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Una mirada sobre lo Contemporáneo

Enviado por   •  21 de Marzo de 2018  •  11.926 Palabras (48 Páginas)  •  227 Visitas

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Para llevar a cabo dicha empresa hemos optado por fraccionar en tres partes nuestra ruta investigativa, intentando re-presentar los elementos más visibles de lo que estamos llamando lo contemporáneo/la contemporaneidad, para, a la vez de hacerlo lo más comprensible y expositivamente claro al lector, podamos evitar -en lo posible- las redundancias y omisiones que a los textos tanto dañan. En éste sentido, cada una de las sub-titulaciones intenta inmiscuirse en uno de los ejes constituyentes de lo contemporáneo, reportando algunos de los asuntos-problemas con los cuales ésta se va tejiendo, y por tal, componiendo una panorámica de algunos de los argumentos fuertes a partir de los cuales estamos armando el desplazamiento hacia la nueva contemporaneidad.

Dicho lo precedente, podemos aclarar que, según orden de aparición, las temáticas a desarrollar serán las siguientes; Sobre lo que va siendo contemporáneo, Sobre un cierto estado de mal-estar, y La construcción de lo contemporáneo: El gran arquitecto mediático-tecnológico, a lo cual le acompaña un lacónico cierre, esperando con ellos lograr generar en el lector una idea general del cuadro dibujado, por más que cada una de sus telas haya sido elaborada-presentada separadamente.

Sobre lo que va siendo contemporáneo

La contemporaneidad es en sí,

problemática… no cabe la menor duda.

Saborido J.

Decir contemporáneo o contemporaneidad es referirse a un par de recursos expositivos/explicativos que gozan en nuestros días de plena vigencia. Casi en cualquier acto enunciativo se hacen ver coloridamente cada una de éstas enunciaciones, y no va siendo extraño encontrar, en la mayor pluralidad de episodios escriturales y/o de habla posibles, todo el arsenal de expresiones en común con las cuales recurrentemente se acompaña éste par de afirmatividades, que van desde las muy en boga re-clamaciones hacia la moda, el presente y/o la actualidad, hasta la no menos recurrentes apelaciones al aquí y el ahora, que tanto adornan el paisaje intelectual de nuestros tiempos.

Inmiscuirse por los contornos de la dupla contemporáneo/contemporaneidad, representa, por lo tanto, un juego intelectivo en el cual debemos tener -como condición requisitoria- al menos dos consideraciones; una, la extensividad creciente del asunto –en términos de importancia/abordaje-, y dos, que el valor semántico de lo contemporáneo/contemporaneidad apunta básicamente al plano del hoy, a lo en otras palabras traducible, como el mundo de lo reciente. Adentrarse -por consiguiente- en el quehacer de lo contemporáneo/la contemporaneidad, resulta una andanza en la que elementos constituyentes como la ocurrencia y la impronta del va siendo, comportan dispositivos guiadores a la hora de intervenir la mentada problemática, y estos por adelantado nos sirven para alertar que, la captación plena de dicho asunto, es francamente imposible. Podremos circundar sus siluetas, atravesar sus convulsiones e incluso delinear alguna de sus emergencias, mas no podremos hacernos –en sí, categóricamente- con los tantos hilos emotivos, racionales, fortuitos, accidentales, místicos, míticos, etc., con los cuales ésta se teje. Ésta última sería una de sus gruesas características.

Ahora bien, si nos detenemos tempranamente a marcar el signo profundamente actual, presentista, que posee lo contemporáneo, e incluso lo dificultoso/parcial que resulta su abordaje, es precisamente porque lo contemporáneo –en sentido mayúsculo y singular-, es heredero de una tradición histórico-cultural que le asigna unas valencias íntegramente diferenciadas a las anteriores, remitiéndolo a temporalidades, actores, sucesos, geografías y tensiones que, aunque efectivamente no se han evaporado del todo en el mundo-hoy, si en cambio han perdido el brillo, la atención y demanda con las cuales otrora se ataviaban, y gracias a las cuales se lograban situar en el ápice del debate intelectual, y de la mirada de quienes se interesaban por explicitar/entender las cuestiones planetarias.

Así pues, para penetrar el asunto contemporáneo/contemporaneidad, hemos de referirnos a la pluralidad de visiones tras las cuales se intenta configurar dicho eje intelectivo, y entre las cuales se hace condición sine qua non reportar –al menos- dos de las visiones más estelares en el apuntado particular –la latina y anglosajona de corte histórico respectivamente-, pues, cada una de éstas, nos impelen a efectuar una serie de consideraciones cuya puestas en escena acarrean telúricos movimientos para la comprensión del tópico en cuestión, y cuyas exhibiciones resultan necesarias para entender el modo como nos intentamos situar ante dicho particular, en el cual, a diferencia del par de perspectivas enunciadas, lo contemporáneo viene a estar íntimamente signado por los pormenores de estos días, y no por el cúmulo de hilos contextuales con los cuales hasta ahora se les ha venido preferentemente pincelando. Echemos un vistazo.

En la tradición histórica occidental es innegable ocultar que existe la certeza de un algo llamado época o mundo contemporáneo. Tanto europeos como americanos no nos detenemos a negar la existencia de ese algo que unos, como otros, damos por descontado. Ante ello el nivel de conflicto es de calibre menor. No cabe mayor duda. Ahora bien, la confrontación se comienza a fraguar cuando cada cual intenta componer, con sus datos, fechas, argumentos e inventivas, el retrato de lo contemporáneo/la contemporaneidad. He allí el germen de la discordia, y de la pluralidad que en lo sucesivo intentaremos pincelar.

Aróstegui (2001) nos suministra algunas pistas para entender la pluralidad de perspectivas sobre lo contemporáneo que supra hemos indicado, y las cuales –brevemente- nos permiten acercarnos a la caracterización/tematización con las que opera cada una de ellas -tanto la perspectiva latina como la anglosajona-, y cuya sintetización la pone al ruedo el mentado autor del siguiente modo:

Se aborda la historia del mundo contemporáneo a través de un modelo expositivo que, en sus líneas generales, es el clásico y que responde a la manera de entender la contemporaneidad que es común en la Europa continental y en la América de tradición no anglosajona, es decir, ibérica o hispánica o, si se prefiere, latina. Es la tradición que entiende que la contemporaneidad fue abierta por los grandes procesos revolucionarios europeos y americanos de fines del siglo XVIII. El mundo contemporáneo abarca así los siglos XIX y XX, de manera distinta del modo como la historiografía anglosajona entiende por Contemporary History, la

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