Soy noyud resumen.
Enviado por Eric • 23 de Diciembre de 2017 • 5.969 Palabras (24 Páginas) • 473 Visitas
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La situación familiar de Noyud era y sigue siendo conflictiva. Nació en Jaryi, un pueblo de Yemen donde hay un marcado machismo y grupos armados que por generaciones se han atrincherado para defender su territorio de los invasores. Esos “jefes de tribus” ejercen el poder en las aldeas tanto en la venta de armas, acuerdos matrimoniales y la cultura del qat, alucinógeno que evita los síntomas del cansancio y del hambre. Son frecuentes los desacuerdos entre éstos y los grandes comerciantes de Saná, la capital, que desencadenan grandes atentados en nombre de Alá. Noyud tiene dos hermanas mayores: Yamila y Mona, un hermano mayor Fares y luego seis hermanos más aunque su madre, casada a los 16 años, ha tenido dieciseis hijos, seis se han muerto a temprana edad por mala alimentación y falta de cuidados médicos. Se trata de una familia campesina y como tal no tienen documento de identidad, se calcula que Noyud tendría unos 10 años al vivir la experiencia que relata el libro. Ella soñaba con una fiesta de casamiento muy rica en manjares y regalos, vestida de blanco, adornada como indican las costumbres, en el que lo único que se esperaba ella era lucir muy linda y estar muy enamorada pero la situación resultó ser diametralmente opuesta. Se realizó sin su consentimiento, con un hombre desconocido que le triplicaba la edad y a cambio de dinero para paliar un poco la acuciante pobreza que atraviesa su familia. La niña ignoraba la situación traumática que vivieron sus dos hermanas mayores. Cuando Mona tenía unos 12 años, se quedó en casa con los hermanos pequeños y un hombre entró a violarla. El padre, para honrar a la familia, hizo que se casaran, tuvieron dos hijos y poco después Mona descubrió la traición de su marido con Yamila, ambos fueron encarcelados y le asignaron la custodia de sus hijos a su suegra quien utilizaba a los niños para dar lástima al pedir limosna frente a una mezquita. Para entonces Fares, de 12 años, se había escapado de casa en busca de riquezas a Arabia Saudi. A consecuencia de la deshonra relacionada con sus dos hermanas mayores, el padre enfrentó fuertes discusiones con los ”jefes de la tribu” quienes le obligaron, bajo amenaza de muerte, a que abandonaran el pueblo de un día para otro por la vergüenza que representaban para la comunidad. Se fueron a vivir a Saná donde la situación económica de la familia decayó mucho porque ya no tenían el rebaño de 80 ovejas, las 4 vacas y sus cultivos por lo cual el padre aceptó el dinero que le ofrecieron a cambio de Noyud. Él pensó además que así estaría a salvo de violaciones y la familia tendría una boca menos que alimentar. Noyud y sus hermanos se sostenían pidiendo limosna. Por más que Mona suplicó a su padre que no lo hiciera éste se reunió con su cuñado Mohamed y los hombres de la tribu para redactar el contrato de matrimonio en el que se hacía la salvedad de que el marido no tocaría a Noyud hasta que ésta culminase su primera menstruación. Por decisión de su futuro marido tuvo que abandonar la escuela, sus queridas maestras y a su mejor amiga. Sus materias favoritas eran la escritura, matemáticas y el dibujo. Le encantaba su colegio. Tampoco pudo ir más donde sus vecinos a escuchar los cassetes y a ver la TV. Con los ojos cubiertos de lágrimas la vistieron con una larga túnica marrón que perteneció a la esposa de su futuro cuñado y le hicieron un moño apretado que le hacía doler la cabeza. Las mujeres celebraron, como lo manda la tradición, en el minúsculo domicilio de sus padres mientras los hombres lo celebraron en casa de uno de sus tíos mascando qat, los mismos hombres que habían firmado el contrato de matrimonio la noche anterior. Su dote alcanzó los 150.000 rials(aproximadamente 700$). Se trata de un legado de Mahoma que dice “Si te casas con una niña de nueve años, garantizas un matrimonio feliz”. La fiesta que comenzó a la hora del desayuno se despachó rápidamente, sin traje de novia, sin flores pintadas en las manos, sin dulces de coco. Se quedó sentada en una esquina de la habitación no quiso ir a bailar con el resto de las mujeres alegres, como si presintiese algo malo de su rostro no afloró ni una sonrisa. Tenía los ojos hinchados de tanto llorar. No quería dejar a su familia, ni la escuela y ni a las amigas. A la mañana siguiente, después del rezo, tomó su desayuno y la fueron a buscar. Su madre la cubrió esta vez ya no con su velo de colores sino con el manto y el pañuelo negro, el niqab, que corresponde a las mujeres casadas y le dijo “De ahora en adelante debes ir cubierta por completo al salir a la calle, nadie más que tu esposo debe verte la cara, es su charaf (honor) y tu no lo debes manchar”. Desde el asiento trasero de una 4x4 le esperaba, un hombre sucio y feo que la miraba fijamente, llevaba una larga túnica blanca, los cabellos rizados, mal afeitado, las manos mugrosas, ese sería su marido. Lloró desconsoladamente por largas horas durante su viaje a Jaryi donde viviría con la familia de su marido. El trayecto fue angustioso tanto por las ganas de echar a correr a su casa, la incertidumbre acerca de su futuro, la soledad que sentía por dentro y el agobiante niqab. Era un viaje muy largo lejos de sus padres, sentía un miedo terrible. La carretera era demasiado accidentada y la camioneta rebotaba mucho, cansada de tanto llorar sintió muchas veces ganas de vomitar. Además había en el camino varios puntos de control a causa de la guerra en el norte entre el ejército y los rebeldes huzis. Más tarde tuvo todo eso más hambre y sed. Pensó en pedir ayuda a los soldados pero sabía que era inútil. La suegra fue muy ruda con ella. Ni siquiera la saludó al llegar y a sus espaldas dijo “Desde mañana le enseñaré lo que es trabajar… los caprichos de la niña mimada ya se han acabado, le demostraré cómo debe ser una mujer, una auténtica mujer”. Cuando se fueron los invitados y le mostraron su habitación sintió alivio de poder quitarse la nijab y la túnica del matrimonio que llevaba desde el día anterior. Podía dormir por fin pero la puerta se abrió repentinamente, pensó que se trataba de un golpe de viento, enseguida un cuerpo velludo y sudoroso se echó encima de ella. Por el intenso olor a tabaco y qat no podía ser otro que su marido, apestaba a bestia, comenzó a restregarse contra ella. Temblando ella suplicaba que la dejase tranquila. Él sólo decía “Eres mi mujer y a partir de ahora se hará lo que yo diga, debemos acostarnos en la misma cama”. Salió corriendo pero él la alcanzó, pidió socorro, pero nadie atendía su llamado, corrió en todas direcciones hasta perder el aliento. La agarró con fuerza y la estrelló contra la estera que servía de cama. Llamó a la suegra
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