El debate sobre el trabajo en América Latina.
Enviado por Eric • 2 de Abril de 2018 • 4.113 Palabras (17 Páginas) • 322 Visitas
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En las líneas que siguen revisaremos, los sentidos que el trabajo ha tenido en distintos períodos históricos y los modos en que fue interpretado; analizaremos también la incidencia que tienen los modelos productivos. Finalmente, vincularemos estos aspectos con el tema del desarrollo económico y social, atendiendo principalmente al actual escenario macroeconómico que, a diferencia de otras épocas, se presenta como favorable para buena parte de los países de la región. (La demanda de materias primas impactó positivamente en América del Sur, mientras que constituyó un efecto negativo y muy problemático para los países del Caribe y muchos de los países de América Central) .
El significado que cada sociedad le otorga al trabajo admite más de un foco de análisis, ya sea que nos preocupen los cambios en términos de la generación de valor, de su impacto sobre la construcción de las subjetividades y las identidades, o su repercusión como mecanismo de integración y cohesión social. Sin embargo, cuando uno observa los valores y dimensiones privilegiadas por la población y los principales expresiones de conflicto social ( Calderón 2012), el trabajo y los ingresos siguen constituyendo más de la mitad de los conflictos sociales. El trabajo, tal cual lo conocemos, no siempre ha determinado el orden social. Al plantear el interrogante sobre los significados del trabajo, no podemos pasar por alto que ello supone enfrentarnos, como señala D. Méda (1996, 2007), a una categoría histórica, resultado de una construcción social.
A la luz de las observaciones precedentes, es importante que recuperemos el debate sobre el trabajo en su visión más amplia y que desterremos definitivamente la idea del fin del trabajo ya que, como dice Robert Castel, no sólo hay que “evitar la tentación del profetismo y la del catastrofismo” sino que, además, no debe soslayarse que el trabajo asalariado sigue siendo el fundamento principal de la ciudadanía como “vehículo concreto sobre cuya base se erigen los derechos y deberes sociales, las responsabilidades y el reconocimiento, al mismo tiempo que las sujeciones y coacciones” (Castel, 1997).[2] Partimos de la idea que el principal mecanismo de transmisión del crecimiento económico al bienestar de los hogares es el mercado de trabajo, ya que constituye la fuente principal de generación de ingresos para la mayoría de los individuos, en este sentido juega un rol central a la hora de pensar las estrategias de desarrollo socialmente sustentables. Como señalamos en un documento anterior (Kostzer y Novick 2005) la forma en que este mecanismo actúa cobra una “significación e importancia diferente según el patrón de crecimiento que adopta la economía, de cómo se genera valor agregado, cómo incide y regula el estado las relaciones de producción y económicas en el ejercicio de sus distintos roles, cómo se recaudan los impuestos, quien los paga, y cómo gasta, tanto en rubros corrientes como en la inversión en infraestructura o social del país. En definitiva, los incentivos para la distribución y la producción son cruciales de interpretar”.
Si bien es evidente la emergencia de modelos productivos donde efectivamente el conocimiento tiene una importancia quizás mayor (y sólo quizás) que en otras épocas, probablemente lo que más caracterice a nuestro tiempo sea el tipo y la velocidad del cambio técnico en la que se debate también el concepto de trabajo, caracterizado por una importante heterogeneidad. Lo que queremos destacar es que el trabajo en la actualidad, lejos de reducirse a ocupaciones basadas en el conocimiento, o que requieren una gran capacidad de abstracción, mantiene una fuerte heterogeneidad, en la que conviven trabajos, empleos y ocupaciones de muy diferente naturaleza. El desafío es identificar y caracterizar aquel tipo de trabajo que pueda asociarse con mejores condiciones de empleo, de calidad, con un modelo que integre una estrategia de desarrollo inclusivo con trabajo decente.
Cómo se llega a un mercado de trabajo débil y precario en América Latina?
Después de la finalización desarticulada del modelo sustitutivo de importaciones, y de la “crisis de la deuda” el enfoque del mainstream que orientó reformas económicas en América Latina, concebía el desajuste entre la oferta y la demanda de empleo como derivado fundamentalmente de las rigideces del mercado laboral que imposibilitaban una reducción de los salarios así como de costos no salariales. Una vez eliminados dichos obstáculos a través de la flexibilización laboral y la eliminación de las instituciones de protección del trabajo creadas en el paradigma anterior de sustitución de importaciones, también sería posible llegar a un equilibrio en este mercado con un menor costo de la mano de obra. En este sentido, el salario dejó de ser concebido como un elemento central de configuración de la demanda interna y motor del desarrollo, y pasó a ser considerado meramente como un costo de producción que era necesario reducir para lograr ganancias de competitividad.
Sin embargo, el argumento de que los altos niveles de desempleo se debían centralmente al “mal funcionamiento del mercado de trabajo” no se verificó en Argentina, ni en otros países de la región como señalan, entre otros, Freeman y Frenkel y Ros (2004). En contra de quienes señalan que la inflexibilidad del mercado laboral y la débil política fiscal fueron los principales responsables de la crisis económica y social de 2001, Freeman sostiene que la causa central se encontraría en los riesgos de operar en los mercados de capitales globales unido, en Argentina, a la estrategia de convertibilidad. En base a esto afirma que los “problemas del mercado de trabajo no se resuelven en el mercado de trabajo” y que el buen funcionamiento del mismo depende fuertemente de cómo funcionen los otros mercados, en especial el de capitales.
Frenkel y Ros sostienen, en la misma línea, que el pobre desempeño del mercado laboral de Argentina en los 90 se encuentra fuertemente explicado por el comportamiento del sector de bienes transables, en especial en la industria manufacturera. La apreciación real de la moneda, junto a la apertura y liberalización de los mercados tuvieron efectos devastadores sobre la competitividad y el empleo industrial y, por ende, del mercado laboral en general. Los autores señalan que atribuir el diferencial de ajuste del mercado laboral a diferencias en la flexibilidad de los mismos es “simplemente erróneo”, y no hay casos donde las pérdidas de competitividad, asociadas a ingresos masivos de capitales y apreciación de la moneda, se hayan revertido por reducciones de los salarios reales. Pero aún si esto fuera posible, el costo en términos sociales
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