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Recensión y comentario sobre: Magníficat No. 4 y 7 - Misión Materna de María IX

Enviado por   •  24 de Septiembre de 2018  •  3.225 Palabras (13 Páginas)  •  299 Visitas

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Culmino este apartado del Magníficat diciendo que María era peligrosa porque era revolucionaria. Ella conocía la identidad de su hijo, que le había sido revelada. Ella debería comunicarla a los demás. Solo María podía comunicar las historias que ahora vemos en los Evangelios. Sólo ella escuchó las poderosas palabras de Gabriel; sólo ella se encontró con Isabel y tal vez transmitió las reacciones de Zacarías; sólo ella y José conocieron lo de los pastores y lo magos. El “Fiat” de María al ángel tiene que ver con todo lo que hoy he tratado de sintetizar y comentar en este artículo.

TEMA IX: MISIÓN MATERNA DE MARÍA

"Siendo María, en virtud de la elección divina, la Madre del Hijo consubstancial al Padre y 'compañera singularmente generosa en la obra de la redención, es nuestra madre en el orden de la gracia'. Esta función constituye una dimensión real de su presencia en el misterio salvífico de Cristo y de la Iglesia" (RM 3).

1.- Maternidad espiritual de María

Hoy podemos decir que a la luz de la enseñanza del Concilio Vaticano II, acogida luego en el Magisterio tanto de Pablo VI como de Juan Pablo II, distingue en el llamado de María a la maternidad, una realidad doble es decir:

En primer lugar, y en sentido evidente, el hecho de engendrar en su seno y dar a luz físicamente a Jesucristo, Hijo de Dios hecho carne. Es decir la integración de María, por esa maternidad, en un plan salvador libremente decidido por el Padre. Por lo tanto la maternidad plena de María respecto a Jesús como individuo, incluye la educación, la vida familiar, el sustento, etc. En este sentido también ejercita María sobre él una verdadera maternidad espiritual: en cuanto hombre, él aprendió de ella a vivir como un fiel israelita. Pero el Hijo de María no es sólo un individuo privado: toda la razón de ser de su existencia es su misión mesiánica y liberadora del hombre. Y María desde la anunciación supo de su elección para ser madre mesiánica (RM 15), y a esa vocación dio su consentimiento sin reservas, por más que sólo poco a poco se le fuesen aclarando las circunstancias históricas en que tal misión se realizaría

En segundo lugar, igualmente su Hijo le encomendó esta misión desde la cruz. En este sentido es, en forma análoga pero verdadera, madre de los redimidos por su Hijo. De tal modo que podemos afirmar: por vocación divina, María es Madre (biológicamente) de Jesús, y Madre espiritual del Cristo total: Cabeza y miembros. El Concilio expresa este último aspecto llamando a María "Madre en el orden de la gracia" (LG 61).

Misión de María. Sin la maternidad de María, y por tanto sin la función teológica de la mariología en la Iglesia, ésta se desvirtuaría en su comprensión de sí misma como madre de los creyentes.

María, figura y modelo maternal de la Iglesia. Es común desde los Santos Padres mirar a María como el modelo de la fecundidad de la Iglesia, ya que ella realizó vivencialmente su vocación como madre virgen (LG 63). Por ello la fe vivida de María puede ser también para nosotros un camino de evangelización. Así la contempla el documento de Puebla, especialmente al mirar cómo ella estuvo presente en los inicios de la Iglesia, en Pentecostés (Pue 287). Por eso María es nuestra "educadora en la fe" y la "pedagoga del evangelio" (Pue 290). Su presencia femenina crea en la comunidad una sana atmósfera de familia que propicia nuestro experimentar la maternidad de la Iglesia. María nos ofrece la "presencia sacramental de los rasgos maternales de Dios" (Pue 291). Y finalmente la maternidad de María, que sólo se entiende en su relación con la paternidad del Padre (tanto en el caso de Jesús, como en el caso de quienes somos por él los hijos por adopción en el Espíritu), nos ha de llevar a aceptar no sólo en modo teórico, sino también familiar y aun afectivo, la fraternidad de nuestros pueblo.

2.- María asociada a su Hijo el Redentor del mundo (LG 53. 56.60)

San Pablo claramente nos indica que según la voluntad del Padre, el Hijo nació de mujer (María) por motivo de la salvación del mundo (Gal 4, 4): siendo la afirmación cristológica, de modo indirecto nos indica la misión de María en relación con su Hijo.

Redención '"pasiva" y "activa". Es lo que podríamos llamar la redención "pasiva" en ella, en cuanto ha sido la plenamente redimida. Pero hemos de caer en la cuenta de que no existe gracia alguna que termine en la persona como individuo. Toda gracia individual es también comunitaria en dos sentidos, primero, en cuanto por la comunión de los santos, "objetivamente" toda gracia de una persona se comunica a la comunidad humana (así como todo pecado "objetivamente" influye negativamente en ella). Segundo, en cuanto por la gracia somos llamados a comunicar activamente la salvación del Señor a nuestros hermanos. En este sentido se puede afirmar que toda gracia comporta un llamado a una misión.

La tradición teológica. Desde el s. II la Tradición patrística permanentemente ha reconocido esta misión de María al lado de su Hijo, aunque haya evolucionado la manera de exponerla. El vehículo más común fue el parangón Eva-María, en conexión con la teología paulina que contempla a Jesús como el nuevo o segundo Adán. En algún tiempo entre los ss. XV y XVII se empezó poco a poco a usar el más preciso de "corredentora". Poco a poco tal costumbre se fue extendiendo, aunque nunca ha sido del todo común ni siempre bien acogida por los teólogos, ni siquiera por todos aquellos que aceptan la doctrina por tal título expresada.

La anunciación. Suele considerarse el punto capital de donde arranca la misión de María (LG 53.56; RM 15; Pue 292), como madre biológica de Jesús, pero también con una maternidad que abarca conscientemente toda la persona mesiánica del Salvador.

Seguimiento de Cristo hasta la cruz (LG 57-50; RM 23). Sería demasiado reductivo atender a los dolores de María o bien como limitados a la cruz o a ciertos momentos de la vida de Jesús, o bien contemplarlos sólo desde el punto de vista de compasión emotiva, y no de seguimiento en la misión.

Misión de María en los inicios de la Iglesia (LG 59; MC 18; RM 26-28, Pue 287). Los Hechos de los Apóstoles nos muestran cómo María ejerció su misión en el corazón de la Iglesia: intercediendo por la gracia del Espíritu (Hch 1,14). Lo importante es advertir que no hay "dos proyectos de redención", el de entonces y el de ahora, ni el Señor

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