El juego, pensamiento y lenguaje
Enviado por monto2435 • 5 de Marzo de 2018 • 1.040 Palabras (5 Páginas) • 487 Visitas
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del juego, cuando lo fomentamos pensando que esta actividad tendrá un valor para el niño. Y, sin duda, el jugar con otros niños tiene una función terapéutica. Cuando menos les ayuda a encontrar más fácilmente su propio lugar en las actividades sociales de la vida adulta. Pero organizar el juego con la única finalidad de mantener la salud mental de nuestros niños puede tener peligro de que olvidemos, por el camino, algo que es igualmente importante: la necesidad que el niño no sea privado de su iniciativa.
El juego es además, un medio para poder mejorar la inteligencia, según el uso que de él hacemos. Recordemos la hipótesis del gran historiador holandés Huizinga, según la cual cultura humana ha surgido de la capacidad del hombre para juzgar, para adoptar una actitud lúdica. No nos dejemos confundir por ese aspecto del lenguaje que es innato, pero recordemos también que hay una gran parte de él que ha de ser adquirido a través del ensayo y la experiencia.
La lengua materna se denomina más rápidamente cuando su adquisición tiene lugar en medio de una actitud lúdica. Sucede a menudo que, las formas más completas gramaticalmente y los usos pragmáticos más complicados, aparecen en primer lugar en contextos de juego. Hay algo en el juego que proporciona la actividad combinatoria, incluyendo la combinatoria intrínseca a la gramática y que subyace las expresiones más complejas de la lengua.
Hay un aspecto de la adquisición del lenguaje, en sus primeras etapas que es verdaderamente importante para fomentar esta adquisición y que, sin embargo, plantea un dilema. El tipo de habla, que las madres utilizan para animar al niño a participar en la conversación, se llama técnicamente habla infantil. En un tipo de habla que se establece al mismo nivel del niño, un habla que, en ese momento ya es capaz de entender.
La importancia de este lenguaje infantil consiste en que le permite intentar combinar, de formas distintas, los elementos del lenguaje que ya conoce, para producir emisiones más complejas y para conseguir con el lenguaje, cosas distintas de las que ya ha logrado. El niño no sólo está aprendiendo el lenguaje sino que está aprendiendo a utilizarlo como un instrumento del pensamiento y de la acción de un modo combinatorio. Para llegar a ser capaz de hablar sobre el mundo de ésta forma combinatoria el niño necesita haber sido capaz de jugar, con el mundo y con las palabras, de un modo flexible. Exactamente del modo que la actitud lúdica permite.
Nos enfrentamos, por tanto, con el interesante problema de que no es tanto la instrucción, ni el lenguaje ni el pensamiento, lo que permite al niño desarrollar sus poderosas capacidades combinatorias, sino la honesta oportunidad de poder jugar con el lenguaje y con su propio pensamiento.
Cualquier cosa o actividad que tenga una estructura, o que inhiba la espontaneidad, no sería realmente juego. Es más, el verdadero juego, necesitaría que no existiera limitación alguna por parte de los adultos, ser autónomo de que darían lugar a sus formas más típicas: la pintura de dedos, la plastilina y la arcilla, la arena, el agua, etc.
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