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Abuso de las Escrituras y sus consecuencias en las desigualdades por motivos de género

Enviado por   •  19 de Febrero de 2018  •  1.516 Palabras (7 Páginas)  •  492 Visitas

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La continua negación de esta igualdad absoluta, esencial y funcional, por parte de grandes sectores de la comunidad cristiana mundial, continúa contribuyendo en complicidad a reforzar la difusión del abuso de las mujeres y es, por lo tanto, un gran obstáculo para el avance del evangelio.

Parte 2

En la primera parte, he dicho que el "abuso de las palabras" a menudo violenta el significado y el mensaje de las Escrituras. He ilustrado esto mostrando que la designación de la mujer como la “ayuda” del hombre (Gén. 2:20) no muestra a una persona subordinada, sino a una persona de fuerza y vitalidad, cuya creación rescata al hombre de su soledad. En esta columna, quiero poner este concepto en el contexto literario y teológico más amplio de Génesis 1-3. En efecto, es el uso indebido de este contexto en las Escrituras lo que conduce a apoyar un entendimiento patriarcal de los hombres y las mujeres.

En el libro de Génesis 1:26-27, los seres humanos, en su polaridad de hombres y mujeres, son creados a la imagen de Dios. En esta polaridad complementaria “hombre – mujer” les es dado, en conjunto, el mandato de ejercer soberanía responsable dentro y sobre el resto de la creación. Estas afirmaciones son potentes convicciones teológicas que están radicalmente en contra del ambiente religioso cultural dentro del cual se forjaron las tradiciones de la fe de Israel. En ese entorno, en general, la mujer se concebía como creada a partir de material inferior.

Esta naturaleza y estructura general masculino-femenina de la humanidad, que se presenta en el libro del Génesis 1, se articula en Génesis 2 en términos de su particularidad en la relación hombre-mujer (Gén. 2:18) como base para la relación en el pacto del matrimonio (Gén. 2:24; ver Marcos 10:5). Visto desde la perspectiva teológica de Génesis 1:26-27, la razón por la cual los animales no pueden ser "ayuda idónea" para el hombre es porque no fueron creados a la "imagen de Dios." No son iguales al hombre, no se relacionan con él "cara a cara" y no pueden ser compañeros suyos en la tarea de mayordomía sobre la tierra.

Además, la creación de la mujer a partir del hombre (Gén. 2:21), como "hueso de mis huesos y carne de mi carne" (Gén. 2:23), significa que ella es de la misma esencia y sustancia, una confirmación más de la afirmación de Génesis 1:26 de la igualdad de ambos ante Dios (como colaboradores de Dios y portadores de su imagen) en relación con los demás.

Estas conexiones literarias y teológicas, junto con el significado de "ayudante" en la connotación de redención en lugar de subordinación, hacen imposible interpretar la descripción del hombre y la mujer de Génesis 2 en términos de desigualdad esencial o funcional. El concepto de que entre el hombre y la mujer existe una jerarquía (superior-inferior, líder-seguidor, autoridad-asistente) que fue intencionada desde la Creación es resultado de una lectura abusiva de la Sagrada Escritura, y, como tal, es contraria al orden de la creación.

Esta unidad literaria y teológica de Génesis 1-2 provee la antropología teológica para analizar la relación hombre-mujer que viene como resultado de la caída en el Génesis 3. La "regla del hombre sobre la mujer" (Gén. 3:16) debe ser vista como una desviación dramática del orden de la creación. El buen diseño e intención del Creador para la relación hombre-mujer se ha desviado y distorsionado. La condición jerárquica de la relación hombre-mujer es esclavitud al pecado. No se trata, por tanto, de un concepto prescriptivo (como si fuera la intención de Dios para la relación hombre-mujer) sino descriptiva (la naturaleza de esta relación marcada por el pecado). Es la creación de Dios, no su distorsión por el pecado, la que debe funcionar como el paradigma normativo de esta relación.

Dentro del amplio contexto teológico y literario de toda la Escritura, la condición humana –en su distorsionada y maldita realidad– es objeto de la obra redentora y transformadora de Dios. Este trabajo culmina en Jesucristo, cuyo servicio sacrificial libera a la humanidad de la esclavitud del pecado, entre los que se incluye la maldición de la jerarquía entre hombres y mujeres.

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Este artículo fue publicado originalmente en Arise, el boletín electrónico semanal de Cristianos por la Igualdad Bíblica, la primera parte el 11 de Diciembre y la segunda parte el 17 de diciembre de 2009.

Traducción: Ricardo Tucas, 2015

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