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Tácticas psicoterapeuticas con pacientes adictos

Enviado por   •  14 de Diciembre de 2017  •  50.411 Palabras (202 Páginas)  •  415 Visitas

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Mis actuales reflexiones introspectivas sobre lo ocurrido, un tercio de siglo atrás, me han hecho reconocer que existieron factores ético-profesionales que facilitaron la estructuración, de notables resistencias, para que en el momento de mi designa-ción pudiese aceptar que el rechazo que sentía por estos pacientes no era, precisa-mente, por no considerarlos realmente enfermos, ya que dicho argumento no era más que un mecanismo inconsciente de racionalización, la esencia de mis defensas iniciales estaban en mis antiguas concepciones acerca de que las personas que asumían la conducta de los alcohólicos y los adictos a otras drogas, eran personas de poca calidad humana, con tendencias delictivas y, en el mejor de los casos, discapacitados morales.

La experiencia que echó por el suelo esta, totalmente, falsa apreciación ocurrió cuan-do en el tránsito hacia mi consulta pasé por el comedor de mi servicio docente "Rogelio Paredes", dedicado a la atención de pacientes alcohólicos y con otras drogadicciones procedentes de Cuba y de otros países latinoamericanos.

Quien produjo ese cambio radical de criterio fue un joven sudamericano, drogadicto de reciente admisión, que venía precedido de informes muy desfavorables en lo relativo a su comportamiento, profundamente, antisocial.

Esta fue mi experiencia: al superar un segmento del pasillo por el que me desplazaba y ubicado en un lugar, donde nadie podía haberlo visto, me encontré a este antisocial en actitud de enfrentamiento a otro ingresado, cuya estatura y peso corporal ponía, seriamente, en riesgo su vida y, en el mejor de los casos, su integridad física.

Su mensaje hacia aquel gigante transmitido en solo trece palabras pronunciadas sin alarde alguno, pero con la firmeza que surge ante una gran injusticia era: ¡Para quitarle otra vez el pollo a ese infeliz, tienes, primero que matarme!

La reflexión me llegó como un relámpago y fue, este muchacho no es, un antiso-cial. Para ello tomé en cuenta que, con el riesgo que corría, no obtendría ningún beneficio personal pues estaba defendiendo a un pobre paciente mental que, ade-más de estar muy enfermo, le era prácticamente desconocido.

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Me cuestioné, incluso, si yo hubiese asumido una actitud, tan riesgosa, ante la situación y, por primera vez, puse en duda aquella antigua apreciación de que los adictos al alcohol u otras drogas no eran enfermos, sino personas de baja calidad humana.

La frecuente repetición de vivencias similares y la constatación cotidiana de otras muestras de sensibilidad, involucración y solidaridad de los adictos hacia otro tipo de enfermos; las entrevistas y grupos psicoterapéuticos, y mi profundización en el conocimiento de lo que realmente son las adicciones y los comportamientos de las personas, bajo la influencia de drogas lograron que, en breve tiempo, aquel que al principio rechazaba, de manera abierta, a los adictos, comenzara a reconocerlos no solo como enfermos, sino como paradigmas de pacientes que experimentan nota-bles sufrimientos, una vez que alcanzan la segunda fase de su evolución llamada fase contemplativa en la que la venda de aparente indolencia que cubría sus ojos cae y el paciente se percata, por vez primera, de su catastrófica conducta y sus consecuencias.

Shapiro y Frank a mediados del pasado siglo demostraron, mediante una rigurosa investigación científica que los resultados obtenidos con la ayuda psicológica, a quienes padecen algún trastorno psiquiátrico, resultan, de manera sorprendente, similares con independencia del método utilizado por los terapeutas. Había, por tanto, algo más allá de los recursos aportados durante el desarrollo de las denomi-nadas ciencias psi que incluyen la Psiquiatría y la Psicología, así como otras disci-plinas de las ciencias sociales y las neurociencias.

Este y muchos otros misterios de esa llamada ósmosis bienhechora que se estable-ce en el terreno profesional entre quien busca ayuda, en materia de adicciones, y quien la ofrece, motivado por su vocación de servicios, constituyen el campo hacia el que se proyectará el libro.

En el capítulo 1 se exponen, de manera sintética, los aspectos más relevantes de la repercusión integral del uso indebido del alcohol y otras drogas con énfasis en las de efectos relevantes sobre la conducta. Se discuten también algunos mecanismos moleculares y neuropsicofisiopatológicos que, junto a los psicológicos, sociales, culturales y espirituales, explican la trascendencia integral de esta fatídica moda establecida, en forma insidiosa y progresiva, durante los últimos milenios.

Otros conceptos operativos básicos y el énfasis en la relevancia psicoterapéutica del diagnóstico de las vías patogénicas fundamentales se muestran en el capítulo 2. La relevancia de la antes denominada relación médico-paciente y hoy relación equipo de salud-paciente-familiar, para alcanzar los objetivos psicoterapéuticos, se presenta en el capítulo 3, donde se destacan las especificidades de la relación con pacientes adictos y sus familiares, así como las exigencias especiales para que estas sean exitosas y los efectos placebo implícitos en las relaciones positivas.

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Los aspectos conceptuales más relevantes que permiten hablar propiamente de psicoterapia y establecer su diferenciación con la relación profesional o técnica que le sirve de base y luego, de dichas reflexiones, se exponen en el capítulo 4, brevemente, las clasificaciones, así como las escuelas teóricas de mayor utilización mundial y los recursos derivados estas, con los criterios sobre su utilidad potencial en la rehabilitación de adictos, significación de los recursos narrativos y de un método autóctono, basado en reflexiones inspirativas sobre aforismos martianos.

El capítulo 5 muestra los principios y objetivos que se consideran como indispensa-bles en la rehabilitación de estos pacientes.

Los recursos de comunicación figurativa (símiles, metáforas y lemas) que se valo-ran como, especialmente, efectivos para trascender, en algún grado, la comunica-ción cognitiva y tocar lo afectivo de estos pacientes adictos y sus familiares se proponen en el capítulo 6.

Con mucho afecto se somete a su consideración, con la pretensión de exponer los criterios sobre esta gestión, luego de incursionar, por muchos años, en la práctica psicoterapéutica con estos pacientes, cuya conducta compleja determinados pro-fesionales rechazan al excluirlos

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