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Tres ensayos de una teoria sexual.

Enviado por   •  28 de Noviembre de 2018  •  1.954 Palabras (8 Páginas)  •  349 Visitas

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La zona relacionada con la micción (glande y clítoris) tanto en niñas como varones están relacionadas con las partes sexuales reales y su activación dará comienzo a la posterior vida sexual normal. Por su situación anatómica, debido a las estimulaciones que son producto del cuidado corporal, estas zonas tendrán sensaciones placenteras que despertarán en el lactante la necesidad de repetición. Es mediante el onanismo del lactante que se establece el futuro primado de esta zona erógena para la actividad sexual. Es preciso entonces distinguir tres fases de la masturbación infantil: a) Periodo de lactancia. b) Florecimiento de la práctica sexual hacia el cuarto año de vida y, c) Onanismo de la pubertad, el único que suele tenerse en cuenta.

Después del periodo de lactancia, en algún momento de la niñez, por lo común alrededor de los 4 años, la pulsión sexual suele despertar de nuevo en la zona genital y durar un lapso hasta que una nueva sofocación la detiene, o bien, prosigue sin interrupción. Todos los detalles de esta segunda activación sexual infantil dejan profundas huellas inconscientes en la memoria de la persona y determinan el desarrollo de su carácter, si permanece sana o si enferma después de la pubertad. Este periodo también se encuentra olvidado gracias a la amnesia infantil, en algunos casos. Como el aparato sexual aún no se ha desarrollado la pulsión se hace presente por medio del aparato urinario, por ejemplo, en la enuresis nocturna que, en realidad, corresponde a una polución. Causas externas e internas son decisivas para la reaparición de esta segunda fase de actividad sexual. Si bien es cierto que no se requiere de la seducción para despertar la vida sexual del niño y ese despertar se puede producir también por causas internas, bajo la influencia de la misma el niño puede convertirse en un perverso polimorfo y practicar todas las transgresiones posibles, las que no tropiezan con resistencias porque aún no se han erigido la formación de diques anímicos contra los excesos sexuales (vergüenza, asco y moral). De cualquier manera, también en la vida sexual infantil existen componentes que desde el comienzo involucran a otras personas en calidad de objetos sexuales, de esta índole son las pulsiones del placer de ver, de exhibir y de la crueldad, que aparecen con cierta independencia de las zonas erógenas pero que más tarde entran en estrecha relación con la vida genital.

Entre los 3 a 5 años se inicia también la actividad que se adscribe como la pulsión de saber o investigar. Su acción corresponde, por una parte, a una manera sublimada del apoderamiento y por otra, trabaja con la energía de la pulsión de ver. En cuanto al hecho de la existencia de dos sexos, el varoncito se aferra a la convicción de que todas las personas poseen un genital igual al suyo, la defiende obstinadamente frente a la contradicción que pronto la realidad le opone, y la abandona tras serias luchas interiores (complejo de castración). En cuanto a la niñita, no ocurre tales rechazos cuando ve los genitales del varón con su conformación diversa, está dispuesta a reconocerla y es presa de la envidia del pene. El supuesto de que todos los seres humanos poseen idéntico genital (masculino) es la primera de las asombrosas teorías sexuales infantiles, grávidas de consecuencia. Otra teoría infantil es la de la cloaca, es decir que, ante la pregunta de dónde vienen los niños, el niño supone que los hijos se conciben por haber comido algo determinado y se los da a luz por el intestino, como la materia fecal. En cuanto al acto sexual de adultos, lo ven como una especie de maltrato o sojuzgamiento, en el sentido sádico. Para ellos el estar casados significa tener una relación de comunidad como ir al baño juntos para la micción o defecación. Pese a los errores de las teorías sexuales infantiles, dan pruebas de una gran comprensión de los niños acerca de los procesos sexuales. La investigación sexual de la primera infancia es siempre solitaria, implica un primer paso hacia la orientación autónoma del mundo y establece un fuerte extrañamiento del niño respecto de las personas de su contorno, que antes habían gozado de su plena confianza.

Hasta aquí entonces, se pueden individualizar dos etapas pregenitales: a) la oral o canibalica en la cual la meta sexual es la incorporación del objeto y, b) la organización sádico-anal en donde ya se despliega una división de opuestos en la vida sexual, lo activo y lo pasivo. Los pares de opuestos pulsionales están plasmados en un grado aproximadamente igual, estado de cosas que se designa por el termino de ambivalencia. En cuanto a la elección de objeto, se puede hablar de dos tiempos: a) Entre los 2 y 5 años, el cual se ve detenido por el periodo de latencia y, b) En la pubertad, la cual determina la conformación definitiva de la vida sexual. Los resultados de la elección infantil del objeto son inaplicables para la pubertad, sus metas sexuales se han atemperado y solo pueden figurar en lo que se llama la corriente tierna de la vida sexual. Sin embargo, la elección del objeto de la pubertad tiene que renunciar a los objetos infantiles y empezar de nuevo como corriente sensual. La no confluencia de las dos corrientes tiene como efecto que no puedan alcanzarse unificación de todos los anhelos en un solo objeto.

En conclusión, se puede observar como las primeras impresiones sexuales de nuestro desarrollo van dejando huellas en nuestra vida anímica y pasan a ser determinantes de nuestro desarrollo sexual posterior. El punto de llegada del desarrollo de la vida sexual del adulto llamada “normal” es la consecución del placer puesto al servicio de la función de la reproducción, y las pulsiones parciales, bajo el primado de una única zona erógena, han formado una organización sólida para el logro de la meta sexual en un objeto ajeno.

Elisa Casaccia

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