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Cuando la subjetividad se torna heroica en las intervenciones profesionales

Enviado por   •  21 de Febrero de 2018  •  2.330 Palabras (10 Páginas)  •  426 Visitas

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Suele decirse que para un proyecto social los recursos más importantes son sus actores, para intervención la profesional de un trabajador social “el recurso, la herramienta” más importante es el mismo ¡porque! Personalmente se implica desde la reflexión, la palabra y la practica en un complejo proceso en el cual es el principal instrumento de gestión de la propia intervención.

No pretendo que dejemos de considerar al otro desde un protagonismo medular, claro está que sin ese otro su intervención pierde sentido. Pero si es necesario que podamos reflexionar en qué condiciones se trabaja profesionalmente para ese “otro”, cuando el mismo, erguido como herramienta de intervención, no registra la necesidad de cuidarse y ni siquiera registra lo que le pasa.

Cuando quedamos entrampados en un lugar de luchador/a; cuasi héroe o heroína que da y es capaz de hacer casi todo por otros, esa posición-cuasi heroica-es en parte auto impuesta pero también no construida en un entorno al que le viene bien que alguien la asuma. No es casual que solamos escuchar: “Si el trabajador social no lo hace o no puede” ¿Quién? ¿Quién si no él?. Si no se sabe bien que quiere alguien, que le pasa o qué hacer con él en una institución, su seguro destino será: valla al área social.

Ahora bien, ¿Qué implicancia tiene esto de asumirse, sin tener muchas veces conciencia de ello, a modo de heroína o héroe. Ellos (héroes y heroínas) están sostenidos por los valores más elevados, por que trabajan “por el bien… de otros”, por tanto eso les da una autoridad moral indiscutible. Los héroes son solidarios, “dan todo” “se entregan”.

Esto casi mecánicamente los posiciona en otro extremo: “Yo no importo porque lo importante es el otro. Lo que hago no es para mi, es para los demás”. Ese discurso traducido en prácticas de gran esfuerzo; a veces de sacrificio, los pone y expone en una posición riesgosa; ubicándolos potencialmente como héroes por sobre los demás, generalmente sin conciencia real de ello. Y con esa autoridad enfrentan la situación desde un lugar peligrosamente omnipotente. Si efectivamente pueden y la intervención resulta satisfactoria, ese lugar se confirma y reafirma, y con ello la actitud profesional asumida. Por el contrario, si no resulta satisfactoria, el profesional se sienta altamente frustrado, responsable del fracaso de la intervención preguntándose entonces: ¿Cómo no puede? ¡Si me formaron para poder, para transformar!.

Desde la actitud de omnipotencia exigida, además por nobles valores vamos construyendo esta “subjetividad heroica”. A veces creemos que no hay dificultad que no se puede enfrentar con decisión, voluntad y esfuerzo.

Frecuentemente los trabajadores sociales trabajamos con situaciones urgentes de emergencias, entonces, si el tiempo apremia no hay demasiado tiempo para pensar. Este es terreno firme para que aparezca el héroe.

La subjetividad heroica siempre tiene que llegar y responder a tiempo, en ese ir de urgencia en urgencia sin tiempo para reflexionar, planificar o programar, por tanto en el héroe prebalese la acci{on directa, y la repetición de una línea de conducta.

No hay tiempo para las necesidades singulares, menos para registrar qué le pasa frente a esto, o que riesgos existen. La subjetividad heroica se sitúa en un lugar de saber en el que la urgencia, o el trabajo que se acumula son excusas más que consistentes para no pensar.

Frente a situaciones limite el héroe es el salvador que siempre sabe qué hacer. Nos asimismo como una especie de “recursero” personal. Esto es terriblemente riesgoso para los trabajadores sociales si nos lo creemos, ya que cuando no hay tiempo que perder, los otros, los del problema que no saben qué hacer (si no ya lo habrían hecho)-quedan en situación de no tener nada que aportar a la resolución del problema, lo cual los deja como meros objetos del accionar de la subjetividad heroica.

La contraparte del héroe es la víctima. Dejar en enclavado al otro en la posición de victima impide el crecimiento, la transformación; pero no solo del otro si no de ambos. Héroes y victimas son un par, se confirmar mutuamente. La subjetividad heroica hace cosas por los otros, yt de esa forma suprime al otro como sujeto y tambien asimismo tanto el héroe como el salvado quedan anulados como sujetos.

El cómo comprendemos al sujeto, al otro con quien construimos nuestra intervención, incluye el lugar que asume y el que le adjudicamos. La concepción del ser, es desir la dimensión ontológica, es la base sobre la que se asienta la estrategia de intervención profesional. Esto invita a pensar también “el lugar del otro” en la cotidianeidad laboral. Según el campo del trabajador los nombrados como “adictos”, “pacientes”, “chicos de la calle”, “evacuados”, “asistidos “, “victimas”, entre otras formas.

En la propia enunciación de alguna manera lo restringimos. No se trata de negar algún rasgo que caracteriza su situación o estado en ese momento y condiciona su vida cotidiana, si de hacer una lectura compleja en la que no quede “atrapado” en un rasgo único que lo identifique “capture” como tal.

Quien interviene también puede quedar entrampado, tendiendo a trabajar con problemas “capturados”, “rotulados”, en los que podría darse implícitamente un juego de opuestos. Ese juego en el que “el otro” queda capturado, esa su vez funcional a la subjetividad heroica que atrapa al profesional.

Frente a ese otro el héroe viene bien, sin embargo aquieta la potencia de ese otro, y a la vez aquieta su propia potencia.

Para ser sujeto es necesario construir reciprocidad. Al héroe le cuesta decir que no, no puede negarse a nada porque él mismo se asume como “un objeto de servicio”. Si no es posible armar un sistema de ida y vuelta en el que “dar y recibir” sean correspondientes, en el héroe pierde también su potencia como sujeto.

Para trabajar con el otro resulta necesario pensar y situarse como sujeto desde una paridad, en la que el trabajador social porta como profesional un rol diferenciado que puede y debe asumir y decir “no puedo” si es necesario.

Omnipotencia e impotencia, son parte del mismo juego, la subjetividad heroica se asume omnipotente. Sin embargo la omnipotencia, genera impotencia, parálisis.

El héroe, además, suele centralizar el poder, lo que lo deja en una situación de omnipresencia. Ese lugar se erige como destacado, entonces puede costarle delegar o compartir, frente a un potencial riesgo de que otros no hagan las cosas o no las hagan como él.

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