¿Quién será el favorito para la grande?

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Si el país se siente inconforme con el gobierno que se ha ejercido hasta el día de hoy, lo debe de reflejar en las urnas. Pero, si el Presidente no ha querido atender los problemas que aquejan a la sociedad durante más de cuatro años, menos en este momento. También se ha visto la imposición de Peña dentro de la dirigencia del PRI, poniendo a Enrique Ochoa quien se puede tomar como una figura poco grata para revindicar al partido.

Al igual, se encuentra Ochoa como ficha a elección; tal vez en este momento no sea tan objetivo, pero conforme se acercan las campañas presidenciales, este ajuste le permitirá al Presidente conocer quiénes son los que tienen la posibilidad de ganar en 2018, o, en el peor de los escenarios, entregar el poder.

Pero ¿por qué se entregaría el poder?, sería para negociar la protección del futuro de Peña Nieto. Es decir, siendo del conocimiento popular la corrupción registrada y encontrada a nivel privado, y las pruebas certificadas de uso de bandas delictivas para eliminar a grupos políticos o crear distractores; un emblemático ejemplo es el caso Ayotzinapa.

Resulta difícil pensar que el Presidente Peña deja al aire lo que ha sucedido con el PRI durante su sexenio, y al sexenio mismo. El declive del PRI se vislumbra desde 2010, y los electores abandonaron el ideal colorado en 2015 en millones de urnas. El siempre famoso voto duro priísta se perdió en junio de 2015.

En esencia, si Peña Nieto busca entregar la banda presidencial a otro militante del PRI, es necesario repartir las cartas y dejar de jugar con los jugadores estratégicos. Pero, si lo que visualiza es entregar a un candidato externo al tricolor, deberá de negociar que su fama no termine en las mismas que la de Días Ordaz o Salinas.