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LA TEORIA DEL CONSUMO Y DE LOS CICLOS EN THORSTEIN VEBLEN

Enviado por   •  7 de Febrero de 2018  •  2.572 Palabras (11 Páginas)  •  523 Visitas

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Como anillo al dedo queda al pensamiento de Veblen esta frase que parece plasmar el malestar que éste experimenta al observar a la clase ociosa a lo largo de la historia: “Una manera de conocer las miserias de nuestros congéneres es mirar sus placeres” (Riesmann, 1960:321). Son dos los textos que revelan su visión sobre las mujeres, un ensayo intitulado “La teoría económica del vestido de las mujeres” y escrito en 1894 y “La teoría de la clase ociosa”, anteriormente citada, en donde aporta observaciones agudas sobre las prácticas de las clases privilegiadas a lo largo de la historia hasta finales del siglo XIX, en especial sobre las mujeres como portadoras del consumo ostentoso de los hombres que revisten formas de exhibición social propiciadoras de la emulación. Señala la existencia de funciones latentes del consumo y derroche ostentosos como símbolos de prestigio de clase y estrategia de competencia para reafirmar y engrandecer un lugar social. En su prólogo a la versión en español de la segunda, John K. Galbraith afirma que, aunque escribió en plena edad sobredorada del capitalismo norteamericano, su análisis es más pertinente en el caso de la opulencia moderna. Ningún hombre de su tiempo, ni posterior, “vio con ojo tan frío y penetrante, no tanto el lucro pecuniario, sino el modo en que su búsqueda hace comportarse a hombres y mujeres”. Más que de un economista, su análisis parece de corte psicológico antropológico, ya que estudia la cultura, comportamientos, costumbres, hábitos de un grupo social privilegiado en torno al ocio y la reacción de los grupos de otras clases que pretenden emularlo (1944:xxi-xxii). Al analizar las funciones no intencionales de los fenómenos sociales, toma de la escuela psicoanalítica freudiana el concepto de “instinto”, con el cual pretende luchar en contra de la noción que considera al pensamiento humano como eminentemente pasivo y receptivo. Según él, la sociedad industrial se inserta en un proceso de acumulación en el que domina El “instinto de laboriosidad o “workmanship,” opuesto al consumo ostentoso; registra que, en cierto estadio de la sociedad, ocio y progreso social conviven en forma antagónica, ya que la clase ociosa es improductiva y consumidora de bienes superfluos y es emulada por otros grupos menos afortunados que pretenden imitar sus patrones de consumo. Ilustra el contraste entre la sociedad industrial en la cual se desarrolla una personalidad cada vez más orientada hacia el ocio, y la frugalidad puritana del ahorro y el trabajo que se le contrapone, debido al desperdicio del tiempo de consumo que experimenta en búsca de una ganancia simbólica de prestigio social. Asimismo, critica la artificialidad en un ataque frontal a las extravagancias y al dispendio de la época, con especial énfasis en su país. Al hacerlo, sugiere una forma de análisis sobre los múltiples motivos que subyacen al comportamiento de los consumidores y su necesidad de ocio como búsqueda de reconocimiento social por medio de la ostentación en el consumo. A partir de ello observa que el gasto, si ha de contribuir eficientemente a la “buena fama”, debe hacerse visible, derrochadoramente, para producir una ”buena reputación” a quien lo realiza, y tal es el caso de las mujeres casadas, propiedad ostensible del hombre de “la clase ociosa adinerada”, ya que al abstenerse del trabajo, incurren en un acto honorífico o meritorio, que llega a ser un requisito impuesto por el decoro. El artificio se da en la definición de las posibilidades de ser mujer y en el decoro familiar restringido a la inutilidad impuesta a ella, a su inmovilidad y al mérito que tiene el hombre de “abstenerla” de cualquier tarea productiva. Ubica los orígenes de la exhibición social a través del ocio en el feudalismo, y analiza las funciones latentes del consumo y el gasto ostentosos como símbolos de la clase alta y como método competitivo para engrandecer el prestigio individual y el desperdicio. Afirma que, durante esta etapa, la vida cultural en los altos círculos sociales se dedica al juego de la ostentación, que se inspira en un espíritu lúdico clasista. El tipo de ocio que se genera postula la abstención del trabajo y la dedicación plena a actividades libremente elegidas, como la guerra, la política, el deporte, la ciencia y la religión. La dedicación a esas actividades llega a estimarse honrosa y, en consecuencia, son condición previa para disfrutar el decoro social, ya que significa pasar el tiempo sin hacer nada productivo, por el sentido de indignidad que se otorga al trabajo productivo, y como demostración de la capacidad pecuniaria que permite esa vida de ocio. Ésta, como indicativa de una elevada posición social, es un medio para conseguir respeto social; el tiempo improductivo es valioso en tanto prueba convencional pero directa de la riqueza y el poder: lo esencial es dedicar el tiempo a exhibir el ocio. El matrimonio es otro asunto al que Veblen se refiere como forma fundamental de propiedad durante el patriarcado, ya que para él, éste y la propiedad privada son fenómenos sociales inseparables. Se refiere a los orígenes del matrimonio en la captura de mujeres como ataques durante la barbarie y como “iniciación ritual hacia la servidumbre de las mujeres y es el vínculo en el que la mujer debe amar, honrar y obedecer al hombre.” En su texto “La teoría económica del vestido de las mujeres”, explora la moda como forma de consumo de las mujeres a lo largo de la historia y analiza el vestido desde su función original de cubrir el cuerpo de los elementos, como recurso para el ornato y parámetro de riqueza y pretensión social. Señala que no sólo entre los pueblos primitivos, sino en sociedades más avanzadas del siglo XIX, se volvió costumbre que las mujeres se adornaran con todo tipo de atuendos y accesorios que impedían el modo de andar, inhibían su respiración y mostraban su improductividad sedente. Detecta la incómoda persistencia en varias culturas del faldón y las “engorrosas” crinolinas y los zapatos de tacón. En su original y sugerente análisis del corsé femenino, observa que las mujeres ricas demuestran con el uso de esta prenda su pertenencia a una clase, a un hombre, y al lujo que se da éste de mantenerla ociosa. La característica principal de dicha prenda es su incomodidad y su capacidad de inmovilizarla; por medio de ella el varón, como sexo “superior”, ratifica su condición de dueño de la mujer ostentando vicariamente su capacidad pecuniaria.

CONCLUSION

Si la sociedad de consumo ya no produce mitos, ello se debe a que es en sí misma su propio mito. La Abundancia pura y simple ha sustituido al Diablo que aportaba el oro y la riqueza (a cambio del alma). El contrato de la Abundancia reemplazó el pacto con el Diablo. Así como

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