impulsiva, mentirosa, irresponsable y agresiva. Quizás, varias de estas características den para entender que el “Minotauro” también puede entrar en esta categorización de los trastornos de la personalidad.

El trastorno de la personalidad histriónica también es un elemento que Claude pone en evidencia, ya que en varias escenas suele dramatizar varias emociones; añadido a lo anterior, también es una persona bastante influenciable por sus demás facetas y que cambia de manera brusca sus expresiones emocionales.

Claude se hacía percibir con una mujer que, debido a situaciones bastante complejas, debía necesitar a otros, por lo que su personalidad se vio fragmentada en varias partes. Esto puede entenderse en las lógicas del trastorno de la personalidad por dependencia, ya que, al querer buscar un apoyo o medio de confianza, creo a estos otros seres que la gobernaban de vez en cuando.

Uno de los trastornos de la personalidad que más se han consolidado en la vida del personaje del policía que indaga sobre los asesinatos, es el de la esquizofrenia, el cual se ha caracterizado por delirios y alucinaciones y que se expresan claramente en momentos de la película en que se encuentra este personaje influenciado por voces en su cabeza o imágenes que no existen en realidad.

Todo este conglomerado de síntomas, especificaciones, claridades y demás, son creadas bajo una lógica de ayuda profesional, de una urgencia por atender a la población del mundo; en este caso y con un final claramente impensable, nuestro personaje adquirió en su tramo de vida muchas de las especificaciones de varios trastornos de la personalidad, lo cual la llevó a ser tildada como “personas en una persona”.

Si bien esto tiene sentido por la sumatoria de varios síntomas, no se evidenció una clara intervención durante lo largo de la película, al parecer la solución que más se implementó, fue tan solo la búsqueda e identificación de unos síntomas, para la contención de estos.

Si trasladamos esta idea a los modelos categoriales e interventivos que hoy en día pueden circular en la atención de la salud mental, podemos observar que están encasillados en una sola lógica que para algunos puede ser catalogada como reduccionista por la permeabilidad en la que se encuentran envueltos.

Rotular o etiquetar a una persona bajo un “trastorno” o bajo unos “síntomas”, puede hacer pensar que no existe más solución frente a sus situaciones, además de que se les envía un comunicado de que dicho “trastorno” los puede definir cuándo no. Esto último puede generar una resistencia al cambio, en donde incluso la ayuda de un psicólogo clínico (sea cual sea su postura) no tenga un efecto que apunte a un cambio significativo.

Está bien que existan modelos y guías que ayuden a esclarecer un poco las particularidades de la vida humana, pero ¿será la única manera en que se pueda comprender el entramado vivencial que construye al ser humano? ¿se podrá conectar esta lógica con otros paradigmas emergentes que intentan rescatar la esencia humana del ser? ¿podremos atender todas las demandas del sector de la salud mental con una guía que a postura personal puede seguir categorizando a la población mundial? Quizás son cuestionamientos que cada uno puede hacerse y responder a su modo, pero mientras se siga rotulando, será bastante difícil lograr un cambio significativo que se perciba como un salvavidas de la salud mental.