“Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sostiene y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas”. (Cantico a las criaturas)

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“La falta de reacciones ante estos dramas de nuestros hermanos y hermanas es un signo de la pérdida de aquel sentido de responsabilidad por nuestros semejantes sobre el cual se funda toda sociedad civil” (Laudato Sí, 25).

Frente al acceso y consumo de agua potable, la encíclica es muy clara: el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos (Laudato Sí, 30), en el documento, se hace una crítica al aumento desmesurado de las privatizaciones a ejes ambientales y tierras productoras de agua, así como de estados irresponsables frente a este flagelo, sin embargo, vuelve a colocar sobre el tapete la responsabilidad para cuidado y administración de este recurso en manos de toda la humanidad, diciendo que gran parte de esto es falta de educación y cultura, que producen una miopía que nos impide reconocer la gravedad del asunto.

En el abordaje del tema de la biodiversidad y cuidado de las especies del planeta, el pontífice como a lo largo de todo el capítulo, hace énfasis en la falta de conexión y relación del hombre con la naturaleza, ese quizás, para mi concepto, sea una de las más grandes enseñanzas de Laudato Sí. Sentimos y pensamos a la naturaleza y al mismo planeta tierra, como algo externo a nosotros, sin ninguna vinculación fuera de la físico espacial, no nos relacionamos verdaderamente, no la comprendemos a ella ni a sus dinámicas, no entendemos el rol que jugamos dentro de sus complejidades y a la vez no alcanzamos a vislumbrar toda la inmensidad de su rol dentro de nuestras vidas. En un acto de soberbia, la humanidad se ha creído por encima del planeta, que no está sometido a sus leyes ni a sus límites. En un mundo físico y natural meramente finito, el hombre ejecuta un crecimiento económico y consumo infinito, en algunos casos, ha sobrepasado los “inventarios naturales” presentes y ha tomado “prestado” los de las generaciones futuras, confiando en que los avances científicos resuelvan todo el desastre.

En un debate mundial en que está en juego cientos de millones de vidas humanas, los pobres, los que padecen los estragos de los cambios ambientales mundiales no están presentes, no tienen quien los representen o no participan en la construcción de soluciones, sin embargo, los que elaboran los planes de contingencia, la política pública o mundial para abordar las acciones de subsanación son los causantes de los males, son esos que no viven en las zonas de riesgos, ni beben el agua contaminada y que priorizan su inversión antes que la vida (toda la vida contenida en el planeta tierra) los que dan la receta para la cura del mal. ¿Cómo no estar cada día peor entonces?.

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