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Transformaciones del Trabajo Rural en América Latina: Evolución y precariedades –versión resumida

Enviado por   •  27 de Diciembre de 2018  •  11.343 Palabras (46 Páginas)  •  376 Visitas

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Las políticas laborales se reorientaron para aumentar la flexibilidad (reducción de costos de despido, contratos permanentes e indexación salarial), compensadas por programas de capacitación laboral (Weller, 2005, p. 165). Y aunque las políticas y normas laborales no se aplican como se debiera en las áreas rurales (FAO/CEPAL/OIT 2010 y 2012), transcienden, entre otros, porque el mercado laboral urbano para el empleo poco calificado opera como regulador de las migraciones rural-urbanas.

Por otro lado, las políticas neoliberales reorientaron las economías hacia sus ventajas comparativas, muy ligadas a recursos naturales en gran parte de la región, incluyendo al sector agrícola, dominado por grandes empresas comerciales, muchas de ellas transnacionales.

Estos contextos junto con una transición demográfica hacia el envejecimiento de la población (gráfico 1) aumentada por la migración, esencialmente de jóvenes en edad de procrear, influyen sobre el empleo agrícola y rural.

Gráfico 1: América Latina (20 países), 2005 y proyecciones para 2015 y 2025: Población rural según tramos de edad (en miles y %)

[pic 1]

[pic 2]

Fuente: CEPAL/CELADE (2005)

El crecimiento promedio anual del PIB de América Latina y el Caribe (1,1%) fue superado por el agrícola (2,0%) en la década de 1980, mientras que después, la situación fue inversa (CEPAL/IICA, 2002, pp. 25 y 27). Paralelamente, el empleo agrícola se mantuvo relativamente estable, mientras el empleo no agrícola (urbano y rural) aumentó fuertemente[4], llevando al desempleo a menos de dos dígitos (OIT, 2013a). A pesar del aumento de la productividad (promedio) de la mano de obra agrícola y del fuerte alza de los precios de los commodities agrícolas durante la “crisis alimentaria” de los años 2006-2008, ni los ingresos por trabajo de los ocupados por cuenta propia ni el de los asalariados agrícolas aumentaron.[5] De hecho, los ingresos laborales de los trabajadores rurales por cuenta propia en la agricultura y sus familiares no remunerados tuvieron tendencia a disminuir entre 1997 y 2002 para luego volver a llegar en 2012 a los niveles de 1997 (3,1 veces la línea de pobreza como promedio para la región), aunque esta situación promedia refleja siete países que desmejoraron su situación y siete que la mejoraron[6]. El hecho es que, en torno a 2010, 16,5% de los ocupados urbanos y 30,0% de los rurales percibían ingresos laborales inferiores a la línea de pobreza (Weller y Roethlisberger, 2011).

No solo los ingresos sino también las demás condiciones de trabajo suelen ser muy precarias en las áreas rurales y el empleo rural es considerado como uno de los principales núcleos duros de desprotección y debilidad en las regulaciones laborales en América Latina (Rossel, 2012, p. 17 y FAO/CEPAL/OIT, 2010 y 2012).

Todo ello tuvo como resultado un leve aumento (0,1% anual) del empleo en el sector agrícola frente a un aumento mucho más vigoroso del empleo rural no agrícola (3,8% anual) entre 2003 y 2012 (cuadro 3 en anexo).

- El empleo rural y agrícola en América Latina: órdenes de magnitud y características

- Órdenes de magnitud del empleo rural y agrícola en América Latina

En base a los Censos de Población, se estima que actualmente (a 2015) 120,3 millones de personas viven en las áreas rurales de los 20 países que conforman a América Latina, es decir, el 19,2% de la población total de la región (CEPAL/CELADE, 2005 y gráfico 1).

En base a las Encuestas de Hogares, se estima[7] que en torno al año 2012, en total (incluyendo a los menores de 15 años)[8], unos 48,2 millones de personas trabajaron en el sector agrícola[9] (17,5% del total de los ocupados). Esta cifra se compone de 36,2 millones de personas con residencia rural (25,6 millones de hombres y 10,6 millones de mujeres) y 12,0 millones con residencia urbana (9,2 millones de hombres y 2,8 millones de mujeres). También trabajaron un total de 23,2 millones de personas con residencia rural en un empleo no agrícola (ERNA)[10] (12,5 millones de hombres y 10,7 millones de mujeres).

De los menores de 15 años que vivían en zonas rurales en 2012[11], más de 1,8 millones trabajaron en el sector agrícola (1,3 millones de niños y 0,5 millones de niñas) y más de 0,5 millones trabajaron en ERNA (0,3 millones de niños y 0,2 millones de niñas). A estos números se añaden más de 200 mil niños urbanos que trabajaron en el sector agrícola (100 mil niños y 100 mil niñas).

Las cifras totales también incluyen a personas de 65 y más años de edad: 4,4 millones de residentes rurales que trabajaron en el sector agrícola (3,1 millones de hombres y 1,1 millones de mujeres), 0,8 millones que trabajaron en ERNA (0,4 millones de hombres y 0,4 millones de mujeres) y 1,6 millones de residentes urbanos que trabajaron en el sector agrícola (1,2 millones de hombres y 0,4 millones de mujeres). En el sector agrícola, una alta proporción (más del 60%) de los de 65 años y más trabajan por cuenta propia y la mayoría de ellos declara ser “jefe de explotación”.

A las cifras anteriores es necesario añadir el tercio de la población rural de 15 años y más que era inactiva en 2012 (15,4% de los hombres y 50,6% de las mujeres –comparado con respectivamente 21,7% de los hombres y 45,1% de las mujeres urbanos) y 3,2% de desempleados.

En los cuadros 1 y 2 en anexo se puede apreciar en números absolutos y porcentajes cómo se inserta laboralmente la población de 15 años y más para un conjunto de 11 países. Se dividió la población en dos grupos de edad (15 a 29 años y 30 años y más) porque las cifras arrojan diferencias importantes, que se deben a la etapa distinta en el ciclo de vida de las personas y porque el empleo de los jóvenes muestra cambios estructurales que probablemente se irán profundizando con el tiempo y por ende indican tendencias a futuro.

- Los inactivos, los desempleados y los ocupados

- Los inactivos

La inactividad es algo menor entre la población rural que entre la población urbana (32,7% versus 34,0%) explicada por una menor ocupación de las mujeres y una mayor ocupación de los hombres. Bolivia y Perú, son claramente “outliers” porque menos del 30% de las mujeres rurales están en la categoría de “inactivas”. A su vez, Costa Rica y República Dominicana destacan por tener la mayor proporción de inactivos rurales, tanto hombres como

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